CENTENARIO DE LA REVOLUCIÓN DE 1909.

Una Semana Gloriosa: 26 a 31 de Julio de 1909.

Antonio Cruz González. Julio 2009.

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Barcelona arde en julio de 1909. La ciudad quemada en la Revolución de 1909.

Situación histórica alrededor de la (llamada por la burguesía) Semana Trágica.

Para introducirnos en el tema habría que contestar a dos preguntas: ¿Qué comienza? y ¿qué termina? con la Semana Trágica.

La Semana Trágica fue un punto de inflexión en la continuidad de la Restauración, que comenzando por Cánovas y siguiendo con el regeneracionismo de Silvela y Maura (con las alternancias liberales principalmente de Sagasta y Canalejas), llegaron al siglo XX sin haber resuelto graves problemas políticos y sociales y otros de política interna e internacional.

El pacto implícito de la alternancia en el poder, de la soberanía del Rey con las Cortes, de la política económica muy parecida en las fuerzas dinásticas dominantes (ya que la alternancia conservadora-liberal no producía necesariamente medidas hacendísticas y arancelarias paralelas ideológicamente), la política internacional y las políticas que ahora llamaríamos autonómicas, no trascendieron en una mejora del país, en el sentido progresista. Si es cierto que los propios signos de los tiempos a través del progreso en la técnica, hicieron que los elementos precisos, para que la oligarquía se desarrollara, aparecieran en escena. En los últimos 25 años de Restauración del siglo XIX y los primeros del XX, llegaron las líneas de ferrocarril, los primeros usos del automóvil, la cinematografía, la difusión de las artes gráficas y el periodismo (gracias éstos a la mejora de máquinas y tipografía), los nuevos inventos en la industria textil y en la minería, altos hornos y resto de industria general.

Pero en la balanza, tras el empuje más empresarial que político, hay dos platillos. Y en el otro platillo estaban las estructuras agrarias, en un país con una preponderancia de este sector sobre los otros dos, industrial y de servicios, y esta estructura formada en el sur y oeste de la península por los grandes latifundios, que eran regidos por escasos propietarios terratenientes, con un gran peso político en las comarcas, gracias al "encasillado" caciquil de elecciones de representantes a Cortes y municipales. También y como consecuencia de esta estructura medieval, de gran atraso técnico, el elemento humano, el bracero, habitualmente con una gran prole y escasos medios materiales, culturales, de alfabetización, humanos, etc., vivía a expensas de la explotación agraria.

El minifundio, la otra rama de la estructura agraria española, establecido principalmente en Galicia y Norte de la península, no permitía grandes alegrías a sus pequeños propietarios. Ya que el producto de sus huertas y pequeñas parcelas apenas daba para desarrollar una vida digna. De aquí que las grandes migraciones económicas de finales del XIX y también de los primeros años del siglo XX , estuvieran constituídas por habitantes de Galicia y Asturias.

A pesar de los esfuerzos en la alternancia en el poder, de constituir un sistema moderno de Derechos (comenzando por el sufragio universal y siguiendo por una alfabetización, un salario digno, una vivienda mínima), los partidos conservadores y liberales se perdían en fraccionamientos de sus filas, en sometimientos a la oligarquía (cuando no formando parte de ella misma) y a la iglesia católica, que no olvidemos no era solamente la representación de una religión, sino la gran propietaria en todos los municipios, de inmuebles urbanos y rústicos, en los que, a pesar de la desamortización de Mendizábal, se habían conseguido levantar y sobre todo, tras la "vuelta a casa" desde Filipinas y Cuba, dónde las órdenes monásticas tenían un inmenso poder (sobre todo dominícos y jesuítas) y una fuerza política en todas las aldeas y ciudades; tras varios tratados y concordatos y una política asaz intransigente dominaban no sólo la religión (debido a que en nuestro territorio, tras la expulsión de judíos y moros [según el lenguaje de la época, ahora políticamente incorrecto] en 1492 y siguientes, no existía competencia con sinagogas y mezquitas), sino la educación dominando colegios y seminarios, y la participación política con presiones en todos los pequeños pueblos y villas a favor del candidatos conservador, con el enorme poder de la proclama desde los púlpitos, y también participación económica llegando a conceder créditos a sus feligreses más fieles. La influencia espiritual sobre las "pobres gentes" del campo, dirigían sus vidas hacia una participación política y económica conservadora que hacía sofocar cualquier inicio de rebelión.

