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Número 5 
julio - agosto - septiembre 2001


  

BAMUNES : LA FIESTA DE UNA MINORÍA MUSULMANA DE CAMERÚN

Esteban Galera

En Camerún, sus pobladores hablan cerca de doscientas lenguas maternas. Este dato expresa por sí mismo la riqueza étnica que acrisola la breve pero intensa geografía de este bello país del Africa atlántica-ecuatorial .

Puede decirse que las etnias camerunesas impregnan sus sentidos místicos y culturales de las filosofías animistas tradicionales de Africa, algunas de ellas totalmente, como es el caso de los pueblos Kirdis y Pigmeos. Las otras etnias penetradas con mayor o menor intensidad por religiones y creencias foráneas a través del sistema colonial, mantienen sin embargo en un alto porcentaje las orientaciones animistas, tento en su vida espiritual como en las diferentes manifestaciones culturales y artísticas propias, dando lugar a ricos fenómenos de sincretismos religiosos y culturales.

Entre los pueblos o naciones camerunesas afectadas por la expansión del Islam en Africa subsahariana se encuentras los peuls (fulbés) y los bamunes. Los peuls, constituyen la mayoría de los musulmanes cameruneses y habitan extendiéndose con sus ganados por toda la mitas norte del país, territorio de grandes savanas, conformando una sociedad seminómada.

Los bamunes habitan un segmento del interior sudoccidental del país cuyos paisajes son suaves y bellos entre colinas y montañas de formas redondeadas cubiertas de arboledas y pastos subtropicales; son tierras esplendorosamente verdes muy agradables. Constituyen una minoría étnica en Camerún que optó por la via musulmana abrazando el Corán muy tarde, esto se produjo en el transcurso del siglo XIX por razones políticas y económicas, aunque la dinastía que reina en sus territorios se remonta al siglo XIII.

El pueblo bamún posee una sólida y arraigada cultura basada desde los orígenes en la cosmogonía animista, logicamente el mundo bamún no pudo escapar de ningun aspecto importante que tenga que ver con la tradición del animismo a pesar de incorporarse a la religión musulmana hace menos de siglo y medio.

Los bamunes siempre han sido un pueblo dedicado al comercio relacionado con la agricultura y el textil que dominaron hasta la actualidad la actividad comercial de la región en dura competencia con el pueblo bameliké, único pueblo influenciado seriamente por la religión cristiana, vecinos inmediatos de los bamunes. Hasta tal punto ha sido importante el control que los bamunes ejercieron sobre el comercio camerunés que los monarcas de este pequeño pueblo han tenido una representación obligada, ocupando altos cargos, en todos los gobiernos de Camerún desde su independencia.

Durante los siglos XIX y XX los bamunes lograron consolidar su poderío comercial apoyados en pactos políticos de los que obtuvieron excelentes resultados. Primero se aliaron a los haussas, un poseroso pueblo islamista de Níger que mantuvo siempre a raya, incluyendo ofensivas bélicas, a las etnias animistas limítrofes o vecinas. Este período de relaciones especialmente amistosas entre haussas y bamunes está en la clave de la conversión bamún al Islam. Más tarde, durante la época dura del colonialismo europeo tres potencias se arraigaron en Camerún, Francia, Inglaterra y Alemania y loas bamunes, hábiles políticos, optaron por pactar con los alemanes, que eran los que controlaban esa parte de Camerún, con el objetivo de mantener su fuerza y equilibrio entre los demás grupos cameruneses y europeos.

Los bamunes que nos son más que una pequeña etnia musulmana convertida a última hora, aún manteniendo el referente del animismo, paradójicamante son uno de los pueblos subsaharianos que con mayor énfasis celebran la fiesta del viernes, día de la Gran Oración en el mundo musulmán.

