El POUM en su historia, una Exposición en Barcelona (que pasará por Madrid y por Girona)

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Pepe Gutiérrez-Álvarez (*)

 

75 años de historia del POUM. Exposición en el Museo d´Història de Catalunya que está ubicado en la Plaza Real, y que tendrá lugar entre el 28 de junio  (con una presentación a las 19 horas) y el 28 de septiembre del presente año. Se puede asegurar que es la mayor de todas las exposiciones sobre este partido que jamás se haya hecho en el estado Español y en cualquier otra parte, y que supone la mayor concentración de textos, fotos, y todas clases de elementos. En todo ello, el esfuerzo de la fundación “Andreu Nin” y del biógrafo de Andreu Nin, Pelai Pagès, ha sido primordial.

Se trata de una Exposición organizada entre la Fundación Andreu Nin compuesta con todos los medios propios para conocer lo más amplia y directamente posible este partido, un partido comunista que no aceptó ser colonizado por la URSS de Stalin, y que no renunció a los ideales en los que se desarrolló la Internacional comunista en sus primeros cuatro Congresos

Hablar del POUM es hacerlo de la “memoria” de la revolución española, en una interpretación que da de pleno en una “guerra –civil- cultural” que  ha persistido y que persistirá.

Como diría Nin, le española fue una revolución más profunda que la rusa, pero por abajo. Por arriba careció de  alternativa, incluso en las armas. Desde que en febrero ya hubo una parte del ejército dispuesta a rectificar el resultado electoral, sin embargo, el gobierno del Frente Popular se negó a tomar medida contra una trama golosita que era “un secreto a voces”. Luego, en julio del 36, donde la militancia  confió en los gobernadores republicanos, los golpistas ganaron la mano. Solamente donde no confió, el pueblo trabajador se impuso, y por supuesto, tenía en mente su propia República, una República que desde 1933 había dejado de ser liberal-reformista para ser social y revolucionaria. La “cohabitación” revolución-gobierno  en la que se instalaron cenetista y caballerista, concluyó con las jornadas de mayo del 37 en Barcelona, y el consiguiente cierre “manu militari” de las comunas de Aragón…Internacionalmente,  ya entonces tanto la socialdemocracia como el estalinismo y la izquierda liberal, propagaron que lo de la revolución no era más una patraña reaccionaria. En las décadas siguientes, tal negación se encajó situando la guerra española como un prólogo de la Segunda Guerra Mundial. La revolución quedaba muy atrás, y ahora convenía llegar a un acuerdo con las potencias vencedoras. Las mismas que antes se cruzaron de brazos ante la intervención nazi-fascista, y las mismas que se negaron a  tocar a Franco porque, ante todo, temían que a su caída, una nueva República acabara cayendo en manos comunistas.

 Ni que decir tiene, la memoria revolucionaria fue sepultada bajo los mismos escombros de la derrota republicana. Pero el franquismo utilizó su historial como un espantajo.  No hay más que ver todas aquellas películas de “exaltación patria” y en las que todo se amalgamaba con el rostro mal encarado de actores encasillados en papeles de villanos integrales como fue el caso notorio del germano Gerard Tichy, antiguo teniente de la Wehrmacht, que recabó en el cine español como especialista en comisarios políticos capaces de cualquier cosa “por el Partido”.Después, ya en los sesenta, el régimen introdujo algún matiz para diferenciar a los “comisarios” comunistas de los “tontos útiles”. La propaganda   de siempre se ajustó al discurso anticomunista de la “guerra fría”. Un buen exponente de ello fue cuando Manuel Fraga Iribarne propició la edición fraudulenta de la obra de Burnett Bolloten, El gran camuflage…Lo hace con el titulo de La gran traición, y originalmente destinada a demostrar con datos empíricos la existencia de una revolución. Datos que ya formaban parte de una nueva hornada historiografía de la que serían exponente la trilogía de José Peirats, La CNT y la revolución española,  la obra de Pierre Broué (y Emile Témine), sin olvidar El laberinto español, de Gerald Brennan,  La crisis española del siglo XX, de Carlos Mª Rama, amén de diversas reediciones (1).

