Derechos para Tod@s 
Número 9
julio - agosto 2002


  

«No doblar las rodillas»
-LA POESÍA POLÍTICA DEL CONFLICTO- (1)


Enrique Falcón

El entrecruzamiento de los discursos de la llamada poesía actual no es ajeno -pese a su carácter marcadamente minoritario- a las mismas lógicas y a los mismos debates que forman parte del intercambio de los discursos culturales en el escenario de nuestras sociedades de pensamiento único o "sociedades de control", como le gustaba decir al desaparecido Deleuze.

En el ámbito de la poesía escrita en castellano en el Estado español podemos localizar, así (como -repito- en otros ámbitos de la vida social) discursos solidarios al discurso del Poder, discursos de la evasión, estrategias de resistencia y -últimamente con más fuerza- escrituras literarias cargadas de conflicto, subversión y lucha abierta. Algunos especialistas han señalado para ello una especie de renacimiento de la tan mal llamada «poesía social», en determinados círculos se oyó cada vez más hablar de la «poesía de la diferencia» y desde finales de los '90 casi se ha convertido en «etiqueta generacional» hablar de los 'poetas feroces', de la literatura "de la conciencia crítica", de las 'voces del extremo', de la 'poesía de lo marginal, lo radical y la heterodoxia', etc.

A los críticos más conservadores (también en literatura los hay, y muchos) les llegaría a sorprender hace bien poco (ver diario "La Razón") la coincidencia -entre las páginas de cierta (pen)última antología de la nueva poesía- de «una hornada de nuevos escritores entre los que aparecen un sindicalista de la CNT, un ex-presidiario, una prostituta de Barcelona, un mecánico de coches y un miembro de las comunidades de vida cristiana». En fin.

En cualquier caso, los autores que suelen ser incluidos bajo tales denominaciones insisten en rechazarlas, puesto que sienten que es difícilmente generalizable todo aquello que están escribiendo y publicando, que se trata más bien de un conjunto heterogéneo de estrategias de escritura, que es un flaco favor envolverlos a todos bajo una supuesta estética común o generacional, etc.

Y es cierto: apenas podríamos reconocer en todos estos poetas un cierto rechazo a lo que, durante los años '80 y '90, ha sido en España el "discurso poético dominante", prácticamente "oficial" -el de la también mal llamada "poesía de la experiencia", cercana a los aledaños del Poder y reproductora de una ideología que descansa en el conformismo de la autosatisfacción, la ausencia de los conflictos sociales y un marcado individualismo.

Junto a este frente común de cuestionamiento del discurso poético oficial, los poetas de quienes hablamos muestran en sus obras un tratamiento de lo social, de los conflictos sociales, que en ningún caso es idéntico, puesto que la incorporación explícita de "lo social, lo político y lo ideológico" se hace en ellos de maneras tan diversas y divergentes que resulta simplista hacer de ello un rasgo "generacional" común.

En todo caso, sí es común en estos escritores la preocupación por trabajar en el ámbito del lenguaje (en definitiva, es ahí, en el lenguaje, donde se generan nuestras visiones del mundo, las opresoras y también las emancipadoras), pero -por lo demás- esto no deja de ser algo casi consustancial al hecho de trabajar sobre un poema, un artefacto de palabras.

Desde las posiciones más narrativas hasta las más distanciadoras y rupturistas, lo primero que de hecho llama la atención del conjunto de poetas de los que estas líneas se ocupan es, así, su inasimilable diferencia, aunque con un cómplice horizonte de confrontación.

Unos pertenecen a colectivos más organizados (tipo Unión de Escritores del País Valenciano, La Galleta del Norte en Barakaldo, el circo de La Palabra Itinerante de Sevilla-Cádiz, el Ateneo Obrero de Gijón, el madrileño MLRS, el círculo "extremo" de Moguer...), otros van más por libre. Unos impulsan revistas y publicaciones de talante independiente y otros han obtenido premios importantes o publicado en editoriales poderosas. Unos militan paralelamente en plataformas y colectivos sociales, políticos o sindicales y otros consideran que su compromiso primero es con su trabajo como escritores. Unos han sido recogidos en antologías recientes y otros apenas siguen siendo inéditos. Unos proceden de círculos intelectuales académicos y otros del variopinto mundo del trabajo manual. Unos están más preocupados en dar salida a sus poemas en los círculos de lo estrictamente literario, y otros -además- colaboran activamente como escritores en movimientos sociales de base (ecologistas, sindicatos no reformistas, insumisos, cooperación con el Sur, asociaciones vecinales, casas okupadas, etc.).


COMPAÑERA, MI DOSIS ANFETAMINICA

Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964)

La doctrina, el trabajo sórdido, más inútil,
por el pueblo explotado, para el pueblo ya libre.

Tú no sabes el daño que origina la luz
cenital del neón, las quemaduras
que causa en la mirada y en la piel
de quien trabaja inmerso en la parálisis,
de quien aguarda atención en las colas:
apenas serpentean las gentes con su turno.

Si conquistan un paso al frente, sueñan
que pronto llegarán a ventanilla.
Tienen aspecto de convalecientes
olvidados sin lástima en un gran almacén
de chatarra y papeles con sellos oficiales.

Mientras todos acuden a la cafetería,
en el lavabo llora un funcionario.

14 de diciembre de 1988, huelga general
contra el Gobierno de Felipe González.

 

MARAT-SADE, 1998

David-Eloy Rodríguez (Cáceres, 1976)


El problema ahora
es que hay muchos vigilantes
y pocos locos.
El problema ahora
es que la jaula está
en el interior del pájaro.

CALLADA Y TRISTE

Eladio Orta (Isla Canela, 1957)

callada
y triste
como una niña
sin respuesta
busca la lluvia
mi abrazo y
recorremos la arboleda
rompiendo versos
a pedazos
escribiendo mal a
conciencia
porque bien
ya otros lo hacen y
no ha ocurrido nada

tan sólo
han levantado admiraciones

CUANDO VENGAN A BUSCARLE

Enrique Falcón (Valencia, 1968)

Que le den un niño a cada árbol del bosque
para creerse menta.
Que les pongan pies a las cruces del luto
y salgan, increíbles, a esperar a las visitas.
Que se escapen las novias
a su incendio de uñas pintadas.
Yo recuerdo su rostro encendido
en un arpa de tijeras y tormentas tropicales.
Que le vuelquen las manos
por detrás de la mortaja,
que señale al asesino,
para que no vuelva
para que no espere
para que no caiga.