Llegar en viernes a Fumbán, capital del Reino Bamún, es un privilegio del destino para cualquier viajero. Todos y cada uno de los viernes del año la excepción y la fiesta se apoderan de la ciudad con motivo de la oración que se celebra en la principal mezquita. Desde muy temprano la gente se va concentrando en la ancha avenida de tierra colorada que discurre entre el palacio del Sultán de los bamunes, un extraño y ecléctico edificio que sustituyó desde principios del siglo XX al palacio tradicional, y la plaza donde está ubicada la mezquita mayor. En la puerta del palacio van formando los guerreros de élite y los "notables" de la corte ataviados con lujosos y vistosos "bubus" (vestido tradicional), gorros o turbantes portando en bandolera grandes espadas y puñales mientras esperan la salida de palacio del Sultán.

Por fin el Sultán hace su aparición protegido bajo una enorme sombrilla que sujeta un sirviente. El monarca va vestido siempre para esta ocasión con ropajes lujosos, deslumbrantes y repletos de pedrerías incluidas las babuchas, que le prestan un aspecto majestuoso en medio de la comitiva que se forma en torno a él para acompañarlo hasta la mezquita.

Comienza la marcha de guerreros, notables, sirvientes y demás acompañantes que dispuestos por delante y por detrás del Sultán caminan por la avenida repleta de gentío que aplaude el paso de su rey. Al mismo tiempo multitud de hombres y mujeres van ocupando el interior de la mezquita concentrándose en los alrededores para seguir los rituales desde la calle. En la puerta principal de la mezquita se sitúan las embajadas enviadas por otros pueblos para acompañar al Sultán en el día de la "Gran Oración". La importancia de este acto es de tal envergadura que con regularidad grandes países del islam envian representantes a esta celebración, hay embajadas de Egipto, Mauritania, Siria, Libia, Tuareg de Argelia, Nigeria, Arabia Saudí, etc.

Es la hora de la ceremonia y el pueblo de Fumbán está concentrado en el acto, las puertas de la mezquita rebosan de zapatos, sandalias y babuchas esperando a ser calzadas de nuevo y en el exterior la gente que no ha podido acceder a la mezquita, ordenadamente en filas, siguen al unísono el ritual que marca la liturgia del Corán.
Al término de la oración comienza la fiesta donde se unen colores, olores, sonidos y movimientos capaces de excitar los sentidos del espectador más gélido y es difícil mantenerse como mero observador sin lanzarse a participar y a compartir con los bamunes sus extraordinarias manifestaciones de alegría. De nuevo una multitudinaria comitiva desfila junto al Sultán para efectuar el recorrido a la inversa, esta vez desde la mezquita hasta el palacio.

Abren el paso del desfile los músicos interpretando ritmos calientes con sus instrumentos tradicionales de cuerda, percusión y viento, luego desfilan los "notables", los comerciantes y los guerreros, una sirvienta vestida de vivos colores danza mientras finge limpiar el suelo para que a continuación pase el Sultán siempre imperturbable bajo la enorme sombrilla. Cierra la comitiva las delegaciones de las embajadas extranjeras formando un séquito de porteadores que llevan los regalos que han traído de sus respectivos países para agasajar a su real anfitrión.

El acto termina con el Sultán sentado en el trono a la puerta del palacio flanqueado por su guardia armada. Los jardines del palacio están inundados por la población que se concentra para observar como los clanes guerreros, las sociedades secretas, los "notables" y las embajadas extranjeras van pasando por delante del Sultán para presentarle sus respetos con saludos ceremoniosos y rituales al mismo tiempo que las embajadas hacen la entrega de los regalos exhibidos durante el desfile.

Un grupo de amigos tuvimos la "osadía" de presentarnos ante el rey bamún como una embajada más para obsequiarle con lo único que teníamos a mano, un gran cigarro habano. La ocurrencia le pareció simpática al Sultán y nos complació invitándonos al banquete que a continuación tendría lugar en el palacio como colofón de la jornada festiva y religiosa.

Así terminó esta extraordinaria experiencia viajera compartida con los bamunes y cuyo final tuvo el exquisito gusto de un suculento guiso de víbora del Gabón.