mariana_75.jpg (19765 bytes)

Mariana, eres mujer.

Serie dedicada a nuestras mujeres de la República.

Clara Campoamor

Madrid, 1888 - Lausana (Suiza), 1972

Clara Campoamor: LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA VISTA POR UNA REPUBLICANA (CONSERVADORA).

por Pepe Gutiérrez-Álvarez, para Despage.

Clara, el voto femenino.

por Mariana Violet

clara.jpg (7422 bytes)
Clara Campoamor: LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA VISTA POR UNA REPUBLICANA (CONSERVADORA).

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Clara Campoamor merece un lugar en la historia de la República y del feminismo aunque solamente fuese por su papel absolutamente crucial en el hecho de que las Cortes Constituyentes de la IIª República aprobaran el sufragio femenino. Fue ante todo la claridad de su punto de vista lo que hizo que este criterio se impusiera en contra de su propio partido - el radical -, y el de la socialista Victoria Kent, los primeros porque habían adoptado la norma del "mañana, mañana" en todas las grandes reformas, y la segunda porque estaba convencida de que el sufragio femenino - que estaba por ver en la República Francesa - acabaría beneficiando a la derecha, evidenciando una concepción democrática "instrumental" además de errónea ya que si la izquierda parlamentaria tuvo problemas no fue por el voto femenino sino por sus propias contradicciones. Clara Campoamor estaba tan convencida de su acierto que Concha Fagoaga y Paloma Saavedra, en su reedición de El voto femenino y yo, citan una carta suya de 1959 a Martín Telo en la que afirma con rotundidad: "Creo que lo único que ha quedado de la República fue lo que hice yo: el voto femenino".

Cierto. Y con sólo el voto masculino nunca habríamos alcanzado aquel sufragio femenino que tanto costó y que, en 1931, el ímpetu de Clara hizo posible, aquel año 1931, en el que escribió su obra más representativa, El derecho de la mujer, donde proclama con evidente optimismo: "El siglo XX será, no lo dudéis, el de la emancipación femenina... Es imposible imaginar una mujer de los tiempos modernos que, como principio básico de individualidad, nos aspire a la libertad".

Esta mujer de tan bello nombre no tuvo nada que ver con aquel popular Ramón de Campoamor, el autor de Las Doloras y el único Campoamor del Larousse, del Monitor y otras Enciclopedias al uso, incluido un Diccionario de la Guerra Civil de reciente aparición. Clara era de procedencia humilde, nació en Madrid en 1888, en el popular barrio de Maravillas, llamado hoy Malasaña, en una familia formada por un contable y una modista, ambos de pensamiento liberal, cercano al progresismo, es decir republicanos de buena cepa. Las cosas iban más o menos bien, gracias al trabajo de su padre en un periódico madrileño, hasta que la prematura muerte de éste la obligó a suspender sus estudios para entrar a los trece años en la vida laboral, ayudando a su madre como modista. Más tarde pasó a ser dependienta de comercio hasta 1909, año en el que se presenta a unas oposiciones administrativas y consigue una plaza en el cuerpo auxiliar de Telégrafos, uno de los contados trabajos a los que podía aspirar por su condición femenina.

Convertida en funcionaria del cuerpo de Correos y Telégrafos, ejerciendo en Zaragoza y San Sebastián, en 1914 obtiene una plaza en unas oposiciones para profesora en las Escuelas de Adultos que ejercerá en su Madrid. A su trabajo como educadora añade el de secretaria del diario La Tribuna, pero esto no es suficiente, y en 1924, con treinta y seis años, logra una licenciatura en Derecho en la Universidad de Madrid, habiendo pasado por Oviedo y Murcia. Un año más tarde, Clara fue nombrada miembro del colegio de Abogados, fecha en la que inició sus actividades políticas. En 1928, fundó con compañeras de otros países, la Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas. En 1929 fue una de las animadoras de la Agrupación Liberal Socialista, que se integró en Acción Republicana para acabar finalmente en Partido Radical, por ser "republicano, liberal, laico y democrático". Su propio ideario político. Recordemos que esta corriente republicana (encarnada por Lerroux) había mostrado su interés por el sufragismo, y que en los años veinte auspició organizaciones femeninas como "La mujer del Porvenir" y "La Progresiva Femenina", y a principios de los años treinta "La Liga Española para el Progreso de la Mujer", la sociedad "Concepción Arenal" y la "Asociación Nacional de mujeres Españolas", a la que perteneció María de Maeztu, que fue directora de la Residencia de Estudiantes Femeninas.

