CHURRAS O MERINAS

                                           (como enfocar de una vez el compromiso con la memoria histórica)

  

La voluntad del republicano era el título que iba a dar a este artículo. Luego opté por uno más castizo. Lo de republicano podía sonar a Bush y prefiero no pensar siquiera en una confusión así.

 En la búsqueda por la Recuperación Histórica se está poniendo mucha vehemencia, interés y desde luego responsabilidad, pero no todo parece perfecto. No trato de hacer una apología de Asociaciones o Grupos, ni tampoco una persecución de los opuestos. Creo que en este momento varias personas nos hemos unido, por afinidades o ideologías en esa búsqueda del derecho de los vencidos, no reconocido, pisoteado y vilipendiado, con distintos puntos de vista. Pero los diferentes barcos van llegando a puerto. Al fin un gobierno del Partido Socialista Obrero Español toma, con retraso, la decisión de, mediante Decreto, crear una Comisión para el estudio y las soluciones pertinentes con las victimas de la guerra civil y el franquismo. Yal decir retraso no se tome como una crítica, sino como un hecho, que ya no permitirá a muchos testigos de la guerra civil y/o la dictadura, verlo, porque ya fallecieron o por la edad se encuentran en condiciones de salud precarias.

 Pero el hecho de la urgencia, no quiere decir irresponsabilidad o ineficacia. Es urgente porque llevamos más de 60 años esperando, pero esto no quiere decir que no se precise un estudio sereno antes de tomar soluciones. Con energía y urgencia, pero no con meteduras de pata.

 Y aquí es dónde propongo el debate. Asisto con estupor, a reuniones, textos y conversaciones en que se prima por encima de todo al derecho de los familiares con sus víctimas, como derecho preferente. Esto no es ya un error político, voy a intentar demostrar que es un error jurídico. El causahabiente en el derecho sucesorio, es el primer sujeto a respetar. Y es su voluntad la que prevalece sobre, o mejor decir, incluso, sobre el derecho de los herederos. Expresado en lenguaje de la calle, la voluntad del fallecido, se respeta por encima de los derechos de los familiares, amigos e interesados, en sus derecho y obligaciones. Es necesario y preciso, que esa voluntad del causante de la herencia, quede expresa de forma clara, bien en escrito de voluntades (testamento) o bien a través de testimonios de personas que expresen, fuera de toda duda, su voluntad.

 Pues bien, el causante o causahabiente, da fe ante la sociedad de los hombres, y más concretamente ante su enemigo, que lo busca por eso, de su ideario republicano. Y es buscado, perseguido, matado por ser de la República, ya fuera anarquista, comunista, socialista, poumista, de izquierda republicana, o de cualquier otro partido que defendiera a la República. Pero también por ser un profesional, en su trabajo, al servicio de la República; bastaba con ser maestro, o secretario del ayuntamiento, para ser llevado al pelotón de fusilamiento. Y si podemos establecer que hubo casos aislados, de venganzas personales, también se puede considerar que entraban en ese odio del enemigo fascista, al entrar en pueblos y ciudades, que hasta ese momento fueron republicanos. Los crímenes de guerra, o los posteriores crímenes contra la humanidad, en la posguerra, se hicieron contra personas cuyo único delito era vivir en algún territorio ocupado más tarde por los rebeldes, y no tener avales de fe fascista.

 Por lo tanto, deduzco que el testamento político de los desaparecidos, represariados y fusilados, estaba claro. O había documentos que probaban su vinculación a la República, carnets de partido, sindicato, profesional, etc., o había testimonios de compañeros, familiares, e incluso, del enemigo.

 Una vez  establecido el derecho del caído republicano, aparece, muchos años después, la petición de familiares, camaradas, amigos, a ser reivindicado, a ser homenajeado, a ser enterrado en un sitio decente. Y aquí hay otro error jurídico. Creo, y si estoy equivocado deben decírmelo, que la exhumación de un cadáver debe hacerla un juez. Es evidente que puede hacerlo de oficio. Pero como esto no conocemos muchos casos que se hayan dado, es evidente que hay que denunciarlo. Y el juez ante esa denuncia no tiene más remedio que acceder a la exhumación. La dificultad está en conocer exactamente el lúgar dónde hubo una fosa común, o unos restos de personas matadas, por cualquier procedimiento, despeñadas o fusiladas. Pero estas localizaciones  se van haciendo poco a poco, y se van conociendo los sitios. Y es responsabilidad del juez, que las exhumaciones se hagan de forma legal y pública. Porque estamos en el ámbito del derecho público, que no quiere decir que las familias no tengan su importancia.

 También reivindico, y entiendo, el derecho familiar. Si no fuera por las familias, muchas de las fosas que se están descubriendo, investigando, etc., no hubiera sido posible. Los sacrificios que pasan las familias, durante más de 40 años de represión y silencio. Con amenazas, insultos y persecuciones, es una tortura no comparable con ninguna otra. Sobre todo en los lugares de poca población, dónde desde la pintada en sus muros, hasta tener que ver al asesino del padre o abuelo, todos los días, representa una burla de la historia con los vencidos.