  En este proceso toman parte actores nuevos como la editorial Ruedo Ibérico, y por una organización como el Frente de Liberación Popular (FLP), amén de una nueva generación obrera estudiantil que encontrará su paradigma en el mayo francés con toda su carga de puesta al día del pensamiento marxista y libertario. Desde entonces, el hecho revolucionario se convirtió en incuestionable  aunque solamente fuese para subestimarlo o maldecirlo. No ha siso otra cosas lo que ha sucedido cuando se impuso el canon histórico de la Transición, basada en la “superación” del trauma bélico y que sitúa la democracia liberal como un paradigma insuperable, un criterio abiertamente asumido por uno de sus portavoces, Enrique Moradiellos.  Esta presunción tiene como soporte la imposición del actual lugar (subalterno) del movimiento obrero, a la realidad de entonces, de tal manera que la República por abajo se subordina a la República de Azaña y Negrín, en tanto que la agitación social queda como una perturbación. Detalles como las condiciones de trabajo y de vida de la inmensa mayoría de la población, tienen mucho menos relevancia.

   En el caso de la nueva derecha que busca un lugar en el Occidente liberal, totalmente desprestigiado el “mito de la Cruzada de Franco”, adoptará una nueva narración a la medida de la “España nacional”, y lo hará como Dios manda a través de la FAES. Este discurso  retoma el miedo a la revolución de la misma manera que –según Ernest Nolte y demás-, legitima el franquismo como una reacción conservadora contra el peligro bolchevique. Derrotado el comunismo, se permitirá apuntar prioritariamente contra el PSOE de Largo Caballero y de Negrín. El primero será el principal acusado de una tentativa de la ruptura revolucionaria de 1934 –un golpe que equiparan al del 36-, de querer una utopía extremista que –siguiendo el Vademécum de la historiografía neoliberal- habría conducido –inexorablemente- al “totalitarismo de izquierdas”, la acusación contra el segundo será por su colaboración con el estalinismo. Con este juego de manos, Pío Moa y cia, se permitirá manejar a su conveniencia las diatribas de anarquistas y poumistas contra Negrín a conveniencia, con lo que la ceremonia de la confusión resulta todavía más perversa si cabe.

  Desde la óptica oficialista republicana, fenómenos como el del POUM causan estupor, y hay decenas de artículos de Casanova, Elorza, Thomas, etc, que lo expresan muy bien. Cuando se trata de buscar “culpables”,  a veces lo encuentran en Orwell, que lo es solamente en parte. Se habla de cierto hispanismo británico, pero la verdad es que abundan más los antirrevolucionarios, baste mencionar nombres como Eric J. Hobsbawm, Paul Preston o Helen Graham. Viñas habla de la “guerra fría”, pero, justamente, será en sus postrimerías cuando más se ha intensificado la revalorización del POUM.  Ha sido precisamente este distanciamiento –con el consiguiente fin y descrédito total del estalinismo-, lo que ha permitido superar afirmaciones como la de Herbert J. Southwoorth para  el que todo ese maldito asunto de la revolución española quedaría explicado así: “…el libro de Bolloten (…) fue la obra maestra de la labor encubierta de Gorkin para la CIA”  (2).

  Lo cierto es que en la segunda mitad de los años noventa tiene lugar la recuperación de la obra española de Orwell,  el éxito de Tierra y Libertad (Land and Freedom, 1995) de Ken Loach, plenamente coincidente con la emergencia de la “memoria histórica”.  Luego vendrán toda clase de documentales, amén de una considerable expansión bibliográfica, que viene acompañada con un extensivo activismo reivindicativo que se ha expresado tanto en el ámbito académico como en todo de actividades “militantes”, a veces tomando el consabido pretexto de las efemérides, y de las que esta revista, se ha hecho ocasionalmente eco…Los datos de este “revival” sobresalen en medio de la desmemoria general.