sclara.jpg (10068 bytes)

Sello que se hizo con motivo de su centenario

Aunque sus ideas sobre la igualdad de la mujer la aproximan al PSOE y hasta prologa el libro de María Cambrils, Feminismo Socialista, dedicado a Pablo Iglesias, lo cierto es que Clara es una liberal que además ve con malos ojos la colaboración del PSOE con la Dictadura. Ella no aceptó la propuesta oficial de entrar en la Junta del Ateneo, ni tampoco la Cruz de Alfonso XII, que le otorgó la Academia de Jurisprudencia. A lo largo de su vida se mantuvo fiel a su origen humilde y a pesar de su rápida ascensión social, nunca abandonó la austeridad en su vida privada ni la fidelidad a sus principios, que vio representados por la República de la primera época, y que defendió en situaciones tan difíciles como cuando asumió la defensa de los implicados, Fermín Galán y García Hernández, en la sublevación de Jaca, y fue una de las voces que más sonaron contra su fusilamiento exigido por los mandos de un ejército que se había cubierto de ignominia en Marruecos. La súbita descomposición de la monarquía llevó al poder de la noche a la mañana a parte de sus clientes, convertidos en Gobierno Provisional. En 1931, las mujeres pudieron ser elegidas, pero no participar como electoras. Clara Campoamor salió diputada en las listas del Partido Radical, y formó parte de la Comisión Constitucional, de 21 diputados. Allí fue donde peleó eficazmente por imponer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad legal de los hijos habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal, generalmente llamado voto femenino. Todo lo consiguió pero no el voto femenino, derecho por el que tuvo que batirse en el Parlamento. Fue un debate para la historia, y la Campoamor arrolló. En un principio como minoría, luego como mayoría gracias al apoyo de la minoría derechista, la mayoría del PSOE y algunos republicanos. Victoria Kent y los radicales trataron de ganar lo perdido mediante una enmienda constitucional, pero Clara la desbarató.

Después, cuando la derecha abandonó el Parlamento por la Ley de Congregaciones, tuvo lugar una última tentativa para impedir el voto femenino, pero la Campoamor no sólo se impuso en el debate sino que, contra pronóstico y por sólo cuatro votos, lo ganó. Apoyándose en el PSOE y en algunos republicanos de derecha, derrotó a los socialistas de Prieto y a los republicanos de su propio partido, el Radical, el Radical Socialista y el de Azaña. Prieto salió del hemiciclo diciendo que aquello era "una puñalada trapera a la República". Hubo un gran escándalo. Y cuando en el 33 la CEDA ganó las elecciones y Lerroux formó gobierno, sin ellos y con ellos, toda la izquierda le echó la culpa de su derrota a Clara Campoamor. Pero su partido ya no era el de Lerroux, no consiguió renovar su escaño y en 1934 abandonó el Partido Radical por su subordinación a la CEDA y los excesos en la represión del golpe revolucionario de Asturias que denunció con vehemencia: "Se torturaba a los acusados en las prisiones; se fusilaba a los presos sin formación de causa en los patios de los cuarteles y se cerraban los ojos a las persecuciones y atrocidades perpetradas por la policía durante aquellos dieciséis meses. Hubo sólo tres ejecuciones oficiales: ¡Cuánta clemencia! Pero hubo millares de presos y centenares de muertos, torturados y mutilados. ¡Execrable crueldad! He aquí el trágico balance de una represión, que, de haber sido severa, pero legal, limpia y justa en sus métodos, hubiera causado mucho menos daño al país."

claraCamp copiar.jpg (54010 bytes)

Cabeza de Clara Campoamor que se encuentra en la plaza de Guardias de Corps de Madrid. Foto de Despage.

