TRES
GOLPES EN EL MURO
Enrique
Falcón
Parece mentira que acabe de celebrarse el último sorteo para
el Servicio Militar en la historia de España, tras tantas décadas
de conscripción obligatoria. En un momento así, menos
me vienen a la mente el escaqueo esperable de nuestros "últimos
muchachos", la amenaza de la futura Ley de Servicio Civil y la
propaganda aséptica o terrible de nuestro nuevo ejército
por fin profesionalizado, por fin adaptado a los últimos adelantos
en las técnicas del buen matar, como buenos europeos que somos
o nos hacen creer las directrices de Seguridad en los documentos del
más alto nivel. Más me quedo entonces con tres fogonazos
invisibles para esta Nueva-Era-recién-comenzada, la que como
así nos recordara M.Castells exige a la «nueva guerra»
tres condiciones esenciales: que sea "instantánea",
"limpia" y "profesional". Todo un proyecto civilizador.
Primer fogonazo: a mi amigo Carlos (astrofísico, buen chaval,
pacifista hasta la médula y por ello metido en la cárcel
desde hace casi un año) el Coronel-Director de la Prisión
Militar de Alcalá de Henares le acaba de denegar el adelanto
de la libertad condicional porque Carlos no ha cambiado de ideas: el
«tratamiento de reinserción» ha tenido poco éxito
en él y sigue pensando y manifestando que la desobediencia civil
no-violenta es legítima. Chapas metálicas después
en las celdas, en respuesta a que algunos compañeros de trullo
mostraran por las ventanas toallas con la palabra "insumisión".
Chapas metálicas para el rey desquiciado de Alfred Jarry, el
que ahora en mí escribe que «un espectáculo militar
bien compuesto debe satisfacer la fórmula de Aristóteles:
horrorizar, primero; dar lástima, después».
Segundo fogonazo: el de los 20.000 insumisos de estos 10 últimos
años. Y antes que ellos, los 20.000 del '89 que expusimos sueño
adentro aquella "insumisión colectiva" por la
que nos negábamos a hacer la mili y a realizar cualquier prestación
sustitutoria, así como a reconocer a ningún tribunal ni
consejo que decidiera sobre nuestras conciencias. Y entonces Albert
Einstein, incorregible, aquí declarando: «Estoy convencido
de que la única forma de abolir la carrera de armamentos y vencer
al espíritu militarista es la negativa a hacer el Servicio Militar:
una lucha ilegal, pero una lucha por el derecho del individuo en contra
de su gobierno».
Tercer fogonazo: Comunidades cristianas de base solicitan a la jerarquía
eclesiástica que considere como formas preferentes la objeción
de conciencia al servicio militar, la insumisión, la deserción,
la objeción fiscal y la desobediencia civil a toda clase de estructura
opresiva, según lo predica el espíritu evangelico. Unos
y otros, con la esperanza de que "las lanzas se conviertan en podaderas",
desertores u objetores fiscales, reabren sueño adentro
el futuro de la desobediencia valiente, antimilitarista, para tiempos
sin servicio militar. Valèry el poeta, desde su cementerio marino,
susurra para los muros de esta Nueva-Era: «La guerra es una masacre
entre personas que no se conocen para provecho de personas que sí
se conocen pero no se masacran».
Así hasta el fin de las eras, una generación hambrienta
tras otra generación hambrienta, recomenzando de nuevo y girando
en torno al muro. La por fin llegada "Guerra Civilizada",
contra los pobres de siempre.
|