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EL MERCURIO, Santiago de Chile, viernes 27 de agosto, 2010, pág. A12.

Historias de viajes, naves y literatura:
Los barcos que hicieron poeta a Pablo Neruda
Las travesías marítimas del Nobel, y los nexos entre los buques y su obra, se revisan en un libro del
investigador español Gunther Castanedo Pfeiffer.

Constanza Rojas V.

La primera travesía en barco de Pablo Neruda fue en un jardín. Nunca tocó el mar. El poeta navegó en un bote varado en el patio de la casa donde vacacionaba, en Puerto Saavedra. "Había en aquel jardín extraño otro objeto fascinante: era un bote grande, huérfano de un gran naufragio, que allí en el jardín yacía sin olas ni tormentas, encallado entre las amapolas", apuntó Neruda en "Confieso que he vivido". Fue en esa casa, en ese bote, donde escribió parte de "Veinte poemas de amor y una canción desesperada".
"A Neruda los barcos lo fascinaban; como medio de transporte, porque le permitían escribir, y por el paisaje marino", dice Gunther Castanedo Pfeiffer desde España, donde se ha dedicado a investigar la vida y la obra de Neruda. Basado en la reconocida afición del Nobel por el mar, recordando sus colecciones de mascarones, anclas y brújulas, Castanedo revisó los viajes y la relación de éstos con su literatura. Así surgió el libro "Neruda y los barcos", editado este año en España con un compendio de fotografías de naves como anexo. La publicación ya se encuentra en Chile, a la venta en las casas-museo de la Fundación Neruda. Castanedo cuenta que la segunda travesía del poeta fue junto a Rubén Azócar, a Chiloé. "Luego comienzan los grandes periplos. El '27 se va desde Buenos Aires a Lisboa en el 'Baden'. Es su primer contacto con Europa. Luego viaja en tren, y vuelve a embarcarse en el 'Elsinor'. Atraviesa el Mediterráneo, y llega a Asia. "Es su travesía más significativa. Estaba encontrando nuevas sensaciones (tenía 23 años), y manda crónicas viajeras para el periódico La Nación. En estos diez textos describe Brasil y la llegada a Lisboa, son absolutas joyas literarias", afirma Castanedo. Además, el investigador encuentra ahí la primera referencia a los mercados,
que lo encantaron con sus piezas de valor poético, y lo convirtieron en un gran coleccionista.

En un lugar especial de su mapa de rutas queda también, cómo no, el "Winnipeg". Esa nave que Neruda nunca abordó, pero en el que ayudó a rescatar en 1939 a más de dos mil refugiados de la Guerra Civil Española. "Luego anda en diferentes barcos, hasta que entra la aviación como una posibilidad para los viajeros. Neruda se ve obligado a usarlos en urgencias, pero los aviones no le gustaban. Los llama 'inmensos gansos de aluminio'", recuerda Castanedo.

Porque en el mar, finalmente, podía encontrarse con la escritura. "En la correspondencia con la editora Esther Tusquets, en el 66, Neruda le dice que aprovechará un viaje a Francia para trabajar en el libro 'Una casa en la arena', que le tiene prometido. 'Por eso me voy en barco', confiesa. Y ya en la nave, manda una segunda carta que dice: 'El libro, gracias a la navegación, está en marcha'".