Pero su hora ya había pasado aunque en 1935 escribió Mi pecado mortal. El voto femenino y yo, testimonio de sus luchas parlamentarias que vale por sí mismo, pero que pasó más bien desapercibido. Cuando en 1934, había tratado de ingresar en Izquierda Republicana - fusión de radicalsocialistas, azañistas y galleguistas -, sus dirigentes la sometieron a la humillación de abrirle un expediente y votar en público su admisión, que fue denegada. Tampoco entró en las listas del Frente Popular, que ganó por una mayoría más amplia que la derecha en 1933 con la ayuda inapreciable del voto femenino. La guerra la cogió desprevenida, aquella ya no era su República. Su actitud fue próxima a la de Martínez del Barrio. Creyó que aquello era una locura que se podía evitar, y se opuso a que se le entregaran las armas a los obreros al tiempo que apoyó las posiciones más moderadas. Acabó huyendo de Madrid temiendo la represión de unas izquierdas que identificaba - invariablemente - con dictaduras del proletariado en ciernes. En 1937 se instaló en Lausana (Suiza) donde escribió y publicó en francés La révolution espagnole vue par une républicane, que ahora edita Luis Español Bouché con una elaborada introducción y un anexo de 50 páginas para la Espuela de Plata, en concreto, para la colección España en Armas, la misma que ha dado a conocer obras como el testimonio de Antonio Bahamonde, Un año con Queipo de Llano, el detallado estudio del especialista Peter N. Carroll sobre La odisea de la Brigada Abraham Lincoln, y el retrato entusiasta de Alardo Prats y Beltrán sobre las controvertidas comunas libertarias aragonesas: Vanguardia y retaguardia de Aragón.

Sus posiciones son muy propias de cierta intelligentzia entusiasta de "la entrada" de la República, pero que luego se sintió desbordada por los acontecimientos, por unas luchas sociales que confiaban solucionar gradualmente... Sus ataques a lo que entiende como mala gestión del Frente Popular, se hacen en nombre de: "Los principios liberales y democráticos no son sino una vergonzante y culpable mixtificación cuando unos hombres o unos partidos los invocan para encubrir todos los horrores, crueldades y expoliaciones que en Madrid he visto perpetrar durante las seis semanas en que me fue imposible abandonarlo. Contra esa abominable facción criminal levantaré siempre mi voz, mi protesta, mi espíritu. Yo no estoy al Iado de las fuerzas que han hundido en lodo y sangre la República de 1931...Los que hace cinco años saludamos a la República como el triunfo de nuestros ideales y de nuestras esperanzas, hemos podido aprender anchamente en este estadio, que importan menos las palabras que su contenido virtual, y que el símbolo en que pusimos nuestra fe, puede devenir, si sus rectores se transforman en explotadores, continente de cuanto hiere nuestro anhelo liberal y justiciero".

En el testimonio que se ofrece, Madrid aparece como una capital de los horrores, sembrada de checas y paseos, un lugar donde la vida de un hombre valía muy poco si no tenía amigos influyentes entre las autoridades o el carné de un partido de izquierdas, una visión apocalíptica que no ayuda en absoluta a explicar tanta resistencia. Su prologuista, Español Bouché en la introducción del libro (1), no se cuestiona el enfoque de la autora, y escribe: "Durante julio y agosto, Clara Campoamor permanece en el Madrid milicianado. Observa el terror, las checas, los fusilamientos. Lo escribirá todo meses más tarde. Deja Madrid, dicen algunos que el 6 de agosto, pero ella afirma que en septiembre, rumbo a Alicante. No sabemos si en septiembre o ya en octubre, Clara Campoamor consigue embarcarse en un barco de bandera alemana rumbo a Italia, con la intención de pasar a Suiza. Varios falangistas planean asesinarla durante el viaje. La denuncian a las autoridades fascistas y Clara es retenida unas horas en Génova. Luego puede proseguir su viaje".