Sólo queda en este segundo platillo de la balanza citar, desgraciadamente de pasada, la política internacional, y las organizaciones políticas diferentes de las dinásticas.

La política internacional al llegar la Semana Trágica estaba dominada por dos hechos: 1) La terminación de una etapa colonial en Cuba, Puerto Rico, Filipinas y las islas del Pacífico (Marianas y Carolinas) desde 1898. Etapa catastrófica, pues a diferencia de Inglaterra y Francia, que a lo largo del siglo XX han sabido terminar su política colonial con acuerdos económicos con los países sometidos y pertenencia a su tutela (Commonwealth, zona de francofonía, respectivamente), España perdió lo que tenía y encima quedó endeudada con Estados Unidos de Norteamérica. Además los sectores dominantes en las colonias, Ejército, Iglesia católica y Empresarios no regresaron precisamente alegres y contentos, sino vencidos y, en bastantes casos, humillados.

2) El segundo hecho fué la nueva expectativa colonial en Marruecos de explotación de minas, por cierto en manos de empresas extranjeras, que hizo escribir el 12 de junio de 1909 a Leopoldo Romeo, con el seudónimo de Juan de Aragón, en el periódico "La Correspondencia de España": "¿A qué vamos a Marruecos? ¿A defender intereses comerciales? Pues si eso se dice es mentira…¿no es cierto que …España está industrialmente en manos extranjeras? ¿Para qué, pues, venir con esa monserga que a nadie engaña?" y seguía razonando que como nación, España, no sacaba "absolutamente nada" de Marruecos y terminaba afirmando que el hecho de participar en Marruecos en unas escaramuzas (que terminarían en guerra) era abrir la puerta a la revolución. Y se refería a la revolución en suelo patrio, no en la colonia.

Con relación al otro factor asociacional y político, no dinástico, hay que tener en cuenta la fuerza de los sindicatos obreros, UGT (socialista) y CNT (anarcosindicalista), y el Partido Socialista Obrero Español, fundado por Pablo Iglesias Posse en Madrid, el 2 de mayo de 1879 y las Juventudes Socialistas, fundadas por Tomas Meabe, unos años antes de la Semana, en 1906, que tuvieron, todos ellos, amplio protagonismo en los hechos.

También los nacionalismos tuvieron su representación política principalmente en el País Vasco, Cataluña y Valencia. Partido Nacionalista Vasco de Sabino Arana (1874) y Euzkaldun Batzokiya (1894), Lliga de Cambó, Republicanos de Lerroux y Valencianistas-blasquistas de Vicente Blasco Ibáñez, iban abriendo una brecha en la alternancia dinástica y los intereses nacionalistas (con exclusión de los lerrouxistas más españolistas, aunque republicanos) iban sustituyendo escaños "caciquiles" del célebre "encasillado".

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El cuadro de Casas que luego se llamaría "Barcelona 1902", pero que se había pintado antes. Ilustra de una forma intemporal las manifestaciones de la época y por su contenido dramático y realista lo añadimos a ese artículo.

 

Análisis de los contenidos básicos.

Con este mapa político y económico al que he denominado balanza, nos situamos en el comienzo de la mal llamada Semana Trágica. Un hecho bélico, o mejor dicho una agresión que iniciará lo bélico. Los rifeños de Marruecos atacan a los trabajadores europeos del ferrocarril de la Compañía de Minas de Beni-Buifrur. Pero la declaración del coronel Riquelme a la Comisión Parlamentaria de responsabilidades de 29 de julio de 1923 (fuente de Jesús Morata, Madrid 1931, citado por Tuñón de Lara en "La España del siglo XIX") aleja cualquier posible duda sobre la conciencia de los hechos. En efecto, "se esperó la agresión de los moros, el ataque, el asesinato, y después de éste salieron las tropas a castigarlo y vinieron los hechos de armas y por consiguiente la guerra". Es decir que lo que se hubiera podido evitar (el asesinato de los trabajadores) con una escolta militar, con un adelantamiento de las tropas que evitasen la agresión, fué una dejadez, una desidia y una maldad que inició una guerra y cuyas consecuencias directas las vemos a continuación en la Semana Trágica.

