Los puntos (sobre las íes) de Negrín.

 

A Wilebaldo Solano.

 

En las últimas semanas, con una profusión desacostumbrada de medios, se recupera la figura de Juan Negrín, presidente del Consejo de Ministros de la Segunda República Española. Así, aparece a bombo y platillo: una exposición fotográfica en la sala municipal de Conde Duque, en Madrid; un documental en La 2 de TVE, en horario de máxima audiencia, una biografía de Moradiellos, y un artículo, también de este autor, en el diario de mayor tirada.

 

No debía de extrañarnos esta profusión de eventos, y más cuando todos los colectivos que participamos en la Recuperación de la Memoria Histórica, nos quejamos habitualmente de la carencia de difusión, de expresión, de propaganda, en suma, de que disponemos. Pero hete aquí, que algo huele a podrido en Dinamarca. Algo que se calla, que no se atreve a sacar a la luz. Y es que esta respuesta hagiográfica del político republicano, proviene de unas fuentes, que durante toda la transición han callado sobre esta figura. Más aún, el partido al que ha pertenecido Juan Negrín, el Partido Socialista Obrero Español, mostrando una consecuencia de la que luego hablaremos, no sólo no se refirió a la controvertida figura, sino que además, debemos decirlo, lo ignoró por completo. Y no se podía ni buscar una foto de dicho personaje en la sede del partido, en Ferraz, al menos desde el punto de vista oficial.

 

Este hecho chocante, es paralelo a la trayectoria del político. Es evidente que si en verdad, se puede decir algo de Negrín es oportunista. No en el sentido insultante, sino en el sentido crítico. Así algunos de los que presentan, hoy día en los medios citados, su figura se refugian en ese oportunismo. Primero, porque demagógicamente conocen que sus públicos no están puestos al día en Memoria Histórica; acontecer que ya se han encargado ellos mismos, cuando iniciaron la Transición, de ocultar, para que las generaciones no lo supiesen, evidentemente, tras el miedo, nuevamente, del oportunismo histórico.

 

Y segundo, porque así se suman al carro de la Recuperación de la Memoria, comenzando la casa por el tejado. Es decir, recuperamos algo, para que no se recupere lo que interesa. Recuperamos a los muertos, pero no a los vivos. Recuperamos parcialmente, pero no totalmente. Y no tienen ningún pudor en recuperar a alguien que no pasó por el mundo como socialista, precisamente. Y pueden ustedes utilizar cualquier acepción del socialismo, socialdemocracia incluída.

 

Porque el flaco favor que le hizo a la Historia, Juan Negrín, fue ser compañero de viaje en una primera etapa del camarada Stalin, y bien digo Stalin, que no digo comunismo. Porque José Stalin, cuando comerció, pasteleó y persiguió a sus enemigos, con la colaboración activa de Negrín, había dejado de ser comunista. A lo mejor nunca lo fué. Pero desde el momento en que comenzó a procesar bolcheviques, a asesinar a sus compañeros del 1917, a no ayudar a los verdaderos revolucionarios mundiales, sería político, pero comunista no.

 