La suya es pues una visión desengañada por la situación, resulta patente cuando escribe: "Si el futuro tiene que depararnos el triunfo de los ejércitos gubernamentales, este triunfo no traerá consigo un régimen democrático, pues los republicanos ya no cuentan en el grupo gubernamental. El triunfo de los gubernamentales sería el de las masas proletarias, y, como éstas están divididas, serán otras nuevas luchas las que decidan si se quedarán con la hegemonía de los socialistas, los comunistas o los anarcosindicalistas. Pero el resultado sólo puede ser una dictadura del proletariado, más o menos temporal, en detrimento de la República democrática... Si, tal y como hemos indicado, las causas de la debilidad de los gubernamentales traen consigo el triunfo de los nacionalistas, éstos también deberán empezar por instaurar un régimen que detenga las disputas internas y establezca el orden. Este régimen, lo suficientemente fuerte como para imponerse a todos, sólo puede ser una dictadura militar".

Apartada de las actividades políticas, Clara vivió una década en Buenos Aires y se ganó la vida traduciendo, dando conferencias y escribiendo biografías entre las que se incluye harto significativamente las de Concepción Arenal, Sor Juana Inés de la Cruz, Quevedo y otros grandes personajes de la cultura española. Trató de volver a finales de los 40 y a comienzos de los 50, pero se topó con que tenía que ser depurada por haber pertenecido a la logia masónica Reivindicación. A diferencia de otros exiliados, ella se negó a declarar por lo que consideraba un delito legalísimo cuando se cometió y del que además, no se arrepentía. Así, por principios, se quedó en el exilio para siempre. En 1955 se instaló en Lausana, trabajando en un bufete hasta que perdió la vista. Murió de cáncer y de nostalgia en abril de 1972 y mandó que sus restos fueran incinerados en San Sebastián, donde se hallaba al instaurarse la II República, cuya historia no se puede escribir sin citar su nombre.

(1) El trabajo de Español Bouché es del año 2000 y se difundió entre especialistas el año siguiente. Sin embargo en 2002 se editó otra traducción y estudio en la Universidad Autónoma de Barcelona, como subraya el propio autor aunque en su momento pasó más bien desapercibida.

Clara, el voto femenino.

Por Mariana Violet, para Despage.
Mayo 2006
.

Clara Campoamor, republicana, diputada electa, pero no por ella misma. Es curiosa la historia del Derecho en los países. Al llegar la Segunda República se reconoce la igualdad de todos ante la ley, pero si eran iguales ante la ley, no lo eran ante las leyes que todavía no existían y una de ellas era el voto femenino.

Por ello será, sin duda, recordada Clara Campoamor. Clara no fue una diputada de izquierdas, Clara era liberal, con toda la carga de progresismo que ello pudiera llevar entonces, y toda la carga de reaccionarismo al no decantarse por grupos con ideas más avanzadas. Ella, como tantos políticos de centro, luchó toda su vida por los derechos de las mujeres, de los niños, contra el oscurantismo de la iglesia, nunca negó su anticlericalismo, por la justicia republicana (defendió con energías y principios todo lo republicano, entendiendo por ello a los integrantes de los partidos llamados republicanos, aunque algunos le decepcionaran). En su vida sufrió el rechazo como norma. Desde una infancia en la que tuvo que abandonar los estudios de bachillerato por el fallecimiento del padre, y tuvo que responsabilizarse de la entrada de un sueldo en casa, primero como modistilla, luego como dependienta, auxiliar de telégrafos, profesora de adultos, secretaria en un periódico, traductora (lo que le daría para ganarse la vida en el exilio posterior) y escritora. Toda esta experiencia, que le alejaba del mundo intelectual y la sumergió, bien temprano por cierto, desde los 13 años, en el mundo del trabajo, no le sirvió para tomar conciencia de clase como trabajadora, pero sí para defender derechos ausentes. Derechos, que dado el atraso de nuestro país, eran tan evidentes, que no se necesitaba ser marxista o anarquista, para reconocerlos. Así luchó por el sufragio femenino, como luchaban sus compañeras anglófilas de Inglaterra o Estados Unidos, luchó por el divorcio, lógico, para una sociedad reconocida laica por la constitución republicana, y por la despenalización del adulterio. Todo ello desde una perspectiva liberal, republicana y desde luego con mucho sufrimiento, que lo cortés no quita lo valiente. Y también en un Parlamento, no lo olvidemos, dónde no había disciplina partidista de voto. Dónde se debatían lo temas y según la exposición, brillante a lo Castelar, se ganaba o se perdía. También hay que tener en cuenta que no existía más que una Cámara. La ausencia de Senado o cámara alta, hacía de los debates un procedimiento directo y rápido para aprobar leyes.

