Derechos para Tod@s 
Número 6 
octubre - noviembre - diciembre 2001



  

LOS ACONTECIMIENTOS DEL 11 DE SEPTIEMBRE EN NUEVA YORK Y WASHINGTON


Mesa Cívica por los Derechos Sociales de Catalunya

A todos los muertos por la barbarie humana: los 5.000 de Estados Unidos, las victimas de las guerras en Yugoslavia, Medio Oriente, África y Asia, los inmigrantes que mueren en las pateras, los 19.000 niños y 50.000 adultos que cada día mueren de hambre, y a los millones de hombres y mujeres que viven y mueren en la pobreza. Que los vivos no tengamos paz mientras permitamos que esto siga sucediendo.

El ataque del 11 de Septiembre a las Torres Gemelas y al Pentágono en Estados Unidos ha desencadenado tal cúmulo de acontecimientos que puede ser útil un breve comentario sobre todo ello desde algunas fuerzas sociales de base. Presentamos nuestro punto de vista con la esperanza de que estimule una reflexión que muchas personas y grupos ya están realizando pero que tiene limitadas posibilidades de expresión pública, abrumados como estamos por el dominio y la unidireccionalidad de los grandes medios de comunicación. Frente a un acontecimiento que ha sacudido al mundo, queremos ejercer nuestro derecho a la participación democrática.

Hemos asistido a un acto duro, cruel y espectacular que ha supuesto la pérdida de casi 5.000 vidas humanas, enormes pérdidas económicas, el colapso de dos ciudades y una parte importante del país más poderoso del mundo. Es un asunto grave y no hay que minimizarlo. Se trata de un ataque al símbolo de la hegemonía occidental y una situación excepcional que ha llevado a sus habitantes primero a la perplejidad, incredulidad, y miedo; a la rabia, impotencia, y un profundo sentimiento de humillación y ridículo después. Además, ha mostrado al mundo entero la asombrosa vulnerabilidad del país que se consideraba el más protegido del planeta, en cuya seguridad se gastan enormes sumas. Y se ha experimentado una forma de lucha entre contendientes muy desiguales, para la que los grandes poderes modernos no parecen estar preparados y frente a la que se sienten inermes. Es una forma de lucha inquietante, sobre todo para los países más poderosos que pueden ser atacados en formas muy difíciles de prever y de contrarrestar por enemigos no sólo mucho más débiles, sino casi imposibles de identificar, en una moderna versión de David contra Goliat. La impresión de incertidumbre y vulnerabilidad hacen mella en todos nosotros.

Y se desatan las emociones. La muerte de 5000 personas en directo en televisión sacude a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad. La compasión, la solidaridad, el miedo se transmite al mundo. Pero las emociones no bastan. Frente a hechos como este la ciudadanía quiere entender por qué pasa esto. Es necesaria la emoción, pero también la razón y el análisis. No podemos quedarnos en la superficie y la inmediatez del sentimiento.

Hay que empezar por colocar este triste episodio en perspectiva. Claro que ha sacudido a la población de Estados Unidos y, con la ayuda de los grandes medios de comunicación, al mundo entero, pero no es el único ni el más duro de los grandes desastres causados por el ser humano si lo ponemos en perspectiva de las vidas humanas perdidas o del daño a las poblaciones e incluso a la riqueza de los países. Da vergüenza escuchar que es el acontecimiento más importante desde la segunda guerra mundial. ¡Que corta, o mejor, que selectiva es nuestra memoria¡. Las guerras entre hutus y tutsis, o entre Etiopia y Eritrea en África, las catástrofes causadas por los jemeres rojos o la guerra del Vietnam en Asia, las recientes y sucesivas guerras en los Balcanes, los enfermos que mueren sin asistencia por culpa de bloqueos sucesivos, o el deterioro de la esperanza de vida en los países del Este en la década de los noventa, los inmigrantes que dejamos morir en las pateras o la flagrante agresión diaria al pueblo palestino... Son sólo unos pocos ejemplos de circunstancias tanto o más dramáticas que las actuales. Nos impresionan los muertos en Estados Unidos, pero no podemos ignorar sucesos mucho más terribles en otros lugares. ¿Será que las vidas humanas no tienen el mismo valor en todas partes?. Nos dicen, también, que es el embate más importante porque inicia una nueva forma de lucha, difícil de contrarrestar. ¿Acaso no son igualmente difíciles y novedosas las múltiples formas en que los países más poderosos imponen su dominio? ¿Es Estados Unidos inocente de la variada y nefasta lógica de tensión, violencia, guerra y muerte que los gobernantes y poderosos de la tierra establecen como única vía para la gestión de sus conflictos? ¿Se puede creer y aceptar que Occidente sea sinónimo de bien y de civilización, mientras identifican al resto del mundo como el mal por el hecho de haber sido atacados por un grupo minoritario de enemigos suyos?.