Sus hagiógrafos (los de Negrín me refiero), hoy día, no sabiendo que hacer en su defensa dicen, entre otras lindezas, que a Juan Negrín lo eligió Azaña. Que no fue el PCE, ni el KGB. Estos inocentes historiadores piensan que los que estudiamos sus textos, o leemos sus libros, nos estamos chupando el dedo. Pues claro que cuando se hace una jugada política, se hace “institucionalmente”. ¿O piensan estos señores que iban a llegar Rosemberg, Orlof, Vidali y compañía, a las Cortes con metralletas, en nombre del papá Stalin, a obligar a firmar el nombramiento de Negrín?. ¡Señores!, las cosas en política son más sutiles. Primero se dá el golpe de Estado contra la Revolución. Primera presión: Se provoca el conflicto armado contra POUM y FAI, intentando entrar en la Telefónica de Barcelona con las armas en la mano. Era fácil una provocación. Saltan las barricadas en las calles. Es mayo de 1937. La persecución staliniana está perfectamente documentada. La infiltración en la Generalitat para echar a anarquistas y poumistas, apoderándose del espacio político, perseguir el trostkysmo y por si fuera poco, ¡sirviéndose de los cenetistas en el poder: Montseny, Peiró y compañía!. Todo con el objeto doble de acabar con la oposición de izquierdas y con el protector Largo Caballero. De esta forma de un solo plumazo, en dos meses, mayo y junio de 1937, se elimina al POUM, verdadera paranoia de Stalin, se aparta de la lucha a los amigos de Durruti, a la Fai y a los cenetistas más revolucionarios, se eliminan las milicias populares, se quita del poder a Largo Caballero y se maquina la subida al poder de quién les baile el caldo. ¡El que paga manda!. Y el que pagaba, perdóneseme la expresión, era el que mandaba armas y asesores, o sea directamente Stalin, que éste no se andaba con delegaciones, sino para aparentar una institución soviética, que como se demuestra en el XX Congreso no era tal.

 

Negrín fue el clásico político, que por desgracia tanto ha abundado en nuestro país, pero también en el mundo, que la ambición y la oportunidad no es virtud española únicamente. Es decir de la cátedra al escaño. Y desde arriba, siempre desde arriba, sin contar con las bases, con los militantes de cualquier nivel, aprovechándose enormemente de la situación de guerra y caos alrededor, moviendo los hilos a su entender eliminando siempre al débil, y aliándose con el que estaba a su lado más fuerte.

 

La entrada en escena de este personaje comienza con un asesinato. No que lo hiciera él, pero que no le importó que se cometiera. Segunda presión: la persecución contra Nin. Le resbaló su secuestro y asesinato, con torturas incluídas; para él, en frase histórica, fue un muerto más del acontecer bélico. Ni siquiera se moletó en investigar si estaba muerto o sólo desaparecido. Es triste para nuestra República que sólo los ministros vascos, y católicos, nada sospechosos de trostkysmo, ni de comunismo heterodoxo, Zugazagoitia e Irujo, fueron los que intentaron mantener la legalidad republicana, persiguiendo la ignomina del KGB contra Nin y el POUM. Pero no fue suficiente. Arriba estaba el poder real staliniano y el poder de paja del doctor Negrín.

 

Nos dice Beevor que “la pugna entre los comunistas y los socialistas moderados (Prieto, sobre todo) por un lado, y los caballeristas, los anarcosindicalistas y los poumistas, por otro, (se refiere de noviembre 36 a marzo 37) estaban alcanzando cotas peligrosas no sólo en las cuestiones organizativas de la estructura militar de la República, sino también en el Gobierno, la retaguardia y la misma línea de fuego. Aún quedaban anarquistas convencidos de que a Durruti lo habían matado los comunistas….”. Esto era un hecho.

 

Otro hecho era que ya el POUM, con su periódico “La Batalla” había sido el primero en denunciar los crímenes de Stalin sobre los bolcheviques en los Procesos de Moscú. Ya en septiembre de 1936 se había realizado la ejecución de Zinoviev y Kamenev y siguieron todos los demás. Sólo escapó la bolchevique Alexandra Kollontai, y no sabemos si esto se debió a algún problema freudiano de José Stalin, porque fue la única bolchevique que no sufrió purgas. Creo recordar que se le asignó una embajada en Suecia.

 

Creo que es necesario fijarnos, otra vez, en las palabras de Beevor: “En la reunión del Consejo de Ministros del 13 de mayo, el ministro comunista Uribe, siguiendo las órdenes de Moscú, pidió la supresión del POUM y la detención de sus dirigentes. Largo Caballero se negó diciendo que no ilegalizaría un partido de la clase obrera contra el que no había ninguna prueba. Los ministros anarquistas lo apoyaron y acusaron a los comunistas de provocar los hechos de Barcelona”.

