Derechos para Tod@s 
Número 13
marzo 2003. Especial guerra Iraq




CARTA AL SR. JOSÉ MARÍA AZNAR, PRESIDENTE DEL GOBIERNO ESPAÑOL

Hugo Alberto de Pedro, Buenos Aires – Argentina

16 de Marzo de 2003

De mi consideración:

Me dirijo a Ud. en mi condición de ciudadano argentino y español, hijo de un logroñes nacido en 1917, para manifestarle mi total y profundo rechazo a su actitud y postura de apoyar una invasión a Irak.

Sabe muy bien Ud., señor Aznar, que la opinión determinante y contundente de las mayorías de mujeres y hombres que pueblan éste mundo, y muy especialmente los españoles, se expresa en el sentido de no querer una nueva intervención armada, en un conflicto creado por la dupla George W. Bush-Tony Blair.

Sabe muy bien Ud., señor Aznar, que España se mantuvo neutral en las dos guerras mundiales que ocasionaron millones de muertos, y que éste nuevo ataque sobre el pueblo irakí puede desencadenar una contienda armada global, sin límites, en medio de la inestabilidad económica, política y social reinante en el planeta.

Sabe muy bien Ud., señor Aznar, que fuerzas militares de la aviación nazi destruyeron en el año 1937 la ciudad de Guernica y con ella miles fueron muertos, mutilados y posteriormente asesinados, lo que demuestra que tanto ayer como hoy las víctimas son inocentes.

Sabe muy bien Ud., señor Aznar, que la actitud de tristes personajes como Franco, Hitler, Mussolini y Stalin llevaron a la desaparición a millones de personas.

Sabe muy bien Ud., señor Aznar, que el pueblo español es respetado en todo el mundo y que los hijos de España, como también los hijos y nietos de ellos, están conviviendo en paz en todos los confines de la tierra, por lo que ninguna decisión política de su parte debería hacer cambiar tal situación.

Sabe muy bien Ud., señor Aznar, que España hace medio siglo ingresó a la ONU y que por ser miembro de ese organismo debe aceptar sus decisiones, y con mayor fervor aquellas encauzadas a evitar conflictos armados.

Sabe muy bien Ud., señor Aznar, que la intolerancia dictatorial de Franco llevó a muchos a la muerte y el exilio, dividiendo al pueblo español con heridas por demás de dolorosas y profundas.

Debería saber Ud., señor Aznar, que la paz mundial y la vida de los inocentes estarán siempre por encima de los intereses políticos y oportunistas de los mandatarios de turno.

Debería saber Ud., señor Aznar, que las decisiones mezquinas, asumidas por los jefes de los Estados, y que buscan conveniencias económicas, financieras y geopolíticas, terminan indefectiblemente convirtiéndose en perjudiciales para sus representados, que como ahora sucede no han sido escuchados. Tornando esto más temerario en sociedades democráticas y participativas.

Debería saber Ud., señor Aznar, que los costos y consecuencias de los conflictos bélicos los padecen mayormente los hijos del pueblo y nunca sus mentores y propulsores que cobardemente saben quedarse a resguardo.

Debería saber Ud., señor Aznar, que cuando próximamente abandone el sitial de conducción que le otorgó el digno y pacifista pueblo español, no será Ud. recordado como estadista, líder democrático y hombre de paz, sino como un “general de la muerte y la destrucción” de no cambiar rápidamente de actitud frente a la invasión a Irak.

Debería saber Ud., señor Aznar, que al convertirse en mercenario de los intereses de los Estados Unidos y Gran Bretaña solamente contribuirá al aumento del terrorismo y la proliferación de armamentos militares, que son cada vez más sofisticados y punzan los sufrimientos padecidos por miles de millones de ciudadanos del mundo, y que restringen dineros para la educación, salud, seguridad social y bienestar del ser humano.

Señor Aznar, arrogándome la representación de millones de argentinos y españoles, ciudadanos de buena voluntad y pacíficos, espero que sepa escuchar las voces y opiniones de las mayorías, que no se deje presionar por quienes desde su inmenso poder imperial condicionan la posición del gobierno del pueblo de España. Sepa que fundamentalmente la historia, cultura y pensamiento de los españoles están por encima de vuestras aspiraciones presentes y futuras.

Con el respeto, que solamente merecerá de mi parte si depone sus actuales decisiones, me despido de Ud. atentamente con la esperanza de que lo ilumine el sol de la paz mundial.