¿Por qué suceden estas cosas? ¿Cómo es posible que unas pocas personas se dispongan a matar y a morir para atacar de forma puntual a un enemigo lejano? No es un ataque que pueda llevarles a un triunfo próximo, ¿entonces?. Nos dicen que es porque son unos locos fundamentalistas. Un pobre argumento. Es más adecuado recordar que la estructura económica y de poder mundial del capitalismo actual tiene como objetivo principal expandirse sin límite para obtener un beneficio para los grandes capitales, y que es cada día más desigual e injusta: unos pocos son más y más ricos y potentes, y una mayoría es más débil y pobre; unos pocos controlan todas las instancias de poder -desde el G-8, Banco Mundial, FMI, OMC, Unión Europea, OTAN - y los otros no tienen ningún mecanismo real de expresión e influencia, mientras las Naciones Unidas constituyen una de las instituciones a la que se ha sumido en la inanidad total, y otras instancias, como el Tribunal Internacional de la Haya, siguen también las orientaciones favorables a los países dominantes. Se ha hecho una caricatura sin ninguna credibilidad de la justicia y de lo que se denomina democracia representativa. Los únicos valores reconocidos parecen ser los del poder económico y la riqueza. Es sabido que los grandes poderes han utilizado a cualquier persona u organización para lograr sus fines -Osama bin Laden fue entrenado y financiado por Estados Unidos para luchar contra los soviéticos en Afganistán, y también utilizaron a Sadam Hussein y Pinochet-. Se ha profundizado en un sistema mundial sin más alma que el beneficio -la globalización capitalista- con una enorme capacidad de crear riqueza, pero que condena a las cuatro quintas partes de la humanidad a la pobreza. La desesperación y la injusticia engendran violencia.

Y el poder de Estados Unidos y su forma de ejercerlo. El pretendido modelo de civilización, el eje central de este imperio, el campeón del modelo económico predominante, actuando con prepotencia en lo político, lo económico y lo militar y manejando a su antojo los acuerdos internacionales incumpliéndolos con frecuencia. Su propia organización interior se levanta sobre bases injustas -pena de muerte, pobreza y exclusión interior…-. Resulta evidente su injusto poderío, su dominio frente a los más débiles, su utilización arbitraria de todo el orbe.

¿Sorprende acaso que este sistema pueda crear unos monstruos que generan reacciones crueles y absurdas? El 11 de septiembre no se justifica, pero se explica. Algunas voces han señalado estos días que el mejor medio de evitar el terrorismo es avanzar hacia la equidad y la justicia. Es el camino por el que debiéramos transitar. Si todos estos acontecimientos, si tanto dolor, sirvieran para revisar a fondo el sistema económico y social en el que nos movemos, la muerte de tantos inocentes hubiese servido de algo.