Los hechos del ferrocarril (a principios de Julio de 1909) se vieron incrementados con nuevas escaramuzas en la zona de Melilla, el 9 de julio, precisamente mientras una Delegación del Majzén negociaba en Madrid. Fue el 10 de julio cuando el gobierno Maura llama a las filas a los reservistas. La prensa refleja la preocupación por la guerra y lo impopular de las medidas. Ballesteros Beretta habla de "las minas del Rif y de los intereses del conde de Romanones y no se comprendía por qué había de derramarse sangre española en un territorio agreste e inhospitalario".

Pablo Iglesias en un mítin de protesta el día 11 dice claramente:

"Los enemigos del pueblo español no son los marroquíes sino el gobierno… En vez de tirar hacia abajo (hacia los marroquíes) los soldados deben de tirar hacia arriba (hacia quienes les mandan). Si es preciso los obreros irán a la huelga general…" (la cursiva es mía).

Para explicar lo que sigue hay que aclarar que la situación en la llamada a filas era la siguiente: el reclutamiento se hacía de forma obligatoria, pero existía la redención en metálico aplicable a ciertos grupos o clases que tanto por su condición (títulos, posición social, etc.) como por su posición económica, podían librarse del servicio militar. Esto suponía que los más necesitados se quedaban sin sus hijos más validos a la edad que más ayudaban en casa al llevar un jornal (cantidad que se pagaba por jornada, de ahí su nombre). Luego estaba, además, el riesgo de perder la vida, que por cierto, tras la lectura del libro "Imán" de Francisco J. Sender, sobre la guerra de Marruecos, no se me antoja una aventura difícil, ya que el riesgo era muy elevado.

El 18 de julio comienzan los incidentes al salir reservistas del puerto de Barcelona. También en la estación de Atocha de Madrid se destruyeron varios vagones del convoy militar y el regimiento de Arapiles se insubordinó. Los acontecimientos en días sucesivos (22 de julio en Madrid, al llamado de las Juventudes Socialistas) fueron in crescendo al grito de "Abajo la guerra y abajo el gobierno". Las noticias de Melilla no eran alentadoras. Por 2.000 pts. de la época (pocas para quienes se salvaban de una muerte casi segura, sino de muchas penalidades, y mucha cantidad para un jornalero o un proletario), se pagaba el precio de que la guerra la sufriesen los pobres, que no tenían nada que ver con los negocios mineros y mucho menos con los ascensos militares que les llegaban a los jefes y oficiales, casi siempre en la retaguardia.

Así trascurrieron los días y el 23 de julio tras violentos choques en Madrid, se producían 10 heridos y 18 detenidos. En Barcelona, las organizaciones obreras se preparan para la acción en las calles. Mítines anarquistas y socialistas enardecen a los que no tienen nada que perder, excepto el trabajo, la familia y a veces la vida. Se crean los comités de huelga con una fecha fijada: el 26 de julio. Llegan las noticias de la masacre del monte Gurugú y la emboscada del Barranco del Lobo del 27 de Julio (pero no se publicitan públicamente hasta después); operación que costó 1.284 bajas (según las fuentes de Tuñón de Lara) a las fuerzas españolas, lo que supuso más de la mitad del total de bajas (2.235) en el año 1909.

El 26 de julio estalla la huelga general y es en Barcelona, ciudad más industrial, con más conciencia de clase obrera, con más sentir nacionalista catalán y también republicano dónde las acciones van desde los mítines a las barricadas y de éstas a la quema de iglesias, conventos, y escuelas regentados por religiosos/as. Se declara el estado de guerra y el gobernador civil Osorio y Gallardo renuncia a sus funciones.

En ciertas ciudades de Cataluña, las más industriales (Sabadell, Manresa, Mataró) se encadena la lucha obrera con la política y se proclama la República. Los recuerdos con el cantonalismo de la 1ª República no se habían perdido. Y en varias localidades como Figueras se impidió la salida de reservistas.

Las noticias de Melilla dónde se habían fusilado a 10 soldados del batallón de Reus por haber participado en protestas con gritos de "¡Abajo la guerra y mueran los déspotas!", no sirven para tranquilizar la situación.