PICT0242.JPG (117172 bytes)

Monumento a Clara Campoamor en Madrid, con motivo del 75 aniversario del voto femenino. Erigido en la Plaza de Guardias de Corps de Madrid en 2.005. Foto A. Pérez para Despage.

Podríamos establecer una comparación, que aunque suelen ser odiosas, Clara Campoamor, nos disculparía. Clara que llegó a ser abogada, tras terminar el bachillerato a los 35 años, y la carrera de Derecho en dos años más, verdadero esfuerzo que pocos consiguen, logra tras cambiar de partido (de Acción Republicana tuvo que irse, al no conseguir integrarse en las listas para ser electa a diputada) y afiliarse al Radical, conseguir plaza de diputada. Al llegar a este Partido también ingresa en la Masonería, un punto más para destacar la progresía de esta mujer. Punto que le sirvió para ser perseguida por el franquismo y no poder retornar a su país (volvió dos veces en dos cortas estancias y tuvo que salir rápidamente porque la procesaban gravemente). La comparación que queríamos establecer, pasa con un poco de imaginación del año 1936, a los años 1976 y siguientes. El Derecho comparado es una asignatura. Cabe por ello que la propia Clara vería con buenos ojos esta comparación jurídica. En efecto, en esos años de la Transición democrática, Adolfo Suárez, de extracción franquista y nadie puede dudar que de derechas, volvía a restablecer el divorcio, la legalización de los partidos, las libertades democráticas y promovió la Constitución que ahora tenemos. Quizás Suárez será de los que pasará a la historia por el reconocimiento de derechos que afectaban a todos, desde separarse hasta ver una película sin censura. Y el grado de atrevimiento y aventurerismo, hicieron de Suárez como de Clara, dos víctimas, ya que la osadía, aunque se base en la verdad, políticamente se paga. Quizás, por no llegar al fondo verdadero de las cosas, que en la época que analizamos era claramente, oligarquía y caciquismo, o proletariado y revolución. Quedarse en medio era estar entre las dos trincheras y recibir tiros de ambas partes.

Así fue la vida de Clara. Una persona valiente, liberal, progresista, pero temerosa a su vez del marxismo, de la violencia, sin llegar a comprender que la violencia comienza con la opresión, y la explotación, mucho antes de que comience la lucha con las armas.

Pues bien, atreviéndome a equivocarme, hoy Clara Campoamor sería una persona de centro político, y dadas las características actuales de nuestro Parlamento, podría militar tranquilamente en uno de los partidos de la moderación socialdemócrata.  Y hoy se apuntaría a la petición de la eutanasia, o del fin de la tortura animal, sobre todo en las corridas de toros, o a la liberalización total del aborto, o de las células madre. Es decir una mujer que abogaría siempre por los derechos de los más débiles, dentro del liberalismo. Pero reconocemos, si no nos equivocamos, que el liberalismo de Clara está muy lejos del neoliberalismo de los Bush, Blair, Tachter, o Esperanza Aguirre, es decir el neoliberalismo económico globalizador, arrasador de los intereses de los débiles del mundo, por poner un ejemplo aclaratorio.

