Nuestro socio J.M. Azkarraga, nos envía una serie de citas que vá descubriendo en libros y prensa, con un contenido que nos hará pensar sobre el sentido de la sociedad global, en la que estamos inmersos. Ojalá cundan las colaboraciones y se refleje en estas páginas el sentir de muchos.


MONÓLOGO DEL BIEN
Augusto Monterroso

"La cosas no son tan simples", pensaba aquella tarde el Bien, "como creen
algunos niños y la mayoría de los adultos."
"Todos saben que en ciertas ocasiones yo me oculto detrás del del Mal,
como cuando te enfermas y no puedes tomar un avión y el avión se cae y no
se salva ni Dios; y que a veces, por lo contrario, el Mal se esconde detrás
de mí, como aquel día en que el hipócrita Abel se hizo matar por su hermano
Caín para que éste quedara mal con todo el mundo y no pudiera reponerse
jamás."
"La cosas no son tan simples".


Los cuervos bien criados
Augusto Monterroso

Cerca del Bosque de Chapultepec vivió hace tiempo un hombre que se
enriqueció y se hizo famoso criando Cuervos para los mejores parques
zoológicos del país y del mundo y los cuales resultaron tan excelentes que
a la vuelta de algunas generaciones y a fuerza de buena voluntad y
perseverancia ya no intentaban sacar los ojos a su criador sino que por el
contrario se especializaban en sacárselos a los mirones que sin falta y
dando muestras del peor gusto repetían delante de ellos la vulgaridad de
que no había que criar Cuervos porque le sacaban a uno los ojos.


Entrevista a Semprún.

¿Qué le preocupa del porvenir?

La memoria. Están desapareciendo los testigos del exterminio. Bueno, cada
generación tiene un crepúsculo de esas características. Los testigos
desaparecen. Pero ahora me está tocando vivirlo a mí. Aún hay más viejos
que yo que han pasado por la experiencia de los campos. Pero no todos son
escritores, claro. En el crepúsculo la memoria se hace más tensa, pero
también está más sujeta a las deformaciones. Luego hay algo... ¿Sabe usted
qué es lo más importante de haber pasado por un campo? ¿Sabe usted qué es
exactamente? ¿Sabe usted que eso, que es lo más importante y lo más
terrible, es lo único que no se puede explicar? El olor a carne quemada.
¿Qué haces con el recuerdo del olor a carne quemada? Para esas
circunstancias está, precisamente, la literatura. ¿Pero cómo hablas de eso?
¿Comparas? ¿La obscenidad de la comparación? ¿Dices, por ejemplo, que huele
como a pollo quemado? ¿O intentas una reconstrucción minuciosa de las
circunstancias generales del recuerdo, dando vueltas en torno al olor,
vueltas y más vueltas, sin encararlo? Yo tengo dentro de mi cabeza, vivo,
el olor más importante de un campo de concentración. Y no puedo explicarlo.
Y ese olor se va a ir conmigo como ya se ha ido con otros.


Mala suerte
Juan José Millás
9-9-2000

Un neurólogo holandés dice ahora que Picasso era cubista porque tenía
migrañas, ya que el dolor de cabeza altera la percepción de la realidad.
Los pacientes de Michel Ferrari, el neurólogo en cuestión, ven las cosas
exactamente igual que el pintor malagueño en su etapa cubista: un capítulo
más, en fin, de las relaciones entre arte y enfermedad. Cada año se escribe
uno. En estas mismas páginas creo haber comentado la epilepsia de
Dostoievski y la de Santa Teresa, entre otras patologías altamente
productivas. De continuar así las cosas, dentro de poco denominaremos a las
corrientes literarias o pictóricas por la enfermedad que las provoca.

Sin embargo, frente a estos descubrimientos siempre se pregunta uno por qué
no todas las personas que tienen migrañas pintan. O todavía más: por qué no
todas las personas con migrañas están poseídas por un espíritu
vanguardista. Mi madre coleccionaba dolores de cabeza como otros
coleccionan sellos, pero odiaba el arte moderno. Picasso le parecía un
estafador, aunque teóricamente ella debía de ver las cosas igual que él. No
me imagino a mi madre cubista, francamente. Ni siquiera impresionista. Le
gustaban las cosas correctas. A la pobre no le sirvió de nada padecer
jaquecas. Picasso tenía una jaqueca y pintaba la Mujer con sombrero. Mi
madre, en cambio, se ponía a gritarnos. Y tampoco eran gritos de
vanguardia, sino lugares comunes de los que cualquier madre sin neuralgias
da a sus hijos cuando revuelven demasiado.

Quiere decirse que no es suficiente tener migrañas para ser artista. Ni
para ser moderno. Hace falta algo más. A lo mejor, el enfermo que no
escribe es un artista incompleto, pero artista al fin. Un artista cojo,
podríamos decir. Personalmente, prefiero recordar a mi madre como una
artista coja que como una neurasténica. Desde ahora pensaré que estuvo a
punto de pintar como Picasso o de escribir como Virginia Wolf. Quizá sólo
necesitó que le doliera la cabeza un poco más. Pero tomaba muchos
analgésicos. Quizá fue eso lo que mató a la pintora que llevaba dentro.
Mala suerte.


"La televisión está sometida a propósito a la basura para que el ciudadano
pueda vomitar sobre ella creyéndose más honorable, del mismo modo que la
mediocridad de los espacios obedece a una razón comercial muy taimada: todo
es ordinario para que los anuncios parezcan fascinantes. Lo que sale en
televisión siempre es algo previo a un spot publicitario. Cuanto más burda
sea una telecomedia, por contraste más seductora será la chica que bebe ese
refresco a bordo de un velero, cuanto mayor repulsión te cause ese
humorista chabacano más fuerte será tu deseo de huir en el coche de 16
válvulas que se pierde en el desierto, cuanto más tosco sea el cotilleo del
corazón más noble te va a parecer cualquier producto de los grandes
almacenes."

Manuel Vicent