Espionaje en España, de Max Rieger, un clásico de la escuela de falsificación estaliniana.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Febrero 2008

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Pepe Gutiérrez en un momento de la presentación del libro Trotsky y su tiempo, de Antonio Liz. (Sepha, Febrero 2008)

Espuela de Plata ha reeditado en su encomiable colección España en Armas el tristemente célebre libelo firmado por Max Rieger titulado Espionaje en España, que cuenta con otra texto fundamental, esta vez firmado por un autor conocido, Georges Soria, una de las plumas del Partido Comunista Francés (1) titulado El trotskismo al servicio de Franco, afortunadamente el prólogo está escrito por Pelai Pagès, y uno tiembla si por el contrario lo hubiese escrito por ejemplo, Antonio Elorza, para el que el POUM no era agente de Franco pero era un partido revolucionario, lo que en su obra Queridos camaradas, uno no sabe sí eso era mejor o peor que lo decía el tal Rieger.

Espionaje en España nos devuelva a una historia sobre la que se va a hablar a lo largo de este año con el buen pretexto del setenta aniversario del largo proceso contra el POUM, que se prolongó bochornosamente durante más de un año, concretamente, desde junio de 1937 hasta octubre de 1938. Las acusaciones se centraban en una serie de delitos de opinión contra la República, sus dirigentes y sus organizaciones, por campañas contra el Frente Popular y el parlamento, aunque en el libelo de Rieger se dice que andreu Nin despachaba no solamente con Franco, sino incluso con el propio Hitler. Aunque la "gran prueba", la que la dirección del PCE con Francisco Antón como primer responsable, y con la ayuda de la prensa pro-estalinista nacional (en la que brillaba no poca ligada a la UGT y al PSOE) e internacional, consideraba como "irrefutable" la complicidad de este partido con la "quinta columna" ni siquiera se presentó; habría sido un milagro de la falsificación de la historia. Este episodio fue, sin lugar a dudas, el que más ensombreció la historia del campo republicano.

Se trata de una tragedia que hay que situar, más ampliamente, en todo lo que significó el estalinismo, y su naturaleza contrarrevolucionaria, que convirtió las grandes esperanzas de liberación de la clase obrera en un absurdo. Absurdo tanto más evidente en cuánto la mayor parte de los militantes que se dejaron corromper por sus falacias creían defender, paradójicamente, lo que estaban persiguiendo. Así pues, se trata de una historia que está repleta de significados y de lecturas, y tiene una trascendencia muy superior a los propios hechos ya que alumbra con mucha claridad la naturaleza de una crisis en el movimiento comunista que acabaría con su ruina moral y política.

Por encima de cualquier otra consideración, es justo subrayar que la política que defendía el POUM era de una rigurosa continuidad de las tradiciones revolucionarias obreras en general, y marxistas en particular. Era un partido que se había forjado en la fase leninista de la III Internacional, y la mayoría de sus líderes desde Nin, Maurín, Andrade, Bonet, Portela, hasta David Rey, y otros menos conocidos, habían sido fundadores del PCE. El POUM planteaba que la revolución por hacer en España era "democrática y socialista", y creía que esta revolución, debía buscar la instauración de una democracia obrera. Su estrategia para la guerra era la del Ejército Rojo, o sea la de convertir la liberación social en un arma privilegiada para aglutinar a la clase obrera y a los campesinos y penetrar en la base social del enemigo. Esta era una política claramente revolucionaria y que coincidía con las inquietudes mostradas por el pueblo tanto en Asturias, en octubre de 1934, como en el primer año de guerra. Por otra parte, todo el equipo dirigente del PCE y toda la "plana mayor" del Komintern conocían a los líderes del POUM, y sabían que eran revolucionarios probados desde hacía muchos años. Pero...

El estalinismo se había consolidado en la URSS, y por extensión, en el Komintern. Después del desastre de la política estalinista en Alemania, Stalin dio un giro mortal cuyos principios básicos eran la "entente" con las potencias democráticas -aunque no desdeñaba los acuerdos con los fascistas-, y la liquidación de toda oposición de izquierda, en particular la encabezada por Trotsky. El socialismo en un sólo país se convertía así en el socialismo en ningún otro país, sobre todo sí se trataba de un socialismo basado como defendía el POUM, en la democracia obrera.

Se ha presentado la persecución del POUM como una derivación de los conflictos "internos" en el partido ruso, y como una demostración de la "paranoia" anti-trotskista de Stalin. Es decir como algo ajeno al PCE-PSUC, y mucho más a sus aliados de la guerra y en Occidente, pero el mismo prólogo de José Bergamín demuestra hasta que punto nuestra izquierda democrática se prestó a un asunto tan turbio, tan turbio que nunca más quiso volver a hablar de ello en su vida.

Como es ya ahora bien sabido, la persecución del POUM y de los "trotskistas" (Orwell ofrece una versión kafkiana de cómo se representa esta tendencia política en la jerga estaliniana: el "trotskista" es el que defiende la revolución mundial, el socialismo revolucionario -o sea el ideario de Octubre y de la III Internacional- y por lo tanto es un fascista disfrazado), fue uno de los capítulos más desconcertantes y terribles de la guerra civil. Fue una prolongación de los llamados "procesos de Moscú" (de la liquidación de todas las tendencias surgidas del bolchevismo, incluidos sectores del propio aparato burocrático; por cierto, Anagrama ya editó Los procesos de Moscú, el libro de Pierre Broué, que sigue siendo una referencia imprescindible para todos los que quieran conocer esta tragedia del comunismo), pero también fue una exigencia de la política antirrevolucionaria dentro del campo republicano, exigencia en la que sobresalió por su particular empeño el PCE, profundamente entronizado en la administración del Estado republicano en ciernes.