 

Por lo tanto, la subida al poder de Negrín no fue inocente. Subió porque iba a defender los intereses de los más poderosos. Evidente que Negrín no era revolucionario, creemos  con toda fe que tampoco era socialista, y mucho menos comunista. ¿Qué queda entonces? ¡Oportunista!.

 

Y sigue Beevor reflejando el clima que se respiraba: “Los comunistas se habían aproximado a Negrín a finales del año anterior (recordamos: después del asesinato de Durruti) y conocían su disposición a aceptar el cargo de jefe de Gobierno. Prieto y los republicanos liberales apoyaron también la candidatura de Negrín y el presidente Azaña le encargó (no podía ser de otro modo en la legalidad republicana), con un suspiro de alivio (Prieto no quería serlo, este dato será  históricamente digno de ser investigado), que formara gobierno el 17 de mayo”.

 

Pero la denuncia de todo lo expuesto no fue callada. En cuanto se supo el nombramiento de Negrín, la CNT recuperó su discurso: “Se ha constituído un gobierno contrarevolucionario”. Y Beevor cita que se apostó por una forma de gobierno que Negrín y los comunistas llamaron de “democracia controlada”. Ya saben los lectores lo que implica que la democracia lleve apellidos. Franco a lo suyo lo denominó “democracia orgánica”.

 

No en todo vamos a estar de acuerdo con Beevor. Practica con Negrín una apología de la necesidad de la defensa de la ley y el orden, de la mano dura, que Negrín era bien visto por Churchill…¡Otra gracia!. Ahora se cita que Negrín era el “Churchill español”. Veamos bien quién fue Churchill. Ni más ni menos pactó con Franco, a pesar de alemanes e italianos. Le tuvo cogido por sus atributos. Siempre me pregunté por qué Franco, aprovechándose de la ayuda de Hitler y Mussolini, no había invadido Gibraltar. En el libro “Churchill y Franco”, de Richard Wigg, se nos explica que el premier británico había dispuesto una flota con 40.000 hombres, y le había hecho saber al pequeño dictador español que si tocaba Gibraltar que se olvidara de las Canarias. Éstas estaban lejos de la línea de actuación hitleriana, y muy indefensas, y por supuesto el Caudillo no estaba nada dispuesto a enfrentarse a la flota británica. Esta postura de fuerza, unida a la labor de los servicios secretos británicos y a los comerciales también, que desviaron la venta de wolframio a través de terceros interpuestos, para la industria de guerra británica y americana, hizo que al final, como si de una bella pareja cinematográfica se tratase, Churchill y Franco fueran “compañeros de viaje”. Pues si ese es el ejemplo para llamar a Negrín el “Churchill español” flaco favor le hace.

 

Pero ya sabemos que la Historia o mejor dicho la explicación burguesa de la Historia se basa en el encumbramiento personal del personaje. Y aquí no me queda más que hacer un agradecimiento a Wilebaldo Solano, militante octogenario del POUM, que me dió la clave del pensamiento. En efecto, en la presentación hace algunos años, de su libro “El POUM en la Historia. Andreu Nin y la revolución española”, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, citaba que para observar con una cierta honestidad la toma de decisiones en ciertos momentos de la Historia o de la política, cabría preguntarse si la solución tomada sirve para “la explotación del hombre por el hombre”.

 

Esta frase me ha ayudado mucho en la vida. La ordinaria, la política, la laboral, la sindical, etc. Porque es cierto que cuando, como el caso de Negrín, se llega al poder en el momento en que se pretende descabezar al movimiento obrero, alejando sindicalistas, y poumistas, reprimiéndoles, creando instituciones para perseguirlos, descabezando las milicias, no para hacer un ejército popular, como continuamente se ha justificado, sino para apartarlas de la lucha y de las armas, entonces es evidente que las acciones que se han promovido no eran con la voluntad de acabar con el fascismo, sino de la persecución de sus rivales republicanos. Y en vez de promover una democracia, con las fuerzas del Frente Popular, obrera y solidaria, se persiguió a una parte, siendo juguete de intereses ajenos, porque con esta decisión, tampoco logró lo que pregonó como consigna: “resistir es vencer”.

