Carta abierta al exilio (que coincide con el primero de mayo).

 

Cuando se estudia la Guerra Civil  provocada por el golpe de estado que dió el ejército rebelde contra la II República Española, se puede caer en la tentación de considerar que los vencidos al tener que salir del territorio republicano, iban a seguir una política conjunta contra el régimen del general Franco, haciendo todo lo posible desde el exterior para que la caída del dictador sucediera cuánto antes. Desgraciadamente, faltó la unión entre las diferentes fuerzas y al grito de: ¡Sálvase el que pueda!, los diferentes partidos, asociaciones, sindicatos, o bien los que no tuvieron o no quisieron integrarse y fueron por libre, se desperdigaron, cada uno con su consigna, buscando dónde poder iniciar una vida truncada por la persecución fascista.

 

No es mi próposito enjuiciar a unos y otros a la luz de la recuperación de la Memoria Histórica, con los datos y archivos que ahora conocemos. Para mí sería fácil, como, desgraciadamente, han hecho otros, erigirme en Juez y analizar los distintos partidos, los subpartidos dentro de los partidos, la financiación de las asociaciones, la proximidad al poder de los estados de acogida, etc., etc. Lo que hay que dejar bien claro, es que el exiliado no fue un  ser privilegiado, muy al contrario, lo pasó muy mal, algunos, muchos, no lo contaron, otros optaron, a la vista de las condiciones francesas, retornar con las promesas franquistas, para caer en situación peor, y los más (cerca de 300.000 ciudadanos republicanos), atravesar el destierro con las penalidades de la 2ª Guerra Mundial, los campos de exterminio nazi (principalmente Buchenwald y Mauthassen), habiendo pasado antes por los campos franceses, dónde retuvieron a los que iban llegando a Francia.

 

En toda esta miseria, destacaría la labor de los cuáqueros que apoyaron, sin compromiso político, sí ideológico, a los que pudieron acercarse a ellos, con una labor humanitaria, sin petición de nada a cambio. En todos los libros consultados siempre he leído su destacada labor.

 

Otro pedestal es para el presidente mexicano, Lázaro Cárdenas, quien contra viento y marea, reconoció a la República en el exilio, enfrentándose a los países que presionaron para que no acogiese a nadie, y no sólo fletando buques para que llegasen a su destino, sino también apoyando en su país, para que se establecieran los transterrados. Es evidente que puede haber quejas, porque hubo asociaciones (JARE y SERE) que ayudaron en la financiación a alguna parte de los exilados, pero el apoyo de Cárdenas fue ejemplar, y hay que recordarlo.

 

No quiero dejar sin nombrar, al menos, la labor de Neruda fletando el Winipeg, o al capitán del Stanbrook, o a la URSS, o a Bélgica, Inglaterra y Francia, que pese a todas las críticas que se vertieron a sus gobiernos, las personas que estuvieron cerca de los exilados, tuvieron unos comportamientos, la mayor parte de las veces, ejemplares. Los paises nórdicos, con su compromiso en ayudar a la República, mediante subvenciones y donativos, recaudados casa por casa, su ayuda médica, etc. etc. Pero, pese a todas estas ayudas, el exilio fue muy penoso, aunque sólo fuera por ello, por ser exilio.

 

El punto al que ahora me voy a referir, podría herir los sentimientos de algunos. Pero el llegar a ser exilado no dá patente de privilegio. Así hoy a la luz de los decretos del gobierno de Rodríguez Zapatero, comienzan las disputas, y si se quiere, porque no decirlo, las intrigas. Al hablar de pensiones, habría que ver caso por caso. Esto es laborioso y penoso. Siempre queda alguien que se cae de las listas. Siempre queda algún caso sin comprobar. Siempre se cae en la tentación de comparar exilado con emigrante. Parece muy sencillo reclamar documentación y certificados a aquellos que llevan tres generaciones fuera del estado español. Parece muy fácil decir “acude al consulado”, cuando éstos y las embajadas, no reciben más información oficial que el BOE, y cada día que pasa, crecen los nervios y los malos modos. ¡A ver si va a tener la culpa, también, Zapatero del exilio franquista! (No demos ideas a la miserable oposición).