Pero todos los indicios van en la dirección opuesta. La reacción desde los ámbitos del poder político, institucional y mediático es escandalosa. En general, aunque hay algunas tímidas excepciones, los dirigentes de Estados Unidos primero y la de sus aliados después han decidido, por un lado, tomar la justicia por su mano, despreciando totalmente la más elemental idea de un sistema mínimamente equilibrado de impartir justicia y, por otro lado, estimulan, desarrollan y utilizan para sus intereses todos los elementos más emocionales e instintivos de las poblaciones: un patrioterismo visceral y escandaloso y la criminalización indiscriminada de los musulmanes. El pueblo de Estados Unidos, que a menudo ignora su verdadero papel en el mundo, dolorido y manipulado hasta la nausea por sus dirigentes, se prepara para una guerra que anuncian intensa, violenta, y sucia. Lo que genera a su vez la persecución indiscriminada y la expansión del miedo y el fundamentalismo musulmán que, a su vez, ya está llamando a la guerra santa.

¿Es posible a estas alturas de la historia anunciar la locura de otra guerra?. Ni podemos ni queremos ser cómplices. Frente a ello no queda más remedio que establecer una serie de elementos que dejan al descubierto la inconmensurable paranoia, arbitrariedad y falta de responsabilidad frente al mundo que supone esta posición. Citamos unos pocos puntos:

* Se arrogan el derecho a una réplica personal. Ellos deciden quien es culpable y ejecutan la sentencia. Ojo por ojo. No se reconoce en absoluto mecanismo alguno de impartir justicia ajeno a la voluntad de la Administración de Estados Unidos, rompiendo con ello toda pretensión de justicia y democracia. Para dar algún rasgo de legalidad a este procedimiento han hecho interpretar las leyes según su criterio (Art. 5º. OTAN). Pero hacer justicia en venganza es otro crimen que desencadenará infinitos sufrimientos.

* Van a hacer una guerra para castigar su ofensa. Pero no saben quien es el enemigo. No hay garantía alguna que quien ellos consideran el causante de los hechos lo sea en realidad. Pero no se puede castigar con justicia sin probar la culpabilidad.

* Por eso han inventado un enemigo. Han generalizado quien puede serlo. No sólo han decidido, de momento sin pruebas, que Ossama bin Laden es el culpable, sino que han generalizado la culpabilidad a 'los musulmanes', 'los árabes', con lo que están creando una exasperación racista que puede convertirse en incontrolable.

* La desproporción entre el ataque -aunque duro, puntual y dirigido a objetivos específicos- y la respuesta que se pretende dar -una guerra dura, larga y sucia- no tiene parangón. Una guerra es siempre absurda, pero en estas condiciones es abrir una caja de Pandora de consecuencias incalculables.

* Este triste episodio está también poniendo en evidencia la subordinación de todos los países a Estados Unidos. Los dirigentes europeos en particular, que han corrido a ponerse a disposición del patrón, liderados por Blair y Aznar, que no dudan en meternos en una guerra sin declararla y sin ningún recurso a procedimientos democráticos. La OTAN que con su rápida respuesta ha dejado patente su dependencia de la Administración de Estados Unidos. Pero también la de otros muchos países más pobres que parecen temer las represalias de Estados Unidos si no se unen a sus huestes. Es claro el caso de Pakistán que ha sido amenazado por EE.UU. si no coopera, pero también resultan patéticas las condolencias, sin matices o con muy pocos, de otros jefes de estado de países más pobres.

* Se utilizará la guerra como una magnifica oportunidad para hacer negocios por el complejo industrial-militar que dispone de amplios recursos para negociar en la clandestinidad sin preocuparse de quienes son los 'amigos' o 'enemigos', sin importarle quien o cuantos mueran. Es sabido que la búsqueda de beneficios no se detiene en barreras morales o de legitimación .

* Plantean la guerra como un conflicto entre culturas, lo que supone luchar por hacer desaparecer ideas, creencias y costumbres que se juzgan peligrosas para los 'valores occidentales', cuando nadie puede tener el monopolio de la verdad o la razón.