 

El 16 de junio de 1937 se realiza la detención, secuestro y posterior desaparición de Andreu Nin, el pensador, con mayúsculas, más importante del marxismo español. El hombre que vivió con los revolucionarios del 17, que introdujo en España la literatura de los mejores escritores rusos, la traducción al catalán de los mejores títulos, literarios y políticos, el hombre que luchó aisladamente en la Generalitat, con resultado exitoso por la imposición de los Tribunales Populares con garantías jurídicas. El hombre que conoció a Trostky, que trabajó con él, que llegó a debatir con él. Pero esta historia que han desarrollado biográficamente historiadores tan importantes como Pelai Pagés, (“Andreu Nin: su evolución política. 1911-1937”, entre otros libros) no la vamos a tratar aquí. Sólo dejar constancia que no se movió un dedo, para averiguar la verdad y para salvaguardar la garantía jurídica que no sólo Nin, sino cualquier ciudadano merece. Y esa persona que cometió tamaña tropelía y omisión se llamó Juan Negrín.

 

El 22 de junio el gobierno Negrín crea los Tribunales de Espionaje y Alta Traición. Su objetivo juzgar a los militantes del POUM por traición a la República y apoyo al fascismo.

 

Dice Beevor: “Con la distancia que da el tiempo sobre el ambiente sobre los procesos de Moscú o de España en 1937, se nos hace difícil entender cómo alguien pudo creer las acusaciones de fascismo que se lanzaron contra el POUM y cómo el gobierno de la República no puso fin a la guerra sucia que llevaron a cabo los stalinistas contra los seguidores de Nin, a quienes secustraron, torturaron y ejecutaron en una muerte anónima. Hasta Prieto, que había ayudado a Negrín y los comunistas contra Largo Caballero, empezó a volverse en su contra.”

 

¿Por qué el gobierno no puso fin a la guera sucia….? se pregunta Beevor en el párrafo anterior, pues es bien claro, por que el presidente de ese gobierno ¡se llamó Negrín!.

¡Por sus hechos los conoceréis! Para sus hagiógrafos esto fue una pequeña mancha que se justifica con la ley y el orden. Ley y orden que implica la explotación del hombre, que hablaba Wilebaldo.

 

Por cierto, en los procesos abiertos contra el POUM nunca se pudo probar que fueran traidores a la República, ni que espiasen a favor del el fascismo.

 

Esos dos puntos negros, muy negros, de Negrín, es decir la desaparición de Nin, y la persecución del POUM, con el descabezamiento de las milicias populares, y la desaparición de todo lo que oliera a obrero del gobierno, no fueron despistes de un político burgués. Es una línea cuya trayectoria se va haciendo cada vez más confusa.

 

En esta confusión, se argumenta que la despedida de las Brigadas Internacionales en Barcelona el 28 de octubre, fue otra maniobra de Negrín para obligar a Franco que también despidiera a las tropas alemanas e italianas. Maniobra que realmente fue un desastre. Se fue la flor y nata de los voluntarios internacionales, pero no se fueron los del otro lado. Es decir, se fueron 10.000 italianos, para reemplazarlos por aviación y artillería que a Franco le venían mejor. Un paripé auspiciado por Negrín, que en la Sociedad de Naciones el 21 de septiembre de 1938, anuncia la retirada de voluntarios internacionales y sugiere la creación de una comisión internacional que supervise el proceso en los dos bandos. Magnífica jugada de un político profesional, en la que no se consigue ningún logro, pero resulta muy apreciado por quienes le escuchan, admirando su talante como político. ¡Valiente burla para una República en guerra!