Hubo barricadas en toda Barcelona, barrios de Gracia, Sants, San Martín, las Ramblas, calle Bailén, calle de Caspe, es decir los alrededores de la plaza de Cataluña, en el centro histórico, plaza de Santa Ana, etc. La huelga se hizo efectiva en 65 localidades catalanas y se extendió a ciudades alicantinas como Alcoy. En algunas de ellas se habían apoderado de los Ayuntamientos (Sabadell, Mataró, Granollers, Palafrugell).

En otras ciudades como Zaragoza y Madrid los obreros se manifestaron y hubo cargas y en otras localidades más pequeñas (Reus, Vendrell, Tudela y Calahorra) se cortaron las vías del ferrocarril, bien para evitar la salida de reservistas, bien para evitar la llegada de fuerzas represivas. Hubo ciudades como Sabadell en que los obreros se apoderaron del cuartel de la Guardia Civil. Y hubo también regimientos de dragones que se negaron a disparar a la multitud.

Habría que explicar, brevemente, algo que se achacó a las masas revolucionarias, la desviación anticlerical que motivó quemas de inmuebles pertenecientes a la Iglesia católica y saqueo y pillaje del mobiliario eclesiástico. Como ya antes he indicado, la Iglesia jerárquica era en muchos casos el brazo visible y defensor de esa oligarquía que dominó la Restauración. Eso al menos era lo apreciado por los más pobres y por los más politizados de la clase obrera. Como Trotsky expuso en su obra autobiográfica "Mi vida", no hay tratados escritos de cómo hacer una revolución. Cuando la violencia revolucionaria estalla contra la violencia del Estado (en éste caso la guerra de Melilla dejaba esto en evidencia), es precisamente la parte más débil la que sufre antes las consecuencias. Para los exaltados lo más rápido y fácil fué asaltar armerías, apoderarse de las armas, levantar barricadas y quemar conventos. Casi todas estas acciones no encontraban resistencia e incluso eran apoyadas por las manifestaciones de gente en la calle. La destrucción de imágenes, el pillaje de artículos religiosos de gran valor, la destrucción de tumbas y confesionarios, no se debe achacar sólo al anticlericalismo y al odio, que son manifestaciones individualistas de la persona, sino a una acción colectiva   que pretende cambiar las clases dominantes de la sociedad. Si mezclaramos el furor individual de las personas que entregan a sus hijos a una guerra absurda, con el embite revolucionario de conseguir ganar de una vez todo aquello que a base de reformas nunca se conseguía, tenemos como resultado las acciones que principalmente en Barcelona sucedieron y que dieron origen al título de "La ciudad quemada", que fue utilizado en la literatura de la época y más tarde en el cine.

El fin de esta Semana concluyó con que el día 29 el Gobierno de Maura comenzó a concentrar el Ejército en Cataluña con unidades enviadas desde Zaragoza y Valencia, y con este empuje el movimiento revolucionario fue bajando hasta que el día 30 la artillería echaba abajo la Casa del Pueblo de Barcelona.

Los principales políticos socialistas, Pablo Iglesias y Largo Caballero estaban detenidos y se puede certificar (como cuenta Fernández Almagro) que "el 31 de julio la sedición (sic)…había sido…consumida por sí misma".

El balance era: en la Guardia Civil, 1 teniente coronel muerto, y 7 heridos (entre los mandos) y 39 guardias sin graduación también heridos. En el Ejército, 3 muertos y 27 heridos. Entre la población civil: 82 muertos y 126 heridos, y entre la Cruz Roja: 4 muertos y 17 heridos.

Luego comenzó la represión. Más de mil procesos en dos semanas. 4 condenas a muerte (3 obreros y un guardia de seguridad, Eugenio del Hoyo, que se había negado a disparar contra los revolucionarios). Entre el 28 de agosto y el 13 de octubre fueron fusilados. Este último día también se fusiló a Francisco Ferrer y Guardia, anarquista y maestro, creador de la Escuela (racionalista anarquista) Moderna.

