Posmemoria real, no imaginativa.

Varias son las contradicciones que existen en la actualidad cuando nos ponemos a debatir sobre la Memoria Histórica de la República, la Guerra Civil y la 2ª Dictadura. Me produce cierta tristeza observar que intelectuales que han tratado en varias ocasiones este tema, puedan caer en confusión con principios que debían estar superados.

Parto de un artículo de Julio Llamazares que se publicó en el País el 29 de noviembre de 2006, y en el que se cruzan varios caminos, provocando un cúmulo de dudas que trataré con el propósito de iniciar un nuevo debate que vaya desbrozando la maleza.

Se parte de un tratamiento de la memoria histórica erróneo. El autor cita que "toda memoria es histórica en uno u otro sentido". Bueno, en un sentido simplista de la Historia, sí. Es decir como cúmulo de datos y fechas, de nombres de reyes (incluídos los treinta y tantos reyes godos), de hechos sangrientos, o tratados habidos. Pero ese concepto de la historia-relación, se deja ahora para los atlas de Historia, para recordar un cierto evento. El concepto actual de la Historia parte de un análisis de los hechos a la luz de las corrientes ideológicas, estableciendo un nexo con la filosofía, la economía, la política, etc. Así hoy no nos interesaría tanto recordar en cuál de los viajes de Colón se llegó a Cuba, sino el concepto del imperialismo español, su función colonizadora, la explotación de las riquezas y de los indígenas, etc. etc.

Desde aquella expresión de Marx (Carlos) de que la Historia de la Humanidad es la historia de la lucha de clases, que nadie, ni el más redomado nacional-socialista ha podido rebatir, el estudio de la Historia no es el "acordarse de las fechas" sino el conocimiento de los hechos y su consecuencia. Evidentemente, Julio Llamazares se está refiriendo a la Historia como recopilación de datos, como guía de referencia y no como ciencia, como enseñanza para los futuros.

Partiendo de esta base, muy diferente de la del artículo, el mismo autor se queja de "que ya es tarde para muchas cosas: para escuchar a nuestros mayores, para conocer sus vidas, para saber que ocurrió en nuestro país antes que nosotros nacierámos o cuando todavía no teníamos edad para entenderlo…"

Es lamentable esta visión pesimista. Aquí el refranero viene en nuestra ayuda: ¡Nunca es tarde si la dicha es buena!. Y se puede aplicar, ciertamente, debido a que nuestra labor como hijos y nietos de aquellos que vivieron aquellos momentos, es destapar todo lo que se nos ocultó, investigar todo lo que se nos negó, reivindicar todo lo que se nos quitó. Y además, los que creemos esto, crremos también que estamos en el buen camino.

En efecto, la dictadura posterior a la república y a la guerra, no intentó jamás la paz y la reconciliación, sólo el imperio basado en la victoria, el aplastamiento total del enemigo, del caído, que no vencido, porque las ideas sólo pueden ser vencidas por otras ideas superiores, jamás por la violencia. Y una de las más poderosas formas para lograrlo fue la ocultación y la tergiversación.

El fascismo siempre ha puesto en primera fila la Publicidad y Propaganda de sus actos y la censura, tergiversación y ocultación de los que no interesaban. Numerosos ejemplos han llegado a nuestros días: ocultación y negación de las matanzas de Badajoz, Mérida, Toledo; tergiversación sobre los bombardeos de la Legión Cóndor (admitidos por alemanes y negados todavía por seudohistoriadores españoles) sobre Guernica y Durango; ocultación de la feroz represión posterior a las batallas en todos los pueblos en los que llegaba el franquismo, con fusilamientos sin juicio, sacas de cárceles, campos de prisioneros, trabajo esclavo, etc. etc.

Cuando ya se ven muy pillados, con estos datos reales, no sólo de historiadores, sino de corresponsales extranjeros, se apoyaron en periodistas afines, en historiadores afines, el más famoso Bolloten, que escribieron hagiografías del franquismo.

Después de 40 años de dictadura y 30 de transición seudofranquista, comienzan a llegar documentos, consecuencia de los ficheros y archivos internacionales, que se han abierto con el transcurso de los años. Se empiezan a estudiar los hechos, se editan innumerables tesis doctorales, y cómo no, también se financian por el bando vencedor "falsos profetas" que tratan de justificar los hechos, más que referirlos.

Y llegamos entonces al momento actual, en el que nosotros, hijos y nietos de los que lo vivieron, no tenemos más imaginación que ellos, sino que tenemos más datos, al tener los archivos y documentos que ellos no tuvieron. Y es que en todo el artículo citado flota, entender por memoria, la Memoria Oral.

En efecto el testimonio Oral es muy importante. Así lo expuse este año en Santa Cruz de Moya en las Jornadas sobre la Guerrilla Rural. Pero no es determinante. Por qué quiénes nos refieren los hechos a través de la Memoria Oral, llevan a la exaltación o minusvaloración de los hechos según su experiencia, y es función del periodista, del historiador, del investigador, depurarlos y situarlos en el contexto histórico de las fuentes. Por ello, Julio Llamazares, el tiempo de la memoria NO se ha pasado. No estamos haciendo nostalgia, estamos recuperando lo que se nos vetó. E intentamos que la imaginación de la que habla la autora finesa, y que es citada como posmemoria, no lo sea en el sentido de cambio de los hechos, sino de debate de los mismos, con la tranquilidad que nos debiera dar el tiempo transcurrido.