 

El día siguiente 22, comienzan los procesos contra el POUM en Barcelona. La cortina de humo de la Sociedad de Naciones muy oportuna para velar basuras internas. Hoy mismo, 15 de noviembre de 2006, Bush que acaba de perder el poder en el Congreso y el Senado, que pasa a manos de los demócratas, emprende un viaje internacional a Viet Nam, que nadie le ha pedido, para tapar la derrota en las urnas y no afrontar el escándalo de la guerra de Irak, y su terminación, como le exigen los demócratas estadounidenses. ¿Les suena?. Utilizar la política internacional para tapar los problemas nacionales no es de ahora. Mientras el pueblo, el de la República ayer, el de Irak hoy, sigue muriendo, sigue sufriendo injusticias….¡y los hagiógrafos cantan las virtudes ante los dioses, de sus protegidos!

 

Podríamos seguir haciendo una investigación, pero es que el personaje no lo aguanta.

Ya Victor Alba, en el año de su fallecimiento, se atrevía a decir: ¡fijaros que no se ha escrito nada sobre Negrín!. Lo decía con el amargo gusto de quién sabe que no se deben escribir mentiras. El mismo escribió, de forma paradójica, en debate con Jackson, sobre Negrín. Y es que es díficil trasmitir bondades, de quién no tuvo ningún reparo en no hacerlas.

 

Las dos gotas que colmaron el vaso de la ignominia, sin mencionar la JARE, la enemistad con Prieto, la labor de zapa con la República en el exilio, etc., etc. son, para mi forma de ver las cosas, de una estulticia que no resiste comentarios: la primera, argumentar el apoyo a Franco, en 1948, para entrar en el Plan Marshall, debido a que España así saldría de la miseria. Que sería como pedir a los demonios que hagan el bien ya que a fin de cuentas, son ángeles. O que la paella que a mí me gusta, no tenga granos.

 

El otro caso, el de querer funcionar de buen administrador español envíandole al dictador las cuentas, junto con la documentación, del llamado “oro de Moscú”, y en qué se había gastado. Es decir la Contabilidad del niño bien aplicado que pretende buena nota de su maestro.

 

Querer pactar con Franco, cuando éste no sólo no estaba dispuesto a hacerlo, sino que seguía matando republicanos hasta el fin de su vida, y que además despreciaba su existencia, es una burla tal para la Historia que recordar el nombre de Negrín con orgullo es portar una gruesa venda sobre los ojos.

 

No hay palabras para juzgar estos hechos. Una cosa es recuperar la Memoria Histórica y otra muy distinta defender lo indefendible. La República no fue perfecta. Fue legítima, y no mereció el trato que se la dió, ni por los golpistas ni por los oportunistas.

 

Antes de concluir, sé positivamente que este artículo levantará ampollas. No es un artículo ni contra el comunismo, ni contra el socialismo. A lo largo de la Historia ha habido personas y entidades que han intentado apoderarse del carro de Clio, en su provecho, en su propio beneficio, en el individual y en el de su camarilla. Han pasado por encima de los intereses democráticos incluso de sus propios militantes, de sus simpatizantes, han ayudado en suma al enemigo. Han luchado contra su clase, por su ambición, por su orgullo.

 

Creemos sinceramente que conviene exponer sus casos, pero nunca recordarlos como mérito. El recuerdo es algo cariñoso, emotivo, que trae enseñanza, que ayuda. El caso de Negrín es un caso para olvidar… ¡voluntariamente!

 

Antonio Cruz González

Noviembre 2006.

 

Bibliografía esencial para este artículo:

 

Victor Alba y Gabriel Jackson. Juan Negrín. Cara y Cruz. Ediciones B 2004.

Anthony Beevor. La Guerra Civil española. Crítica. 2005.

Ted Grant. Rusia. De la revolución a la contrarrevolución. Fundación Federico Engels. Madrid. 1997.

Ignacio Iglesias. Experiencias de la   revolución. Fundación Andreu Nin y Laertes. 2003.

Pelai Pagés. Andreu Nin: su evolución política (1911-1937). Ediciones Z. 1975.

Wilebaldo Solano. El POUM en la historia. Andreu Nin y la Revolución Española. Ediciones La Catarata. 1999.

Richard Wigg. Churchill y Franco. Debate. 2005

José María Zavala. En busca de Andreu Nin. Plaza y Janés. 2005.