El ángel rojo.
Alfonso Domingo
Ed. Almuzura, Madrid, 390 páginas
Un artículo de Pepe Gutiérrez-Álvarez
Julio 2009
Este libro es -que yo sepa- la primera biografía que se publica de Melchor Rodríguez
García, cuyo nombre aparece vinculado a la Dirección General de Prisiones durante la
guerra, se ha convertido en uno de los blasones humanistas del campo republicano (Sevilla,
1894-Madrid, 1972). En su juventud quiso escapar de la miseria haciéndose torero hasta
que se retiró, a comienzos de 1920, después de recibir al menos cuatro cogidas. Por
estas fechas se le ubica en la sección de automóvil de la CNT sevillana, al lado de
Paulino Diez y Manuel Pérez, en Madrid milita en sección de carroceros de la UGT. Forma
parte del grupo ácrata "Los Libertos" e interviene intensamente en el Ateneo de
Divulgación Social de la Corredera Baja, y luego en el de la calle de San Marcos.
Detenido por la Dictadura tomó la cárcel como "una disciplina, como un período de
estudio y de análisis personal".
En 1927, Melchor es uno de los primeros adherentes a la recién surgida FAI. En 1931
colabora en La Tierra donde lleva una extensa campana contra Maura al que llama "el
de los 108" por el número de trabajadores asesinados durante su ministerio. En 1934
sobresale por su participación en la huelga general madrileña. El 5 de noviembre, en
víspera de iniciarse el histórico sitio de Madrid, toma posesión de su cargo oficial. A
partir de ese momento. Melchor trata de contrarrestar la ola de represalias y de malos
tratos en las prisiones. El 9 de diciembre de 1936 se enfrenta a una muchedumbre que trata
de asaltar la cárcel para vengar la salvaje actuación de la aviación franquista.
Jugándose la vida, Melchor proclama: " Yo por mis ideas, he estado en la cárcel Yo soy un trabajador como vosotros, un chapista a quien, por su desgracia, han dado este cargo. Pero, ¿os creéis que la revolución es para asesinar en la cárcel a unos pobres seres indefensos?". Fue el iniciador del canje de prisioneros de uno y otro bando y entre las personas vinculadas al franquismo que le deben la vida se cuentan personajes tan siniestros como Agustín Muñoz Grandes o Serrano Suñer, amén de otros como el Dr. Gómez Ulla, Ricardo Zamora, Rafael Sánchez Mazas, Miguel Primo de Rivera, el general Valentín Galarza, etc. En marzo de 1937 se enfrenta a José Cazorla, que había sustituido a Santiago Carrillo al frente del Orden Público y que ya era un miembro destacado del PCE. Acusa a Carrillo de haber "resucitado los viejos métodos de los feroces de unos y otros; de tal manera que sometiendo a juicio a millares y millares de personas sensatas y de innegable lealtad al régimen antifascista, está deshonrando con su perniciosa labor al Gobierno de la República: y, por ende a la guerra y a la revolución que el pueblo está haciendo para transformar lo viejo, lo injusto, lo cruel, por métodos y procedimientos sanguinarios".
Melchor forma parte de la Junta de Casado y como concejal del Ayuntamiento de Madrid desde
1934 entrega la ciudad a los vencedores. Su actuación hace que el régimen franquista lo
condene a 30 años en vez de la pena de muerte como se le aplicaría, por ejemplo, a
Besteiro. En la posguerra fue uno de los ejes del Movimiento Libertario clandestino,
detenido en 1946 y en 1947 y procesado el año siguiente acusado de introducir propaganda
en la cárcel de Alcalá. Interviene cerca de algunas de los personajes a los que salvó
para ayudar a muchos presos antifranquistas.
En 1947 favoreció los trabajos de Enrique Marcos, en el momento secretario de la CNT
clandestina. Ulteriormente, Melchor rechazó las tendencias colaboracionistas y se opuso a
las actividades del "cincopuntismo" en 1965. Su entierro fue una verdadera
manifestación de duelo popular. La perspectiva histórica confirmarían la validez de los
métodos que encarnaba Rodríguez frente a otros como los que concitan el nombre de
Paracuellos (Cf, Guillermo Cabanellas, El señorío del anarquista Melchor Rodríguez, en
Historia y vida, nº 84).