Derechos para Tod@s 
Número 14
abril - mayo 2003




UNAS CUANTAS IDEAS SOBRE CÓMO DIRIGIRSE A UNA DEMOCRACIA SIN SENTIDO

Jessica Azulay, desde Siracusa (N.Y.). Traducción de Ana M. Machado, de Derechos para Tod@s

Por todo el mundo hablamos. Elevamos nuestras voces por la paz. Pedimos la verdad y el fin del empuje a la guerra agresiva. Nos manifestamos, protestamos, luchamos por darle salida a nuestro mensaje. Teníamos la cordura y la paz de nuestro lado y éramos fuertes y poderos@s porque eramos millones y teníamos razón. Éramos y somos la mayoría mundial y lo sabemos. Y la Administración Bush y las compañías petrolíferas lo saben también.

Nuestra protesta afectó sin duda a la programación y la retórica de esta guerra, y ahora las élites tienen que andar con pies de plomo, ansiosas por probar que esta guerra trata de liberación en lugar de dominación global. Pero la cuestión es que no la detuvimos. Y el hecho de que las bombas estadounidenses sigan irrumpiendo en los hogares y los mercados iraquíes mientras los soldados estadounidenses ocupan ciudades civiles, toman a mujeres y niños a punta de pistola y llevan a cabo un baño de sangre en Irak, es prueba de la forma en que nuestro gobierno ha ignorado nuestra petición del final de la agresión, la matanza y la destrucción.

Hasta ahora hemos respondido a su obvia falta de respeto por la vida siguiendo adelante con nuestras manifestaciones y nuestros esfuerzos organizativos. En los días siguientes al anuncio de Bush de que la guerra había comenzado (aunque sabíamos que había comenzado diez años antes) entró en erupción la protesta masiva en EEUU y alrededor del mundo. Nuestra exigencia era simple: ¡Basta!, detened esta agresión racista e injustificada contra un país de Oriente Medio lleno de gente que sufre, que necesitan paz y el final de las sanciones asesinas. ¡NO EN NUESTRO NOMBRE! No dejaremos que, en nuestro nombre, vosotros, nuestro gobierno y fuerzas armadas, matéis, mutiléis, aterroricéis, invadáis y ocupéis Irak.

Pero no hemos detenido esta guerra. Y más y más gente está afrontando algunas verdades muy duras. Vivimos en un país donde la voz de las personas, cuando es expresada a través de los llamados "medios legítimos", no afecta en gran medida a la política. Ni a través de esfuerzos electorales, ni a través de las campañas sin precedentes de cartas, llamadas y faxes que hemos enviado a nuestros "representantes", ni ejerciendo nuestra libertad de expresión o de reunión en forma de masivas manifestaciones nacionales y protestas locales con miles de asistentes.

Por el contrario, vemos estos espacios, donde nuestras voces supuestamente son bienvenidas, disminuyendo más y más, encerrad@s por policía antidisturbios, espacios que se encogen y se vuelven inseguros y marginales. Y escuchamos al gobierno y a los contra-manifestantes amenazar a cualquiera que se atreve a hablar, que se atreve a criticar decisiones en las cuales ya no tenemos voz ni voto, que se atreve a sugerir que no tenemos ya ningún derecho a cuestionar la autoridad moral y política de los que están en el poder o las acciones de aquellos que cumplen sus órdenes.

No es que esta ausencia de democracia real sea nueva. Pero cada vez es más obvio para la gente que antes no necesitaba darse cuenta. Y las preguntas que surgen son: ¿Cómo hacemos a los que tomaron la decisión de mandar a los estadounidenses a matar y ser matados responsables de sus actos? ¿Cómo canalizamos la energía para demostrarle a Bush y a todos los "aspirantes-a-Bush" que perpetrar la guerra trae la condena política y pérdidas económicas a aquellos que financian su acceso al poder? ¿Cómo reclamamos nuestros espacios públicos y nuestra habilidad como miembros de esta sociedad para tener un efecto sobre las políticas que tienen un impacto sobre nosotros y los demás? Y, sobre todo, ¿cómo detenemos la violencia destructiva que ha sido desatada en nuestro nombre?.

Un cambio de enfoque

A corto plazo, una respuesta puede ser tan simple como que tenemos redefinir los objetivos de nuestro movimiento. Además del mensaje y las exigencias anti-bélicas, debemos exigir responsabilidad pública por parte de los representantes elegidos (o no elegidos, según el caso).

Debemos señalar ahora mismo que esta guerra tuvo lugar CONTRA LA VOLUNTAD DE LA GENTE en este país; que ocurrió no porque "la diplomacia fallase", sino porque hubo un fallo grave en nuestro sistema democrático. Nuestros llamados "representantes" fracasaron en la tarea de representarnos. Al final, cuando las llamadas, cartas, visitas de oficina, manifestantes y encuestas de opinión fueron tomadas en cuenta, la mayoría de los oficiales electos tomaron la decisión consciente de manipular cínica y maliciosamente y a la larga actuar en contra de la opinión pública. Necesitamos hablar seriamente sobre cómo enfocar nuestras acciones en formas que señalen las discrepancias entre lo que la mayoría de la gente quiere y lo que quiere nuestro gobierno.