 

Porque también, para ser justos, tenemos que destacar que ha habido, hay, y, como la naturaleza humana es como es, habrá, quién se sienta descendiente de la pata del Cid, y nunca mejor el ejemplo de otro desterrado, Rodrigo Díaz de Vivar, y con todos los derechos para reclamar, que primero es ella o es él, y luego el resto. Que hay unos hechos históricos, que fue en el barco tal, que pasó por el campo cual, y que sufrió mucho. Desgraciadamente los que murieron en la escalera de Mauthaussen, o en los hornos de Buchenwald, o en las tapias de los cementerios, no van a poder contestar.

 

Seamos serios, por ser republicanos, no es una opción, es un deber. Tenemos derechos a recibir la compensación (legal, de papeles, económica, de anulación jurídica, de retorno de los derechos y situaciones) oportuna, pero también tenemos nuestras obligaciones. A no ser injustos con el compañero, a no querer pasar el primero o la primera, a cooperar con todos los que nos esforzamos en dar por liquidada la guerra civil.

 

Porque observo, que en estos años, al ver estas vanidades y estos falsos orgullos, hay quien se hace “socialista” para cobrar antes, que hay quien acusa, todavía hoy, al “compañero” de comunista, o de trostkysta, o de anarquista, etc. y así no avanzamos.

 

El exilio, con su dureza, con su lucha diaria, también ha afectado algunas mentes. Hay que pedir relajo y cordura. Hay que llegar a una democracia plena, hay que retirar los símbolos de supervivencia del fascismo, hay que encontrar a los familiares desaparecidos, hay que compensar económicamente a los niños de la guerra, hay que declarar antijurídicos todas las acciones del franquismo, basadas en la fuerza, la falta de libertad, la impunidad, el genocidio. Y, lo más importante, hay que pedir al Gobierno, pero también a la oposición, que sean demócratas, que si se ha estirado la Transición como un chicle o una correa de transmisión del franquismo, para que fuera pacífica, hay que llegar a una tolerancia, que la acritud de la oposición del PP, está haciendo muy difícil. Si algo ha tenido la izquierda en la transición ha sido paciencia, ejemplo de paciencia. Ahora con la tranquilidad de ver las cosas en el tiempo, se procede (¿tarde quizás?) a recuperar esa Memoria, a la que no vamos a renunciar.

 

Que piense la derecha, que piense el PP, que si hubiera que ilegalizar partidos, los primeros tendrían que ser los falangistas, que si hubiera que reparar derechos los primeros tendrían que ser los de los niños de la guerra, y las mujeres y ancianos. No se ha hecho un homenaje aún a todos los poetas víctimas del franquismo, a todos en su conjunto, sin mirar las siglas de partidos. Es muy duro no reconocer a los que cayeron por defender la legalidad, cuando en la misma Francia hay monumentos a los republicanos españoles, auténticos héroes que entraron en París liberándolo, que resistieron al nazismo por la libertad. Se hacen pequeños homenajes, iniciativas privadas o públicas en pequeños municipios, pero falta el remate final. Es lastimoso que el partido del gobierno anterior nos negase hasta la visita al hemiciclo de las Cortes, se oponga a todo lo que sean derechos de los vencidos. Habría que tener la generosidad, nada sospechosa de un Suárez, para cerrar la página definitiva de la guerra civil.

 

Esto es una apelación a la unión de los exilados, a la unión desde el gobierno y a la unión de la oposición del PP, para cerrar de forma pacífica y ejemplar, unos años históricos que nos deben marcar el camino por dónde no debemos transitar.

 

Estimamos que resucitando a los guerrilleros de Cristo Rey o a los comandos de Fuerza Nueva, no vamos a ningún lado. Estimamos que mirando hacia otro lado y dejando sin curar las heridas, tampoco. Y lo que es más importante y otra vez dando ejemplo, estimamos que si la izquierda aquí y en el exilio, no demostramos nuestro talante racional, solidario y crítico, con una crítica en que quepa el adversario, no en eliminarlo, no pondremos fin a la guerra civil.

 

Solidariamente,

 

Antonio Cruz González, por DESPAGE

 

Madrid, 1º de Mayo de 2005.