El pretexto fue el pretendido "pustch" de mayo de 1937, atribuido por la prensa estalinista internacional a los "trotskistas" (en realidad, sólo un grupo muy minoritario podía responder a esta definición). Con este pretexto fue detenido y -seguramente- torturado Andreu Nin, y serían detenidos poco después otros militantes destacados del POUM; en el mismo contexto desaparecieron o fueron asesinados bastantes militantes comunistas antiestalinistas y anarquistas como Camillo Berneri. Antes de que se hicieran públicas las detenciones, el gobierno había creado por decreto un Juzgado y un Tribunal Especial de Espionaje y Alta Traición. El sumario número uno de ese juzgado fue empleado contra el POUM. El juicio fue no muy diferente a los que presidió el fiscal Vichinsky en Moscú, pero en España las condiciones eran diferentes. El peso hegemónico de los estalinistas en la administración republicana estaba lejos de ser completo, había contradicciones en la franja derecha de los republicanos -contradicciones que se manifestarían en la última fase de la guerra-, y sobre todo el POUM no era un grupo de militantes derrotados y desconcertados.

Hubo además una campaña internacional a su favor en la que aparecen los nombres de André Gide, André Breton, Diego Rivera, James T. Farrell, etc. El caso es que el POUM fue prohibido y sus dirigentes encarcelados; la mayoría logró huir apenas unas horas antes de que Franco entrara en Barcelona. El descrédito del estalinismo iniciado abruptamente con las revelaciones auspiciadas por Kruschov en 1956, en el célebre XX Congreso del PCUS, y el esfuerzo de los poumistas en el exilio, fue dando sus frutos en un proceso de aclaración que es perceptible claramente en los libros sobre la historia de la guerra civil escritos desde posiciones antifranquistas. Un título ya clásico en este terreno es el de Andrés Suárez (Ignacio Iglesias), "El proceso contra el POUM. Un episodio de la revolución española", editado por Ruedo Ibérico en París, en 1974. Hace años que la Fundación Andreu Nin publicó un conjunto de trabajos con el título de "El proceso contra el POUM".

La “obra de Rieger” (y Soria) representa un testimonio de primer orden de lo que se pretendía llevar a cabo con el proceso. Es un resumen de todo lo fundamental que montó el estalinismo para extender los procesos de Moscú a España. Su virtud es pues invertida, condensa todo lo que se diría en los diarios, en los libros, hasta fechas no muy lejanas, aunque últimamente es ya una exclusiva de los restos de la locura estaliniana, el reducto de sectarios sin escrúpulos y de algunos muchachos embrutecidos. Refleja hasta que extremos podía llegar la maquinaria estaliniana, y también hasta que punto estaban dispuestos a acabar con la revolución española. Dicho de otra manera, si dicha revolución hubiera carecido de importancia, la maquinaria policíaca estalinismo y de la III Internacional no habría puesto tanto empeño en destruir el POUM. Y por lo mismo, si hay que hablar de “pruebas”, este libro es una prueba de primera magnitud de unos métodos indignos de toda la tradición lustradora, hay que remontarse a la historia de la Inquisición para encontrar algo semejante. Son unos documentos que complementan todo lo que se ha ido encontrando en Moscú, de una investigación que daría pie a trabajos tan importantes como el que Dolors Genovés & Lliber Ferri reunieron para realizar Operació Nikolai.

Al perseguir al POUM y al trotskismo, los comunistas oficiales -complementados y asesorados por cuadros del Komintern y del aparato policiaco ruso-, hacían simplemente lo que Noske y Schedeiman habían hecho en nombre de una presunta “República democrática y social”, en realidad de la restauración de la normalidad social y económica del capitalismo, del imperialismo que había provocado la “Gran Guerra”. Esta comparación ya fue efectuada por Nin, fue empleada igualmente por Camillo Berneri, lo que le costó la vida. Y en este sentido lo entendieron desde sus particulares puntos de vista Fernando de los Ríos, Azaña, Prieto, y sobre todo Negrín, y por supuesto, sus aliados occidentales. Por eso cuando Orwell trató de publicar su Homenaje a Cataluña se le negaron todos: estalinistas, laboristas de izquierda y de derecha, liberales, conservadores. Se trataba claramente de descabezar el proceso revolucionario iniciado en 1936, y neutralizar su posibilidad de resurgimiento.

El proceso del POUM concluyó encarcelando a buena parte de sus dirigentes, y clausurando prensa y locales del POUM, ya ilegalizado. Estos militantes fueron abandonados a las tropas de Franco que avanzaban para Barcelona, y fueron liberados por sus propios camaradas. Luego, con la victoria militar contra el nazismo, y con la “guerra fría” que no dejaba apenas espacio más allá del dilema entre comunismo (estalinista)-anticomunismo, el asunto del POUM resultó prácticamente enterrado, hasta que en los años setenta se comenzó un proceso a la inversa en el que los acusadores se convirtieron en los acusados.

1) Su obra Guerra y revolución en España 1936-1939 (traducido por Delfina Azcarate, Manuel Bartolomé López, José Chabás Barcelona), fue editada por Grijalbo en 1978, y sus saldos vendidos hasta fechas recientes por militantes comunistas prosoviéticos.