Derechos para Tod@s 
Número 4 
mayo - junio 2001


  

EL ÚLTIMO INSUMISO


Enrique Falcón

… Escribir, en primer lugar –en este tiempo último–, para responder a la proposición de Glotz: "poner en pie una coalición del máximo número de fuertes a favor de los débiles, en contra de sus intereses propios". Segundo: retomar ahora la invitación a la necesidad de oírnos –unos en los otros– los relatos cotidianos para la esperanza, para las jornadas del cansancio o del desaliento que nos han de venir. Tercero (por último), recordar en este tiempo lo que deja toda una década de lucha por la paz: los 20.000 insumisos de la colectiva –yo, entonces, allí–, la primera amnistía, las "reobjeciones", la asamblea donde se decidió priorizar como estrategia colectiva la insumisión al Servicio Militar Obligatorio y a la Prestación Sustitoria, las objeciones fiscales, los juicios, la cárcel y las inhabilitaciones, el respaldo social, los grupos de apoyo a los antimilitaristas encarcelados, los consejos de guerra, la Prisión Militar de Alcalá de Henares… Y hoy, primera primavera del nuevo siglo, la acción del último de ellos: su declaración pública ante el Juzgado de Guardia de turno, con fecha del 4 de abril.

Firma esta declaración magnífica mi amigo Ximo Díaz, activista de calle, bicho genial del
barrio de la Malvarrosa, compañero de la 'Unión de Escritores del País Valenciano' y matemático abstracto de vocación desconcertante. Ximo debía haberse incorporado a filas el pasado 13 de marzo en la Población Militar de San Fernando (Cádiz), destino que se le había asignado en lo que ya se conoce como el último reemplazo militar en la historia de este país. Como él mismo ha escrito, "lejos de sentirme desafortunado por tan inoportuno acontecer, he aprovechado tal eventualidad para mostrar mi rechazo al militarismo". Y se ha declarado insumiso, dentro de la larga lista (decenas de miles) de ciudadanos comprometidos con la paz y que hacen de la desobediencia civil un ejercicio público y contundente de democracia profundizada.

En la Declaración que envía al Juzgado, Ximo Díaz aduce dos grupos de razones que le
llevan, irremediablemente, a la insumisión pública. En primer lugar —desde su propia acción en su barrio (la Malvarrosa, un barrio obrero de la periferia de Valencia) así como en otros colectivos de cuestionamiento al capitalismo—, reconoce que "la esencia del hecho militar es la agresión cotidiana" que nos convierte en meros códigos de neutralidad, homogeneización, uniformidad y cosificación. Tras denunciar la coordinación necesaria entre ejército y capital, Ximo se une a quienes "reivindicamos el antagonismo frontal y la autonomía como metodología constructiva de un verdadero sentimiento de convivencia y justicia".

El segundo grupo de razones que han llevado a Ximo Díaz a esta insumisión postrera surgen desde su irremediable compromiso con la transgresión por medio de la escritura literaria. Algunos otros compañeros ya habían esgrimido motivos como éste en anteriores comparecencias públicas por insumisión a lo militar. Ximo expresa ahora ante el Juzgado que "la creación y la imaginación son propuestas antagónicas a la obediencia ciega". E insiste: ver —lo contrario de permanecer ciegos— es crear y transformar. Y cita párrafos enteros del volumen "Poesía y poder"(Eds Bajo Cero, Valencia, 1995), del colectivo 'Alicia bajo Cero': "el fascismo –por ejemplo– estetiza la política".

Dice verdad Ximo al reconocer que, como parte de su proceso de desobediencia activa durante estos últimos años, la 'Unión de Escritores' debe sentirse partícipe e instigadora de este delito suyo de insumisión. Sus compañeros y compañeras de la Unión nos reconocemos, así, instigadores de la resolución pública de Ximo Díaz. Sus mismas palabras, casi al final de su declaración al juzgado, se revuelven frente al mundo cargadas de razón y de semillas: "(…) Es así como logramos la desarticulación ideológica del estamento militar, como a diario luchamos contra nosotros mismos para sustraer de nuestras conductas lo que el militarismo ha depositado en el entorno social. Es así como finalmente, ante la llamada del ejército, nos desasimos, damos un paso hacia atrás, y —desde la periferia de nuestros barrios— depositamos sobre las estructuras de control, en proceso de arte-acción (y ahora sí, estéticamente), las metáforas más hediondas".