El exilio marroquí de un hombre corriente.

La Diputación de Huelva publica el diado póstumo de un ayamontino que huyó del golpe militar de 1936

El País. andalucía. 5 mayo 2002

MARÍA JOSÉ CARRASCO, Sevilla

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Fuerzas golpistas en las Minas (Fondo Serrano de la Hemeroteca Municipal de Sevilla)

El diario le llegó por casualidad. El historiador Manuel Ruiz Romero investigaba sobre el primer Gobierno de la Junta de Andalucía, de Plácido Fernández Viagas, cuando encontró una carta de Miguel Domínguez Soler, fechada el 11 de febrero de 1980 y dirigida a Rafael Escuredo, en la que le ofrecía a éste su voto desde su exilio marroquí para la autonomía andaluza. Asimismo, ponía a su disposición manuscritos de sus recuerdos de Blas Infante, a quien conoció en las tertulias del casino de Isla Cristina.

En aquella época —1929, en plena dictadura de Primo de Rivera—, Domínguez Soler, un ayamontino socialista de casi 20 años que escribía artículos y poesías en las revistas La Híguerita y Argos en los que iba forjando su visión del mundo, no podía adivinar que el destino le llevaría a vivir un largo exilio de 42 años en Marruecos. "Me dio un vuelco el corazón el que alguien dijera que tenía documentación sobre Blas Infante", comenta Ruiz Romero, editor junto a Francisco Espinosa del libro Ayamonte, 1936. Diario de un fugitivo, publicado por la Diputación de Huelva. Ruiz Romero se puso en contacto con la familia del autor de la carta, residente en Safi. Domínguez Soler había fallecido unos años después de redactar la misiva. Se citó con su viuda, Abouch Mohaiti Gaugui, en 1997. En ese encuentro, la viuda le entregó un texto de 200 folios mecanografiados. "Él había sido trabajador del Hospicio de Ayamonte. La mujer era mayor, casi ciega. Iba buscando a Blas Infante y me encontré otra cosa", recuerda el editor, que describe el diario como "una novela histórica, una aventura por desgracia real".

El historiador considera que estas memorias son un testimonio de excepción del exilio marroquí desde la visión de un hombre corriente. "Tenemos memorias de grandes políticos, pero faltaban las de la gente del pueblo que vivió la guerra. Además, el exilio marroquí, a diferencia del francés, está muy poco documentado", añade. La obra relata sus vivencias y describe la llegada de las tropas franquistas y la represión en Ayamonte. El autor del diario se refugió en el campo por un tiempo. Después, se ocultó en algunas casas de confianza y fue testigo de las mujeres rapadas y las sacas de noche de hombres cuyo destino era la cuneta. "Da nombres y apellidos", precisa Ruiz Romero. Cruza el Guadiana y pasa al Portugal de Salazar. Pero allí también se siente inseguro y, ya al final de la guerra, parte hacia Casablanca, donde es hecho preso en los campos de tra- bajo de Bouarfa y Kenadsa, entonces bajo dominio del Gobierno filonazi de Vichy.

Una vez liberado, y sirviéndose de su experiencia en el sector, se introduce en el mundo del salazón: Se hace responsable de una fábrica de conservas de sardinas en Safi.

"Vivió el exilio pensando siempre en el regreso de la República", dice Ruiz Romero. No volvería a España hasta los años ochenta, donde moriría.