 Es por esto, por lo que hay que reivindicar la esfera de lo público. En un artículo anterior publicado en Rebelión.org establecía la diferencia entre desaparecidos o desperdigados. Creo que no llegó a quedar muy claro el título. Desaparecidos es una categoría de un colectivo, desperdigado es el hecho de una unidad de un colectivo que no se encuentra entre los suyos. Aquí  no se trata de desperdigados que encuentra un familiar y se lo lleva a un nicho de su familia en el cementerio, haciendo una ceremonia religiosa, y aquí paz y después gloria. Aquí se trata de un hecho luctuoso, un asesinato en serie, un crímen contra la humanidad, que se ha pretendido que sea silenciado por la Historia, mientras los responsables se daban golpes de pecho “perdonando”  a los rojos. Luego hay una diferencia clara. Esa diferencia se debe establecer desde fuera de la familia. Cuando se concede el premio Nobel, o el Cervantes, o una medalla a título póstumo, no se consulta a la familia del homenajeado. ¿Por qué aquí se trata de hacer algo íntimo, a hurtadillas, cuando los que se tienen que esconder, deberían de ser los asesinos? No se reclama venganza, sino restituir el honor y la dignidad, primero del fallecido, después de sus familias, que sufrieron por el desaparecido, por su situación y su pensamiento, por su ideario y su defensa de la República y la libertad.

 Y dejo para el final el papel de la Iglesia. También hay una voluntad familiar, en olvidarse del pensamiento laico o ateo o agnóstico de los desaparecidos y/o fusilados. Muchos de ellos testimoniaron ante el pelotón o minutos antes, su negativa a confesarse o a rezar o a inclinarse ante un cura que acompañaba, en general de buen grado, a los fascistas. ¡Y luego cuando lo trasladamos al cementerio aparece un cura rezando un responso!. Eso es una burla cruel. Y las segundas o terceras generaciones, ajenas a esa guerra, a esa ignominia, no tienen derecho, ni a revistir ese féretro con una bandera monarquica, que no es la suya, que no es la que defendieron y murieron por ella, ni a que les enseñen con un hisopo y unos rezos el camino del paraíso, que si existe, ellos ya lo tienen ganado hace mucho tiempo, sin necesidad de curas y simulaciones.

 Ahora se  van a empezar las negociaciones con la Comisión creada por el Gobierno Zapatero. Se supone que ahora se comienza una etapa de legalidad, en que se fortalecerán todos los vínculos jurídicos y políticos que comentamos, y que me gustaría resumir:

 1.- Reconocimiento expreso de que las víctimas fallecidas o desaparecidas en la Guerra Civil o en la posguerra, lo fueron en una situación de ilegitimidad jurídica, contra la Constitución Republicana y en defensa de ésta y de la libertad.

 2.- Reconomiento de las últimas voluntades de los fallecidos, de tal forma que los cadáveres o restos que se encuentren, consecuencia de la investigación que se realice, no sean objeto de burla o escarnio, respetando sus ideales republicanos, usándose los símbolos que acreditan esa voluntad y no otros. (Bandera, actos laicos, etc.).

 3.- Exhumación, desde la petición familiar y/o de asociacones, partidos o particulares interesados directamente en el caso, de los restos en fosas comunes o lugares, y traslado al cementerio, preferentemente civil, a cargo del Estado y sus instituciones autónomas, provinciales y/o locales, con apoyo decidido a todo tipo de homenaje político y público de su memoria.

 4.- Anulación de los actos jurídicos establecidos por las autoridades franquistas en el período 1936 – 1978, como actos nulos de pleno derecho y por lo tanto no objeto de recursos de ninguno tipo, que acreditarían una legitimidad que no tienen (ver informe Nizkor: apartado 2. Declarar por Ley la nulidad de todas las acciones legales del régimen franquista, haciendo mención expresa a las Resoluciones de las Naciones Unidas adoptadas por unanimidad por la Asamblea General de la ONU el 9 de febrero de 1946 [Res. 32(I)] y el 12 de diciembre de 1946 [Res. 39(I)], y a su carácter criminal según las normas de derecho internacional). Especialmente con los Sumarios de los Tribunales Militares y de Orden Público en su persecución de TODOS los expedientes.

 5.- Establecimiento de las pensiones compensatorias, iguales a las establecidas en idénticos casos a los vencedores de la Guerra 1936-1939, de viudedaz, orfandad, de retiro militar (incluídos no solo militares, sino también guerrilleros maquis, auténtico ejército clandestino de la República), e indemnizaciones “causa belli”, niños de la guerra, exilados, etc.

 6.- Establecimiento público del derecho al HONOR de todos los que murieron o sufrieron cualquier tipo de represión, que van desde el fusilamiento al menor expediente administrativo, en el período 1936 – 1978, mediante placas, calles, lápidas, diplomas, y por supuesto la retirada de las mismas de signo contrario, conteniendo nombres y estatuas de representantes del sistema dictatorial franquista.

 Quizá se puedan añadir más capítulos, pero no cabe duda que éstos son los esenciales.

 Finalmente que de las aclaraciones y críticas que se vierten en lo anterior escrito, no se busque un cauce de ruptura o disensión , sino la solidaridad y la cohesión para llevar a buen término estas reivindicaciones.

 

Estamos en la esfera de lo público, históricamente hablando; los derechos individuales, voluntad del fallecido, voluntad de la familia, tienen que quedar amparados, pero también los públicos. No se puede quedar impune la memoria de las verdugos y quedar sin siquiera citar la memoria de las vícitimas. Y esto tiene que hacerse desde las Instituciones Públicas. Creo que en esto estamos y el esfuerzo es de todos los que llevamos años luchando por ello. Lo contrario sería confundir las churras con las merinas.

 

                                               Antonio Cruz González

 

                        Despage: Desaparecidos de la guerra civil y el exilio republicano

                                     

                                           Madrid 22 septiembre de 2004

 

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