Derechos para Tod@s 
Número 17
noviembre - diciembre 2003




CAE SADDAM HUSSEIN, SIGUE LA RESISTENCIA
La lucha no era por Saddam, sino contra los invasores, el sentir

 

Robert Fisk, enviado especial en Iraq. Traducción: Gabriela Fonseca

''Paz'' y ''reconciliación'' fueron las palabras que el domingo compartieron tanto Downing Street como la Casa Blanca. Pero no se cumplirá la esperanza de que se derrumbe la resistencia contra la ocupación. Hussein no era el guía, ni espiritual ni político, de la insurgencia que ahora cuesta tantas vidas -más vidas de iraquíes que de occidentales, cabe agregar- en Irak. No importa lo contentos que puedan estar Bush y Blair por la captura de Saddam; la guerra continúa.

En Fallujah, en Ramadi, en otros centros del poder sunita en Irak -y no, no es un triángulo sunita, por cierto, sino más bien un rectángulo que contiene a otra nación-, la resistencia contra la ocupación seguirá en aumento.

La sistematización de los ataques y el cada vez mayor y más temible refinamiento de los insurgentes están unidos al comité de la fe, grupo sunita musulmán con bases wahabitas que ahora planea los ataques contra las tropas de ocupación estadunidenses entre Mosul y la ciudad de Hilla, 80 millas al sur de Bagdad.

Incluso antes del derrocamiento del régimen del partido Baaz esos grupos -tolerados por Saddam con la esperanza de que desgastaran la militancia islámica sunita- ya planeaban la resistencia contra la ocupación extranjera.

La matanza, este domingo, de 17 iraquíes en un atentado con bomba contra una estación de policía, ocurrido horas después de la captura de Saddam, de la cual los atacantes pudieron no haber estado enterados, es muestra de la sangrienta agenda que prevalece en Irak.

Ahora será mucho más difícil sostener la argumentación angloestadunidense. Los "remanentes" de Saddam o los "leales" a éste serán mucho más difíciles de señalar como enemigos cuando ya no pueden ser leales a Saddam. Su identidad iraquí se volverá más obvia y se incrementará la necesidad de culpar a miembros "extranjeros" de Al Qaeda.

No obstante, las aseveraciones de los comandantes de la infantería estadunidense, especialmente los desplegados en torno de Mosul y Tikrit, de que la mayoría de los atacantes son iraquíes, no extranjeros, demuestran que al menos el comando militar estadunidense en ese nivel de división conoce la verdad.

Aquel capitán de la 82 división aerotransportada en Fallujah, que aseguró que sus hombres son asediados por "combatientes iraquíes por la libertad, apoyados por terroristas sirios", está más cerca de la realidad de lo que quisiera admitir Ricardo Sánchez, comandante estadunidense en Irak. La guerra no es por Hussein, sino contra la ocupación extranjera, y los soldados profesionales lo enfatizan desde hace tiempo.

Este domingo, por ejemplo, un sargento de la primera división de artillería que cumplía su guardia en un puesto de control en Bagdad explicó la situación a The Independent en términos particularmente tajantes: "No vamos a regresar más pronto a casa porque Saddam haya sido capturado; todos vinimos aquí a buscar armas de destrucción masiva, y después ya nadie prestó atención a eso. El arresto de Saddam no importa; todavía no sabemos a qué hemos venido".

Existen numerosos grupos entusiasmados con los ataques a los estadunidenses, pero nunca hubo ninguna especie de amor hacia Saddam Hussein. Están los Kataeb al Mujaidin fi al Salafiya al Irak (Batallones del Grupo Salafi de Irak), cuyo guía espiritual es el islámico palestino Abdullah Azzam, quien combatió a los rusos en Afganistán. Está Al Harakat al Islamia fi al Irak (el Partido Islámico de Irak), cuyas Brigadas Farouk fueron creadas en junio pasado, y sus "escuadrones" tienen nombres islámicos.

También está el Frente para la Unificación y Liberación de Irak, que en su momento se opuso a Hussein y ahora llama a sus miembros a combatir la ocupación estadunidense.

The Independent ha identificado en total 12 distintos grupos guerrilleros, los cuales tienen algún contacto entre sí, debido a nexos tribales, pero sólo uno está conformado por "leales a Saddam" o miembros del partido Baaz.

Cuando estalló la primera bomba y mató al primer soldado en una carretera de Khan Dari, el verano pasado, el atentado fue seguido por muchas minas fabricadas de idéntica manera -con tres morteros atados con alambre- tanto en Kirkuk como en Mosul. Al cabo de una semana, otra mina copiada explotó cerca de las tropas estadunidenses en las afueras de Nasiriya.

Es claro que los grupos insurgentes han estado recorriendo el país, compartiendo habilidades en el manejo de explosivos, organizados bajo una suerte de mando común que aún no alcanza magnitud nacional. El cargamento de misiles tierra-aire tipo Strela incautado en la ruta a Basora, que presumiblemente iba a ser usado en ataques contra aviones que despegaran del aeropuerto controlado por los británicos, evidentemente fue enviado a Bagdad de alguna otra parte.

En muchas zonas hay iraquíes que se identifican como miembros de la resistencia, pero alardean públicamente de que se han unido a la fuerza policial financiada por estadunidenses con el único objetivo de ganar dinero, aprender sobre armas y reunir información acerca de sus "aliados" en el ejército invasor.

La ocupación podría correr exactamente la misma suerte que los israelíes en Líbano, cuando su Ejército del Líbano Sur empezó a colaborar con sus enemigos de Hezbollah.

Los mismos individuos que seguirán atacando a los estadunidenses, desde luego, celebrarán secretamente en su corazón la captura de Saddam. Preguntarán por qué no habrían de regocijarse por el fin de su máximo opresor al mismo tiempo que planean la humillación del ejército de ocupación que lo apresó.