Las dos clases sociales de las que hemos venido hablando y la protesta contra la clase oligárquica se pueden concretar en: a) el Gobierno, y no en toda su política, si no referido a la opción de la guerra de Marruecos, b) la hipocresía de la sociedad burguesa reflejada en actos de caridad que favorecen la política del Gobierno, no oponiéndose en ningún caso a la marcha a la guerra de los reservistas, c) la hipocresía eclesiástica que rezaban por los que iban, pero no iban ellos a luchar por esa religión cuya conversión reclamaban a los moriscos; y 4) contra los políticos llamados progresistas, como radicales republicanos, que no intentaban acabar con la guerra aunque pretendían oponerse a ella, pero sólo en sus declaraciones, ya que fueron incapaces por optar, como se vió luego en la Semana, por ponerse al frente de los insurrectos.

Conclusión final.

Resumiendo la pregunta inicial: ¿qué comenzaba y qué terminaba con los hechos de la Semana Trágica?

Comenzaba un período dónde la fuerza social representada por nuevos partidos no dinásticos, nacionalistas y republicanos no sometidos al turno canovista y regeneracionista, así como organizaciones sindicales; una CNT que nacería con estas siglas en 1910, a partir de Solidaridad Obrera que había luchado fuertemente en la Semana, y una UGT más firme que participó más tarde en la huelga de Vizcaya.

También la unión de republicanos de Lerroux y socialistas de Iglesias significó una fuerza mayor para los primeros. Unión que duró hasta 1919.

Y en contraposición, terminaba un período de más de 25 años seguidos de oligarquía caciquil en lo electoral, sin pronunciamientos militares notables, con una autoridad del rey y con un mayor peso de la Iglesia católica, pero los problemas sociales derivados de los económicos, quedaban si resolver, lo que hace decir a Vicens Vives en su Historia Social y Económica de España y América: "La quiebra de la sociedad (se refiere a 1909) puso de manifiesto la posiblidad de llegar a la revolución social a través de la huelga general"; de esta huelga salieron reforzadas las organizaciones obreras, a pesar de la represión del Gobierno Maura y en especial del ministro de Gobernación, La Cierva, que pretendía parar con las armas lo que no arreglaron políticamente. Igualmente terminó la época Maura y el cambio de Gobierno a los liberales de Canalejas. Pero el verdadero revulsivo de la huelga general que fué la guerra en Marruecos, éste no se paró.

Terminamos esta cuestión con tres citas. La de Juan Gómez Casas en la Historia del Anarcosindicalismo español, referida a Abad de Santillán que dice: "La falta de una dirección, de un objetivo revolucionario, iba a costar muchas lágrimas e incontables sufrimientos. Más no podía existir tal objetivo revolucionario, dado que el móvil de la revuelta popular fue simplemente el de exteriorizar su protesta ante la guerra". Cita con la que no estamos totalmente de acuerdo. Hay que distinguir causas (revolucionarias, que sí las hubo) de objetivos (que evidentemente, no se consiguieron).

La otra cita proviene del libro de reciente edición, La Barcelona Rebelde, Ediciones Octaedro, edición de 2008, y es de la Introducción sin firma, atribuida a un colectivo que llamaré Abel Rebollo y 6 más: "Las condiciones de vida del obrero barcelonés (causas económicas, aclaro)…hay que añadir el antimilitarismo, frente a un Ejército obsoleto y chusquero, y el anticlericalismo…y ya tenemos la tripleta de las causas fundamentales que dieron origen a la denominada Semana Trágica".

La tercera cita es de Connally Ullman, verdadero investigador de la Semana Trágica: La causa de que lo que comenzó como huelga general y continuó como insurrección armada no diera lugar a un triunfo revolucionario, dice Connally, se debió a: "el incendiarismo (de iglesias, conventos y escuelas, aclaro) impidió que el levantamiento popular se convirtiese en una revolución, (y) disipó las energías revolucionarias". Insisto en que Revolución si hubo, lo que no hubo es triunfo de esa Revolución.

Cómo se vé no todos los autores coinciden exactamente en sus conclusiones, pero lo que parece claro es que la espontaneidad y la furia inorganizada dieron al traste con la posible fuerza revolucionaria, que hicieron que el partido Radical se retirase en su apoyo a los sindicatos y que el comité de huelga fuese totalmente desbordado por los acontecimientos.

En otras próximas publicaciones desarrollaré por qué fue una Revolución y no un incidente trágico.