* Aprovechan un hecho grave para recortar las libertades públicas. Ya han anunciado que van a alterar las leyes para permitir a la CIA y al FBI que actúen sin control. Por ejemplo, podrán contratar malhechores o atentar contra dirigentes extranjeros. Cínicamente han anunciado una guerra sucia. Las medidas de control de las libertades públicas aumentarán. ¿Cuáles serán los límites que se utilizarán a la hora de enfrentarse a los pujantes y novedosos movimientos sociales que surgen en muchos países y que ponen en cuestión el sistema económico y político dominante? Tememos que todo este asunto revierta en un aumento de la represión en las luchas en pro de una sociedad alternativa más justa y satisfactoria. Una 'solución' redonda en sus planes: acaban con los que llaman terroristas, de paso quizá con los talibanes que les han salido respondones, y en medio meten en cintura a los movimientos que contestan el sistema.

No tienen derecho a reaccionar como lo han hecho y menos todavía de imponernos una guerra. Tenemos que enfrentarnos a la guerra y a la venganza. No sirve de nada que mueran inocentes musulmanes, o de cualquier otro país, para vengar los inocentes muertos en Estados Unidos. Este es un terrible episodio más, en un sistema que engendra terribles episodios continuamente. La guerra es el reconocimiento de la incapacidad política. La humanidad ha creado otros instrumentos para dirimir sus conflictos; qué se apliquen sin tener que recurrir a una guerra que, como todas, será fratricida. Para luchar contra hechos como el del 11 de Setiembre no sirven las armas. Sólo avanzando hacia un sistema más justo y con una estructura democrática genuina y participativa para el mundo entero, se evitará este dolor. La democracia real tiene anticuerpos contra la violencia. El resto es puro engaño para beneficiar sus intereses. Y peligroso para todos los ciudadanos de todo el mundo.

Es preciso mencionar dos aspectos más: el papel de los grandes medios de comunicación que reflejan sólo la visión del poder -la BBC se ha tenido que excusar por haber presentado un programa donde se vertieron opiniones antiamericanas- y nos manipulan sin escrúpulos. ¿Seguirán proporcionando 'información' en cantidades similares, que no en calidad, de todos los hechos en que mueran por lo menos 5.000 personas en otros países?

Y el otro aspecto, más triste para nosotros, es el papel que esta jugando el gobierno español. Aznar corrió a postrarse ante el amo para ofrecerle 'su' país incondicionalmente. Por otra parte, Aznar, Rajoy y todos los portavoces grandes y pequeños del gobierno han pretendido equiparar el terrorismo de ETA al hecho de las Torres Gemelas, comparación absolutamente desproporcionada, fuera de lugar, de un oportunismo extremo que nos hace sentir vergüenza por los dirigentes que tenemos.

¿Qué podemos hacer frente a todo esto? Por lo menos ser críticos y capaces de pensar acerca de este tema sin dejarnos someter por los medios y las ideas dominantes. Resistir en nuestras mentes, expresar nuestro pensamiento, difundirlo, plantearlo de forma colectiva, y prepararnos así para luchar contra el recorte de libertades que se aproxima. Por todo ello:

- rechazamos las condiciones de injusticia y desigualdad que imperan en este mundo globalizado, causantes de reacciones violentas, a las que también objetamos

- rechazamos con toda nuestra fuerza, el propósito guerrero de Estados Unidos y sus aliados que quieren innecesaria y arbitrariamente hacer un empleo masivo de la fuerza que llevará el dolor a las poblaciones, dividirá a la colectividad internacional, y agravará los problemas sin resolver las causas verdaderas de los conflictos.

- rechazamos, con mayor ímpetu todavía, la política del gobierno español que no interpreta los deseos de paz del pueblo, incrementa la militarización, limita las libertades públicas, cede el país para acciones bélicas, condena a la ciudadanía a los riesgos de una guerra injustificada, que no es, ni debe ser, ni queremos que sea nuestra guerra.

La ciudadanía de a pie queremos que haya un lugar en el mundo para todos, que se reparta justamente la riqueza y el poder, que se acuerde la coexistencia y el dialogo sin amenazas violentas. Es la vía para que la vida y la muerte sean hechos dignos de la condición humana, muy superior a la que nos anuncian tenebrosamente quienes gobiernan este maltratado mundo.