Podemos hacer mucho para construir y fomentar la energía anti-gubernamental masiva que ha resultado de esta guerra. Podemos escribir cartas al director y editoriales abiertas mostrando la masiva opinión pública contra la guerra y atacando a los representantes por ignorarla. Podemos pedir públicamente reuniones ciudadanas para que la gente se enfrente a los que están en el gobierno y se aseguren de que al menos se les está oyendo, y cuando se nos niegue podemos usar eso como una prueba mayor de su postura anti-democrática. Podemos construir coaliciones con varios grupos a los que se está marginando y trabajar juntos para pedir una nueva vigorización del proceso democrático. Podemos sentarnos en y tomar ayuntamientos y exigir ser escuchados. A través de publicidad creativa, foros, manifestaciones, desobediencia civil y acción directa podemos desafiar, ridiculizar y humillar a los anti-democráticos que ocupan puestos en las administraciones.

Montemos la trinchera para el largo asedio

A largo plazo, construir un lado pro-democracia a nuestro movimiento anti-guerra podría comenzar con un proceso en el cual comenzamos a hablar los unos con los otros de lo que queremos, de qué aspecto debe tener la democracia, y cómo conseguirlo. A través del diálogo, de foros, y construcción de movimiento podemos empezar a concentrar la energía de maneras que puedan provocar cambio político y social.

Para mí está cada vez más claro que necesitamos encontrar una forma de intensificar nuestra protesta, pero hacerlo de forma más sostenible y generalizada. Necesitamos encontrar formas de resistencia que no puedan ser absorbidas por los que están en el poder. Algo que no suele verse como intensificación o confrontación es la construcción de instituciones alternativas. Y sin embargo puede que esta sea la forma de organización más sostenible y sustancial que podemos hacer en este momento. Las instituciones alternativas que dan cuerpo a nuestras visiones de cambio tienen un potencial real para enfrentarse y/o sustituir a las instituciones actuales y pueden ofrecer una amenaza continua a las élites.

Ahora mismo los políticos pueden capear nuestras protestas porque al fin y al cabo, son ellos los que tienen el poder y la autoridad, y ellos son los que están metidos en un sistema que les da recursos y legitimidad. Las condiciones a las que está sometida nuestra capacidad para impactar el mundo que nos rodea las ponen demasiado a menudo ellos. Si queremos tener la libertad de expresarnos de una forma significativa y colectiva, si queremos recuperar el control sobre las decisiones políticas que nos afectan a nosotros y a los demás, si queremos participar en una mejor y más real democracia, entonces debemos reclamar y crear espacios públicos donde esto pueda ocurrir. Y debemos emplearlos activamente no sólo para desafiar la legitimidad de los que están en el poder, sino también para involucrarnos en un proceso donde creamos y practicamos nuestra propia versión de ³gobierno², una que sirva a nuestros intereses y que trabaje en unas condiciones que hayamos puesto nosotros.

El trabajo de crear alternativas que hagan nuestras vidas y las de los demás mejores y más satisfactorias y que nos den poder sobre nuestro trabajo, comunidades y sociedad es el trabajo constante de la revolución. Y empleo esta palabra ahora porque a estas alturas, estoy convencida de que nada menos que el cambio radical y sistemático nos dará el poder político y la autonomía que necesitamos y queremos. Debemos trabajar para reemplazar nuestro actual sistema por uno mejor que sirva y facilite más comunidad y solidaridad y menos competición y violencia.

Tenemos una ventana de oportunidad ahora mismo, la creada por la creciente desilusión con el actual sistema belicista. Cuanta más gente alcancemos con nuestras ideas sobre cómo mejorar las cosas (o incluso la creencia de que las cosas pueden mejorar), más posibles co-creadores tendremos. Y, a su vez, a cuanta más gente desilusionada, frustrada, y sin poder podamos ofrecer esperanza en forma de alternativas reales, más posibilidades tendremos de mantener y hacer crecer nuestro movimiento. Y si nuestro movimiento sigue creciendo, no sólo en número de gente que viene a las manifestaciones, sino en número de gente pro-activamente trabajando a favor del cambio radical, más amenazador será nuestro movimiento para las élites.

Por supuesto nada de esto puede ocurrir de la noche a la mañana. Pero en mi comunidad casi no existe espacio alguna para las conversaciones y sueños iniciales que necesitan tener lugar como primer paso. Esto es frustrante porque en mi experiencia, algunas de las mejores ideas surgen de grupos hechos de gente común que se junta, compartiendo sus necesidades e ideas, para concebir estrategias concretas para ocuparse de las cuestiones más urgentes.

Creo que ha llegado el momento para aquell@s de nosotr@s que nos tomamos en serio el cambio radical de salir y extender un mensaje de esperanza y visión. Necesitamos encontrar tiempo y espacio para compartir nuestras ideas y escuchar las ideas de los otros. Porque si no es ahora, ¿entonces cuándo? Estamos sentados al borde de un momento crucial en que o bien este movimiento masivo que se despertó como respuesta a la guerra contra Irak se irá de vuelta a la cama o continuará levantando la cabeza, hará responsables a los que hicieron la guerra y exigirá un cambio duradero.