  A mi entender, las razones de esta paradoja -que un pequeño partido “trotskista” adquiera tal resonancia-,  hay que buscarlas en otra parte. Primero: si bien el POUM fue el partido pequeño al lado del PSOE, la CNT o incluso el PCE de la guerra, era lo suficientemente importante para hacerse ver. Contaba con sólidos vasos comunicantes con la izquierda socialista y compartía una “comunidad obrera” con la CNT. Dos detalles. Uno, tal como le propusieron Largo Caballero y Santiago Carrillo, el POUM pudo haber sido el PSOE en Catalunya con su propio programa y sus propios cuadros. Dos: el BOC llegó a ser mayoritario en la CNT de Lleída, Girona, Tarragona y Castellón. Raymond Carr establece dicha importancia en la capacidad –indudable- de sus líderes, Maurín y Nin, de hecho nuestros únicos “clásicos”. Habría que añadir que la mayor parte de los cuadros dirigentes del primer comunismo español (Juan Andrade, Daniel Rebull, Luis Portela, Julián Gorkin, Pere Bonet, Eusebio Cortezón, etc), sobre todo los provenientes de la CNT, formaron parte del POUM.  La del POUM es una memoria herida por varios costados. En 1936, el POUM era un partido en ciernes, formado por cuadros militantes muy formados para la época. El viaje de Maurín a Galicia era un signo de ello. Era fuerte en Llerena y en otros pueblos cercanos en Extremadura, emergía en Andalucía (3), incluso en Portugal, pero el avance de las columnas de la muerte arrasó sus bases, como la de los demás. Al final, no solamente habían perdido la guerra, también perdieron una revolución que defendieron contra viento y marea. Su odisea se prolonga durante la Resistencia antinazi en Francia, en la que además,  tienen que resguardarse del odio fanático de la maquinaria estalinista que va a por ello. La ponzoña persistirá bajo el franquismo, y se utiliza la liberación de Maurín como una prueba. Como Louise Michel, sobrevivió de entre los fusilados por una suma de circunstancias excepcionales (4).  Esta  parte de su historia es un relato poco conocido, hay pocos trabajos. Es una historia similar a la de la CNT en pequeño, claro. La represión es muy dura, las diferencias entre los que siguen apostando por el POUM (Andrade, Solano, Bonet), y los que creen que ya existe espacio posible (Rovira, Pallach), se desarrolla como un debate abierto de tendencias legitimas, pero sus consecuencias serán nefastas. No será hasta la segunda mitad de los años sesenta que aparece la posibilidad de un relevo generacional, pero todo ha cambiado demasiado. El relato del POUM marcará diversas formaciones desde la izquierda del FLP, pero la historia pasa por otra parte. Queda sin embargo, la batalla de la memoria.

  En este terreno, la aportación testimonial poumista será especialmente activa, desarrolla un auténtico “combate por la historia” en el que resulta primordial distinguir entre los poumistas que se mantuvieron firmes en sus criterios antistalinistas, y aquellos en los que se da una turbia amalgama con el anticomunismo, una dinámica que comprende por igual a socialistas, anarquistas, disidentes estalinianos, caídos en desgracia en diversos momentos como Jesús Hernández o Valentín González “El Campesino”, que pretendían ante todo exculparse personalmente, y por supuesto, a una socialdemocracia de derecha compuesta por antiguos poumistas que combinan la ira de la guerra con la fobia al estalinismo. Mediaba un abismo entre los testimonios de Andrade, Solano, Mika Etchebéhère, etc, y los provenientes de Gorkin, Victor Alba o Ignacio Iglesias, diferencias que son extensible igualmente al tratamiento dado a Trotsky y a la tradición bolchevique, estos pasan del antiestalinismo al anticomunismo. Paradójicamente, una de las defensas mejor argumentadas de la opción poumista provendrá del Fernando Claudín autor de La crisis del movimiento comunista internacional, en concreto el capítulo La revolución inoportuna (6).

  Otros como Víctor Alba, dirán que todo esto no habría sido lo mismo sin el “caso Andreu Nin”. Pero, además, no fue solamente Nin, también había que hablar entre otros, del  comunista austriaco exiliado Kurt Landau. Está también toda la historia del proceso. Pero conviene no olvidar que  Stalin no actuó contra el “trotskismo” solo porque era un psicópata. Pierre Broué se interrogaba en un acto en la Universidad de Barcelona en febrero de 1979, sobre lo insólito que tenía que ser que el POUM que tanto se había significado en las barricadas de julio de 1936, fuese acusado apenas un año más tarde de trabajar para Franco. Seguramente la respuesta es que, precisamente por eso, por lo que potencialmente representaba.  Pagó caro su desafío al estalinismo –expresado en la denuncia de los “procesos de Moscú”, y en su opción por ofrecerle a Trotsky un visado para Catalunya-, un sacrificio que, con el tiempo, devendría su mayor valor. Aquel fue un momento estelar en la historia de la humanidad que tuvo su cronista en la obra de Orwell, seguramente el crítico más incisivo de la historiografía liberal-estalinista sobre España.

