Derechos para Tod@s 
Número 16
septiembre - octubre 2003




U.S.A.
MUERE BOB HOPE: EL BUFÓN DEL IMPERIO

Lisandro Otero, Premio Nacional de Literatura de Cuba


En la semana que terminó (primera semana de agosto) se dió a conocer la muerte del comediante Bob Hope. Cumplió un siglo de existencia. Muchos suponían que había muerto ya. Otros ni siquiera sabían de su sobrevivencia. Le pregunté a mi nieta si sabía quién había sido y, por supuesto, jamás oyó hablar de él. Para los de mi generación, sin embargo, Hope fue un humorista pleno de ingenio y de ocurrencias joviales y su refrescante presencia en las pantallas era la garantía segura de una grata sesión en las salas de cine. Para aquellos que me antecedieron en el tiempo, Hope fue un jocoso actor de la radio y si queda algún coetáneo de él quizás lo habría recordado de su época en el vodevil y el teatro. Porque Hope recorrió todos esos géneros exitosamente.

Durante su larga vida fue uno de los actores mas reverenciados de Estados Unidos. Recibió la Medalla Congresional y varios premios Oscar honoríficos. Numerosos barcos, aviones, calles, plazas y escuelas fueron bautizadas con su nombre. Fue designado Caballero de la monarquía británica y con igual distinción lo singularizó el Papa. Influyó en los más importantes
comediantes de la actualidad como Woody Allen, Steve Martin y Billy Cristal.

Dejó una escuela de ingenio afilado y respuesta rápida. Sus chistes alcanzaban su efecto festivo en un lapso mínimo. Se le conocía como el rey de la broma de una sola línea. Para lograrlo mantuvo empleados a decenas de escritores humorísticos que trabajaban exclusivamente para él. Fue el primer histrión que usó la chispa de un establo de comediógrafos. "Fui un gran atleta, tuve un voluminoso pecho pero todo eso lo tengo atrás ahora", era un típico chiste suyo. Se calcula que al morir dejó una fortuna de doscientos millones de dólares.

Su nombre verdadero era Leslie Townes y nació en Londres. Fue hijo de un albañil alcohólico y sobrino de un canicero. Su madre era una cantante de operetas. Lo trajeron a Estados Unidos, donde su padre decidió probar fortuna, a los cuatro años de edad. Vendió periódicos y limpió zapatos. Durante un período fue boxeador y más tarde confesó que en ese tiempo conoció más la lona que Picasso.

En su juventud apreció los filmes de Charles Chaplin y comenzó a imitarlo. En los años 20 recorrió los escenarios de vodevil y protagonizó numerosas comedias musicales en Broadway al lado de actores como George Burns, Jimmy Durante y Ethel Merman, quienes también comenzaban. Llegó a integrar el cuadro escénico de las "Follies de Ziegfield". En los años 30, al aparecer el medio radiofónico, fue contratado con la NBC, vínculo que mantuvo durante sesenta años. En la década de los 40,
Hollywood lo absorbió y sus filmes recaudaron fortunas en las taquillas. Notables fueron la serie "Camino de..." que protagonizó junto al cantante Bing Crosby.

Políticamente se convirtió en un rancio conservador, un partidario acérrimo de cuanto hay de tradicionalismo, reaccionario y retrógrado de la oligarquía norteamericana. Sus simpatías por el partido republicano lo llevaron a ser amigo de Richard Nixon y de Ronald Reagan; también frecuentó a otros presidentes, su notoriedad se lo permitía, pero sus preferencias iban siempre hacia la ultraderecha. No es de extrañar que el presidente Bush ordenara poner a media asta la bandera nacional en todo el país, y en las instalaciones de ultramar, el día de su entierro.

A partir de la Segunda Guerra Mundial comenzó a hacer apariciones en los frentes de guerra para entretener a los soldados norteamericanos. Desde entonces acompañó a las fuerzas del imperio en expansión durante el asedio de Berlín y las guerras de Corea, Vietnam y del Golfo Pérsico. Lo mismo actuaba en un hospital que en un portaaviones. Organizaba él mismo los espectáculos que le acompañaban, siempre rodeado de lindas coristas. A veces, actuando junto a las trincheras, se desataban los rugientes estampidos de la artillería enemiga a lo cual él replicaba: "Me pregunto cuál de mis películas habrán visto". Por todo ello llegó a ser admirado por el pequeño burgués satisfecho de las periferias urbanas, por la clase media que le agradecía su alegría, pero también su adhesión al militarismo rampante alentado por la plutocracia.

Al morir muchos le compararon con Leni Riefenstahl, la cineasta de Hitler, por su adhesión política al perifascismo estadounidense. Dejó una gran estela de contento pero también un rastro de penosa sumisión al imperialismo belicista de nuestro tiempo.