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Número 15
junio - julio - agosto 2003



COMENTARIOS TRAS LAS ELECCIONES DEL 25-M

Miquel García, del E.A. del País Valencià


Aunque el periódico "El País", de manera esforzada, haya puesto como titular de portada del "día después" de las elecciones municipales y autonómicas la frase: "El PSOE gana sus primeras elecciones desde 1.993", todo el mundo sabe que esta afirmación se aleja bastante de la realidad. Los deseos, mantenidos por la izquierda social durante las semanas previas a las elecciones, de que el PP pagara duramente su compromiso belicista en la guerra de Irak y/o la gestión de la crisis del Prestige, se han visto frustrados totalmente. Quienes festejaban con alegría los resultados durante la noche electoral eran los militantes y simpatizantes del PP, en absoluto la izquierda.

¿Cómo pueden explicarse unos resultados que, con ligeros avances y retrocesos, mantienen una sólida implantación del PP, cuando hace poco más de un mes las calles en la mayoría de las ciudades del estado estaban llenas de personas bramando contra la política de este partido? ¿Cómo se explica que después de tener el presidente Aznar la desverguenza de oponerse con denuedo y arrogancia a los deseos del 90% de la población en el asunto de la guerra de Irak su partido sea validado en las urnas de manera tan clara al poco tiempo?

Cuando después de las movilizaciones antiguerra y antes de las elecciones se formulaban distintas hipótesis sobre el resultado de éstas, hay que recordar que una de las hipótesis que barajamos en un artículo publicado en esta misma página web, fue justamente la de que el PP mantuviera su mayoría electoral. Con sus más y sus menos, esto es lo que ha sucedido. De acuerdo con lo que entonces se razonaba ello supone la existencia de una "fidelidad social" importante hacia el PP, que no se deja desgastar por hechos puntuales, aunque muy graves, como la guerra o la crisis del Prestige. Supone también que, posiblemente, el grueso de las movilizaciones habidas, de una masividad sin precedentes, han sido en lo fundamental movilizaciones de la izquierda social, harta ya de padecer las agresivas y reaccionarias políticas del PP. Ello no quiere decir que entre los que se encontraban en la calle no haya habido más de uno y más de una que haya votado al Partido Popular, pero todo parece apuntar a que los firmes apoyos sociales de la derecha esperaban su oportunidad tranquilamente (o más bien nerviosamente) sentados en sus casas. Y el domingo pasado salieron de ellas para votar.

¿Qué cabe esperar ahora? Posiblemente y en primer lugar, aprovechando la victoria y el previsible desánimo de la izquierda, una cierta fase de agresividad del reaccionario partido gobernante, encaminada a "hacer pagar" a ésta su osadía de los últimos meses. Tal vez la cercanía relativa de las elecciones generales del 2.004 pueda introducir una cierta moderación en los ánimos ya descaradamente ultramontanos del PP, pero a la vista de todo lo sucedido quizás ni eso. Al mismo tiempo el PP reemprenderá su agenda política de ataques neoliberales en todos los ámbitos: uno de estos y muy importante puede ser el de las pensiones y reformas en la seguridad social, siguiendo los pasos de sus colegas gobernantes en Alemania, Francia, Austria, etc., también se ha de "completar" la reforma del sistema educativo, aplicando las leyes ya aprobadas y dejando en mantillas el sistema de enseñanza pública y, por supuesto, la "guerra" de Euskadi requiere ser continuamente alimentada... Son unos simples ejemplos de lo que se nos viene encima.

Pero realmente, ¿es todo el monte orégano para el PP? Es legítimo dudarlo. El gran valor de las movilizaciones acontecidas en el último periodo reside justamente en que han sacado de su pasividad a sectores muy amplios de la izquierda social. Como se ha podido constatar, lo sucedido hasta ahora ha sido insuficiente para remover el fango acumulado durante un periodo muy prolongado de reflujo. Sin embargo, justamente es el camino emprendido el que puede garantizar cambios importantes a medio y largo plazo. Dudamos de que un simple jarro de agua fría "electoral" sea capaz de invertir un proceso como el que se ha iniciado hace pocos años. No parece descabellado pensar que, más allá de desánimos iniciales, ha de resultar muy difícil imponer una agenda como la que pretende el PP al conjunto de la izquierda social. Los tiempos de las aceptaciones pasivas y de las cantos de sirena sobre un PP de "centro" o al servicio de toda la ciudadanía se han acabado. A no muy largo plazo la inestabilidad política está servida.