  Y last but not least, hay  que hablar del “trotskismo”, un concepto que para su acuñador, Stalin significaba mucha más cosas que la fidelidad a las ideas personales de Trotsky. De esta reducción no era más que un reflejo de la medianoche en el siglo: enfrente solo quedaba un gigante, Trotsky. Pero el acervo revolucionario era mucho más amplio, y en el propio Trotsky se dan no pocas contradicciones. La española quizás sea la más grave, y tiene más que ver con el debate sobre la pertinencia o no de fundar la IV Internacional, que por sí mismo.  En contra de cualquier debilidad con el Buró de Londres, Trotsky caracterizó al POUM como un “partido centrista”, y lanzó contra él toda su artillería olvidando que más allá de cuatro conceptos generales, desconocía que en España no había nada parecido a los bolcheviques, y lo que trató de crear Munis recién regresado de México, fue un mero remedo sin el menor anclaje.  En los años ochenta, el torrente argumental de Trotsky  empezó a ser contemplado desde otras perspectivas. Era un cambio que ya estaba presente en   los trabajos de Pierre Broué, así como en algún pasaje de Daniel Bensaïd.  Desde aquí, las lecturas de estudios como los citados, evidenciaba que la revolución española tuvo cuesta arriba lo que la rusa tuvo cuesta abajo: aquí la iniciativa la tuvo el militar-fascismo, y el estalinismo aparecía como un espejismo. El POUM no podía saltar por encima de sus propios límites. Estaba objetivamente condenado a ser arrollado por la fuerza de los acontecimientos como lo había –en mucho mayor grado- el propio trotskismo en Alemania y Francia, y como lo estaría todavía más durante la II Guerra Mundial, y después. No había programa-talismán capaz por sí mismo de saltar por encima del signo abrumadoramente reaccionario de los tiempos.

 Pero sobre todo, para muchos de nosotros y nosotras, el POUM cobró vida a   través de Juan Andrade, Mª Teresa García, “Quique” Rodríguez, Wile, Mika, de Cabo, etc,  camaradas de cuya categoría revolucionaria teníamos mucho que aprender…

  Será desde esta nueva (re)lectura que se hablará y se escribirá de otra manera, y se crearán las condiciones para el surgimiento de una entidad como la Fundación Andreu Nin que, a pesar de sus limitaciones, ha ido haciendo un trabajo por establecer unos mimbres que los múltiples destrozos de las derrotas habían destrozado.

 

 

Notas.

--1) En aras del espacio me remito a mis notas Mayo 1937. Algunas notas bibliográficas (Viento Sur, nº 207, septiembre 207,  p. 123), y editadas en Kaosenlared como Bibliografía de la revolución española. También me he referido en detalle a todas estas polémicas en mis trabajos sobre el POUM.

--2) “El gran camuflaje”: Julián Gorkin, Burnett Bolloten y la Guerra Civil Española, texto incluido en la edición de Paul Preston, La República asediada (Ed. Península, Barcelona, 1999, p. 483). Tal como demuestra Alfredo Grimaldos La CIA en España, (Debate, Madrid, 2006) donde sí realmente intervino la CIA fue en la Transición, y no precisamente a través de viejos republicanos (que los hubo, y no pocos).

--3) Una anécdota al vuelo por sí alguien puede hacer algo: según me contó Kemal, en pleno desvarío de la etapa final de la relación MCE-LCR,  un día apareció un anciano en el local común de Granada con una maleta, y la dejó allí diciendo: Aquí están los documentos del POUM de Andalucía. Yo los he guardado durante todo este tiempo, como veo que ustedes son lo más próximo a este partido, os la dejo…”. Y nunca más se supo de la maleta.

--4) Sobre Maurín se acaba de publicar un libro necesario, Joaquín Maurín. Desde Huesca a Nueva York, de Alfonso Claverías (Salvador Trallero Ed., Seriñena, 2010), que pone los puntos sobre las íes sobre el personaje del que acaba de aparecer la antología ¿Socialismo fascismo?, una antológica preparada por Andy Durgan..

 

(*) Miembro fundandor y vicepresidente de la Fundació Andreu Nin DE Catalunya, y autor de varias obras sobre el historial del POUM y su entorno: Retratos poumistas (Renacimiento, Sevilla, 2007), La cuestión Orwell (Sepha, Málaga, 2008), Una ramo de rosas rojas y una foto. Variaciones sobre el proceso del POUM (Laertes, Barcelona, 2009), y El fantasma de Trotsky (España, 1916-1940),  a punto de edición en Renacimiento, Sevilla. Este artículo apareció en el “dossier” sobre la “memoria histórica” de la revista Viento Sur con el título de La memoria revolucionaria y el “maldito asunto” del POUM