La vigencia de Andreu Nin
Pepe Gutiérrez-Álvarez
Abril 2008
Hace unas semanas llamaba a las puertas de la Fundació Andreu Nin uno de los editores más reconocidos del país. Su idea era encontrar un escritor y/o periodista que realizara y luego transcribiera todo lo que se podía saber del antes, durante y después del asesinato de Andreu Nin llegando el hilo hasta el presente. No será fácil hallar alguien con cualidades suficientes y además que, aparte de estar interesado, cuente con el tiempo disponible, pero al margen de sí se realiza o no la propuesta, el hecho es que el editor, un viejo antifranquista ligado al PSUC en la escuela de Manuel Sacristán, lo considera un tema de plena actualidad, totalmente susceptible de satisfacer los planes de una editorial culturalmente prestigiosa, y de amplias tiradas.
Han pasado más de setenta años del rapto y ulterior asesinato de Nin, y con el tiempo,
en vez de remitir la pasión que suscita su historia (que algunos como Southwoorth o
Ángel Viñas parecen querer circunscribir a la "guerra cultural fría"), la
historia no ha hecho más que amplificar su eco, todo como parte del amplio aliento de la
recuperación de la memoria asesinada. Esto no sucede porque Nin fuese victima de una
campaña de calumnias mucho más ignominiosa que la que sufrió el capitán judío
Dreyfus, sino también porque su drama actúa como un relámpago iluminador sobre la noche
oscura del estalinismo, y sobre todo por sus valores propios. Recordemos que en el páramo
teórico-intelectual que constituyó el eslabón más débil del movimiento obrero
español anterior al genocidio franquista, Nin fue una "rara avis".
Mientras que los anarquistas eran más dado al culto del ideal. En el caso del PSOE, este
atraso había sido una importante rémora para el desarrollo de las opciones marxistas en
España desde su misma fecha de la fundación
(1888). Fue un handicap que se mantendría inalterable cuando en abril de 1920 se produjo
la escisión en el PSOE que dio lugar al primer Partido Comunista Español. Hasta finales
de los años 20 y principios de los 30 no se modificó el panorama teórico ya que el
partido comunista apenas había conseguido levantar el vuelo cuando se encontró con una
dictadura anticomunista, y para colmo con el creciente ascenso del estalinismo, presente
ya en la llamada "bolchevización" asumida en el V Congreso de la Internacional
comunista. Solamente una pequeña franja asumió la óptica del marxismo revolucionario, y
asumió el papel de romper con el apriorismo y la unilateralidad interpretativa. Estamos
hablando de los "nuevos intelectuales" como han sido denominados recientemente,
Juan Andrade, Joaquín Maurín y el propio Nin, y pocos más. Justamente los que se
habían apartado ya del PCE y buscaban nuevas alternativas orgánicas que permitiesen el
desarrollo de la necesaria crítica y de la también necesaria libertad de análisis.
En el caso de Nin, su aportación se hace notar en dos obras de Nin que deben ser
valoradas desde esta perspectiva. Su interés no se limita, a un mero historicismo, ni a
su valor testimonial intrínseco ya que, en no poca medida, responden a problemas que
siguen siendo actuales. La primera de estas obras fue Las dictaduras de
nuestro tiempo (1930) obra en la que Nin polemiza con Francesc Cambó, el
representante más preclaro que ha tenido la burguesía catalana a lo largo del siglo XX
tiene la virtud de hacernos regresar a las fuentes del marxismo en un momento en que son
muchos los interesados en revisar los axiomas, los postulados e incluso los objetivos
teórico-prácticos del marxismo.
El complicado asunto de las dictaduras -de la dictadura de la burguesía y de lo que en
marxismo se entiende como la dictadura del proletariado- tenía al principio de los años
treinta, una más que evidente actualidad, y consciente de ello, Nin ofrece una
sistematización clara y precisa de los contenidos de clase que caracterizan ambos tipos
de dictadura. A un primer nivel, Nin -que entre los dirigentes de la Internacional había
sido, en los años 20, uno de los primeros teóricos en analizar el fenómeno del
fascismo- se ocupa de la dictadura de la burguesía en su forma fascista, partiendo del
caso italiano. Y analizando todos y cada unos de los rasgos específicos que definen y
diferencian la forma dictatorial fascista, de otras dictaduras que aún siendo burguesas
adoptan formas institucionales diferentes. El rigor metodológico de Nin, al diferenciar
"fascismo" de "dictadura burguesa" en general supone hoy limitar el
abuso que se ha hecho de la utilización del término "fascista" aplicado
indiscriminadamente a todo tipo de dictadura sea cual sea el carácter que adopte. Por
otra parte. Nin centra su análisis sobre la dictadura del proletariado desde la
perspectiva clásica de la teoría marxista del Estado, y sin hacer aportaciones
originales a la discusión sobre el concepto marxista de democracia - la dictadura
ejercida por la inmensa mayoría de la población sobre la minoría de explotadores
anteponiéndolo a sus conceptos -.
Se trata de una tentativa de regresar a las fuentes para enriquecerlas, de recuperar el
contenido de los conceptos y situar en sus justos términos las posiciones del marxismo
-desterrando las mixtificaciones a que han llegado reformismo y estalinismo -- con todas
sus variantes organizativas, es una de las tareas que intenta Nin en sus obras teóricas
de divulgación. Y en este mismo sentido Els movimients de emancipació
nacional (1935, que acaba de editar Base de Barcelona en el idioma en que
fue escrito, o sea en catalán, con un prólogo de Pelai Pagès y un epílogo de Wilebaldo
Solano ) cumple también la función de un clásico, pero con una doble cualidad: el hecho
de reelaborar todas las doctrinas obreras sobre la cuestión de las nacionalidades
sintetizando las posiciones de Marx, Engels y Bakunin hasta Lenin pasando por las teorías
nacionalistas de Rosa Luxemburgo, Kautsky y de los austromarxistas Karl Renner y Otto
Bauer. Pero todo ello realizado con unos planteamientos didácticas y una claridad
expositiva que facilitan enormemente la comprensión de la obra y permiten a Nin conseguir
una de las mejores síntesis que se han escrito sobre la cuestión nacional desde la
perspectiva marxista.
Al igual que en el caso anterior, la oportunidad de esta obra es obvia aunque el paso del
tiempo haya modificado algunas de las conclusiones de Nin. No podemos hoy, por ejemplo,
ofrecer el modelo soviético como alternativa de resolución para las nacionalidades
oprimidas de un Estado plurinacional, evidentemente la discusión se sitúa en otro nivel
por más que el listón de Lenin en este punto llegó a ser tan alto que todavía no ha
sido superado. Aunque este modelo se base en el derecho a la autodeterminación que
culminó en la constitución de la URSS como "unión libre de pueblos libres".
Pero en este caso como en otros, los principios quedaron olvidados en la letra de la
Constitución, de una Constitución que en su día, nos lo recuerda Nin fue democrática,
sobre todo porque estaba al servicio de la mayoría, o sea de los trabajadores y los
campesinos. Luego llegó la guerra, y luego todo lo demás.