Contradecir al Maestro.

En el diario de mayor tirada, escribía, el 16 de Septiembre de 2004, Haro Teglen un artículo denominado “Restituir”. En él aparecían frases como “No es posible rehacer lo destrozado: restituir a los descendientes lo que hubiera sido suyo…” y también: “No merecería la pena. Ya no se puede restituir. Ni es deseable”.

 En el artículo se estaba refiriendo a la Memoria Histórica, a su recuperación para aquellos que perdimos la guerra, la democracia, la República, los derechos, y lo que es más importante, la vida de nuestros familiares, amigos, compañeros y conciudadanos. El escepticismo que rodea el artículo del, otras veces Maestro, Sr. Haro Teglen, parece que le hace olvidar sus memorias de niño republicano. Tiene razón en que no es posible restituir la vida de los que cayeron bajo las balas fascistas, bajo los tribunales sumarísimos, bajo el hambre, frío y esclavitud de los campos de trabajo del general dictador. En eso tiene razón.

 Pero, parece pueril, que el artículista no vea que la restitución del honor, del compromiso de que no vuelva a ocurrir, a través de unas instituciones fuertes que amparen los derechos, no sólo presentes, sino de todos los demócratas, de antes y después, que esto sea necesario, y además posible, y además responsable, en los descendientes de aquel sistema imperfecto, pero “el menos malo de los posibles” en frase histórica, llamado democracia.

 Y es necesario, Sr. Haro, y también posible, que desaparezcan los nombres de los asesinos, torturadores, y representantes de un régimen dictatorial, de las calles y plazas de un país europeo, democrático y que quiere vivir en paz. No se puede pasar al lado de un caballo de bronce, mientras encima se pavonea un general, que lo dejó todo atado y bien atado. Los ciudadanos responsables tenemos que desatar y restituir el honor, la fama, el recuerdo, la memoria. Y es deber de todos los españoles, incluso los vencedores y sus descendientes, que nuestros hijos conozcan fría y desapasionadamente la verdad histórica. Y que esa memoria recuperada sea pública. No se trata tanto de llevar a los muertos a sus cementerios, como un sepelio privado, sino de restituir su honor, porque lucharon por la democracia (La República lo representaba) y la libertad.

 Y esto es deseable. Siento contradecirle Maestro, pero no sólo es deseable, sino que el Gobierno actual, en un gesto que le honra, se ha comprometido después de tantos años de transición y peticiones, a Formar una Comisión (hoy se ha publicado en el BOE) para amparar a todos los que de una forma u otra hemos sido, y desgraciadamente hasta ahora todavía lo somos, víctimas del franquismo.

 Por esas casualidades del destino,  llega a mis manos es este momento un libro de Santiago Camacho, “Las Cloacas del Imperio”, en el que se cita al periodista John Swinton, jefe de staff del New York Times, que dijo en 1914 en un almuerzo de trabajo:

 No existe la prensa independiente…Si permito que mis opiniones sinceras aparezcan en mis escritos, antes de veinticuatro horas mi trabajo se habría esfumado…Somos herramientas y vasallos de los hombres poderosos que actúan detrás de la escena. Somos las marionetas que saltan por medio del hilo; tiran de la cuerda y nosotros bailamos. Nuestros talentos, nuestras posibilidades y nuestras vidas son propiedad de otros hombres. Somos prostitutas intelectuales. (Des Griffin, Descent into Slavery?, Emissary Publications, Pasadena, California, 1980.

 Pues eso, Sr. Haro…

 Finalizo. Hoy “su” diario en doble página dedica tres artículos a la Recuperación de la Memoria Histórica. Parece ser que cuando interesa se desmarca de “sus” opiniones. Las contradicciones de la ideología dominante.

                                                                             Antonio Cruz González

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