También reivindicamos su lucidez en el campo del voto femenino. En los debates de las Cortes Constituyentes de la Constitución Republicana, se opuso a mujeres como Victoria Kent o Margarita Nelken, que tácticamente preferían esperar a mejores ocasiones, argumentando que el voto femenino, apoyado en las mujeres que mayoritariamente pertenecían a los grupos de: a) el clero femenino, b) las amas de hogar, y c) el analfabetismo (más de un 60 % en la mujer, incluído, por supuesto, las más pobres, campesinas y trabajadoras de la industria) iban a dar el voto a las derechas, pues se dejarían aconsejar por la facción más conservadora social.

claraC3 copiar.jpg (21460 bytes)

Detalle del monumento a Clara Campoamor. Madrid 2005. Foto: Despage. 13/05/2006

Esta táctica que luego resultó ser concluyente en las elecciones del 1935, dónde el partido de Lerroux, es decir el Radical de Clara, junto con la CEDA de Gil Robles, ganó las elecciones, no lo fue sin embargo por el argumento antedicho. Clara no fue culpable, sino que la abstención de las izquierdas (sobre todo cenetistas) dieron el voto a la derecha. Y esto es demostrable, porque cuando los anarcosindicalistas se decidieron a apoyar el Frente Popular, ya en 1936, fueron las fuerzas englobadas en él, de izquierdas, las que ganaron las elecciones.

Es evidente que Clara Campoamor luchó por sus principios, y se vió fuertemente defraudada por la violencia. Pero hay que aclarar que Frente Popular, lo hubo en aquella época en Chile y Francia, y no dio lugar a guerras civiles. Lo que vió Clara a su alrededor, en Madrid, lo repudió tanto que emprendió el viaje al exilio, en el mismo año 1936. Quizás su extracción pequeño burguesa, aunque trabajadora desde muy niña, la impidió tomar una conciencia de clase, con la que hubiera visto de forma menos conservadora los momentos terribles de la lucha de clases, en definitiva de la guerra civil.

Termino con la anécdota que se muestra en su biografía, que es la de que Clara después de luchar por el voto femenino, no resultó elegida en las siguientes elecciones, no pudiendo acceder al acta de diputada. También es posible que esta frustación, con la de su partido, con la de las críticas socialistas de Prieto, la hiciera refugiarse en la torre de marfil de sus principios jurídicos, excelentes, lo subrayo, utópicos, pero no realistas.

Bibliografía:

  • Mujer y Exilio.1939. Antonina Rodrigo. Compañía Literaria, Madrid 1999.
    Postales: Clara Campoamor, el voto de la mujer.
  • La Revolución española vista por una republicana. Clara Campoamor. Espuela de Plata, Sevilla, 2005.
    Introducción: Breve semblanza de Clara Campoamor. Luis Español Bouche.
  • Clara Campoamor la sufragista española. Concha Fagoaga y Paloma Saavedra. Instituto de la mujer. Madrid, 1986.

Obras de Clara Campoamor:

  • El derecho de la Mujer. Varias ediciones: 1931 y 1991.
  • La revolución española vista por una republicana (citada supra). Varias ediciones: 1937, 2001, 2002.
  • El pensamiento vivo de Concepción Arenal: presentado por Clara Campoamor. Losada, 1939 y 1943.
  • El voto femenino y yo: mi pecado mortal. Varias ediciones: 1981, 2001.
  • Sor Juana Inés de la Cruz. Varias ediciones: 1944, 1984.
  • Vida y obra de Quevedo. Buenos Aires, Gay Saber 1945.
  • La marina argentina en el drama español: heroísmo criollo. Edición con Federico Fernández-Castillejo. Buenos Aires 1939 y 1983. (Con más detalles de su huída de España).