Derechos para Tod@s 
Número 15
junio - julio - agosto 2003



TRES COSAS QUE NUNCA TE HE DICHO

 

Relato de Amaia Marañón

Nota de la Redacción

Amaia Marañón se encontró con Derechos para Tod@s como por casualidad... Pero como en las historias de amor con final feliz, esto parecía ser lo normal: el encontrarse. Tímida, como sin querer que nadie la descubriera, desmenuzaba su pelo y los argumentos con la misma frescura, en las reuniones de los viernes... Y lo que tenía que ocurrir pasó: tod@s la "descubrimos".

Hoy se ha convertido en la "cronista" de DpT. Sus escritos, resúmenes, líneas son leídos con avidez (incluso hay quien se los guarda para releerlos). Y, cuando la cerveza se abre paso al final de alguno de nuestros encuentros y con ese "cariño" que tanto le cuesta pronunciar, nos/le preguntamos aquello de "¿como es posible que no nos hubiéramos conocido antes?".

Cuando la redacción de la revista le pidió una nota introductora a su relato (datos y porqué escribe estas cosas) nos mandó su crónica:

"Nací un diciembre de 1975. Como Franco ya se había muerto, llegué justo a tiempo de poder ver dibujos animados importados a todo color (ejemplo: Heidi y Marco).

Escribo desde los 4 años (creo que era en el antiguo segundo de parvulitos, ahora vete a saber qué curso es de la ESO o de la OTRO). En principio escribía mal...; recuerdo los cuadernos de caligrafía a la perfección acompañándome en los veranos. Quizás por eso siempre odiaré los anuncios de "Vacaciones Santillana", no les encuentro la gracia.

Que ¿cuándo empecé a escribir mejor, así como filosóficamente pensando?. Pues que yo recuerde sobre primero de B.U.P. La culpa de ello la tuvo mi timidez. Como no era capaz de decir las cosas hablando, las tenía que decir escribiendo (mis novios siempre han sido cibernéticos, ¡jua, jua!).

Y la culpa de tanta imaginación la tiene mi padre, que me dio todos los libros que había en casa para que leyera y así parara un poco quieta (cada un@ utiliza de niñera lo que tiene más a mano). Si le sumas a que conservo casi intacta la infantilidad, te aparecen una de duendes en las historias...

Y bueno, el resto, ya no es interesante. Una amiga mía dice que soy payasa por naturaleza, así que no le busco más explicación, que no está el mundo para entretenerse en nimiedades de ese pelo.

El sentimiento, como a tod@s, me lo enseñó la gente de alrededor. Como tampoco soy muy cariñosa, daba abrazos mandando postales.

Oséase, que al final, he desarrollado la capacidad de escribir mucho más que la de expresarme verbal o físicamente, pero bueno, mejoro poco a poco. Casi, casi, ya pronuncio la palabra "cariño" sin que se me pongan los pelos de punta al oírme.

Y nada más, ¿no?. Que esto de ponerse verde a una misma, da hasta reparo. Y aquí dejo este relato. Hasta luego".

Tres cosas que nunca te he dicho

Hay 3 cosas que nunca te he dicho y que hoy las digo, aunque apenas importen, aunque nada cambie: Te quise, te quiero, y estoy completamente segura de que te odiaré.

Te quise porque para mí naciste al mismo tiempo que la vida y vi cómo crecías a medida que yo fui dando pasos. Me ofreciste una brisa fresca en la mañana, tiernas flores durante el día y la romántica luna antes de acostarme. Supe que tu inmensidad era más grande que mi conocimiento y que aunque intentara conquistarte, tú me guardarías siempre una sorpresa. Y para vivir contigo en armonía, yo giré siempre a tu ritmo.

Ahora que te conozco, también te sufro. Me alegro cada mañana al ver que sigues vivo aunque sea a duras penas, ya casi sin flores que ofrecerme, con tan sólo la lejana luna que sigue fiel al fin de nuestras citas. Pero aún y todo, te quiero. Descubro que sólo tu natural música es capaz de amansar mi fiera, y al luchar juntos para vencer la provocada enfermedad que te corroe y nos arrolla, me siento más que nunca viviendo en tu armonía. Te quiero, porque añoro lo que una vez creí que eras. Pero temo el fin de tus días, cuando la muerte agónica te venza y mueras, llevándose contigo todo lo que me diste y te he ido robando.

Y quizás por ese miedo a perderte, sé que te odiaré, querido mundo. Te odiaré por recordarme que es posible que no haya sabido cuidarte y que mi pequeño esfuerzo por salvarnos sea inútil. Tu inmensidad será más grande que nunca y no podré curar la enfermedad con un soplo de esa frescura que me contagiaste. Te odiaré con todas mis fuerzas, estoy segura, porque yo moriré vencida en nuestra lucha y tú te irás pudriendo de agonía.

Te odiaré, mundo, tanto, que a veces me da miedo seguir viviendo.