Pero no todo van a ser desacuerdos. Estoy completamente de acuerdo en que "oponer resistencia al ejercicio de esa memoria heredada, no sólo es una injusticia, sino un absurdo técnico". Para quienes no le hayan seguido, en sus libros o en sus conferencias, parecerá una contradicción con lo dicho al principio. Pero no lo es para mí. Si en sus palabras, pero no en su pensamiento. Llamazares ha luchado para recuperar historia que le hurtaron de niño, lo explicó muy bien en Luna de Lobos, sobre el maquis en los pueblos del Bierzo. Lo que creo y estimo que ha ocurrido es que el tema dá para más de un artículo. Una primera parte sobre Historia Oral, que evidentemente, con la desgracia de la Transición de silencio pactada, se ha ido perdiendo y quedan pocos de aquellos republicanos, que lo vivieron. Una segunda parte, es la búsqueda de la verdad, y la ruptura del silencio. Y aquí conviene citar las palabras recuperadas por Mayor Zaragoza sobre la advertencia de Martin Luther King: "Nuestras vidas empiezan a acabarse el día que guardamos silencio sobre las cosas que realmente importan".

Pero no puedo dejar de terminar este artículo sin señalar los errores que se están cometiendo por buscar no se sabe qué cosas, con el nombre de Recuperación de la Memoria Histórica. La primera de ellas a la que me voy a referir es la presentación social de los hechos. Evidentemente están proliferando las exposiciones, al menos en Madrid, pero me consta que también en otros muchos lugares, sobre hechos de la República y de los años posteriores. En este momento existe una sobre los "Colaboradores extranjeros en la Guerra de España" (instituto Cervantes y Fundación Pablo Iglesias), otra monográfica sobre "Negrín" (cuartel de Conde Duque) y otra sobre los "Procesos de Nüremberg" (Circulo de Bellas Artes). En todas hay profusión de documentos, de fotografías, de vídeos, pero la organización deja mucho que desear. En efecto, en la primera de ellas pasan por vídeo "Espoir, Sierra de Teruel", la película basada en la obra de Malraux, y en otro vídeo, al menos en el momento que yo asistí, "Extranjeros de Sí mismos" de Rioyo y Linares. En las dos visualizaciones instaladas en un sitio de paso, al lado de la puerta de entrada, no existía ni una sola silla o butaca. Estamos hablando de filmes de más de una hora de duración. Alguien intentó sentarse en el suelo, en unos escalones próximos. El vigilante de seguridad se lo impidió. No había acceso a los servicios públicos. No existían bancos para poder reposar de una exposición en que todos los documentos se adosan en paredes y que por su volumen y duración, no es posible seguir de una sola vez, sobre todo para la cantidad de gente mayor que acude a estos eventos.

Lo mismo se repetía en las otras dos exposiciones, con pequeñas variantes. En "Negrín", existían cuatro sillas para más de 15 personas. En "Procesos de Nüremberg", al menos permitían sentarse en el suelo, en un Circulo de Bellas Artes, que con la cantidad de espacio físico que existe, han elegido una mini sala, para exponer tal cantidad de fotos y documentos que resulta asfixiante. No queremos omitir, que se ha elegido de comisario de esta exposición a Cesar Vidal, el hagiógrafo guerracivilista del franquismo, lo que nos pone en duda de la totalidad de lo que allí se muestra. Por poner un ejemplo, ni siquiera se citan las fotografías de Boix, que sirvieron de testimonio esencial en los Juicios. Claro sabemos el cariño que don César tiene por todo lo que huela a comunismo, y Boix era comunista. ¡Se oculta y ya está!. Suma y sigue.

Por lo tanto, no sólo hay que recuperar, hay que hacerlo bien. Y como esta recuperación lo es "en contra" de todos los medios de comunicación, de todos los partidos y sindicatos, al menos en el pacto de silencio transicional, si ahora se hace hay que hacerlo con todas las consecuencias.

No podemos establecer oasis de recuperación y desenterrar de fosas comunes a quienes fueron ateos con un cura con hisopo. No podemos cubrir sus restos con banderas monárquicas descendientes del franquismo, a quienes fueron y murieron por serlo, republicanos. Es evidente que después de 75 años de aquella magna República, al levantar la basura fascista todavía huele. Y eso señor Llamazares que usted cita: "como dicen algunos que la guerra aún no ha terminado", es una verdad. Y es cierto no porque los que apoyamos a las víctimas del franquismo, a sus desaparecidos, queramos que suceda, sino porque los derechos deben de ser restaurados y mientras no se declaren los actos NULOS del período anterior, seguimos en un estado de Victoria del fascismo, y por ello instituciones como la FAES y la Fundación Francisco Franco, siguen promoviendo la tergiversación de la Historia, porque ésta aún no ha terminado. Y es que, para terminar bien este escrito, tendríamos que citar a D. Antonio Machado, que se preguntaba al final de sus días, si era cierto que nosotros (los republicanos) éramos los que habíamos perdido.

Madrid, Diciembre 2006.
Antonio Cruz González