Derechos para Tod@s 
Número 12
enero - febrero 2003




GESTOS MILITARES SIMPĮTICOS

Josep Maria Espinąs, en "El Periódico"


A un juez militar le ha parecido legítimo que un teniente --o cualquier superior-- diera collejas a un soldado. Yo no domino el lenguaje popular castellano, pero sospecho que incluso muchos castellanohablantes, hoy en día, han perdido el contacto con una serie de expresiones castizas. La prueba es que la noticia, redactada por una agencia de prensa española, aclara que las collejas son golpes dados con la mano abierta en el cogote. En catalán, clatellades, y en los textos clásicos, collades.

El juez ha considerado que no era sancionable que un teniente diera a un soldado este tipo de golpes, porque "eran flojos y sin ánimo de maltratar".

No es fácil precisar si un golpe es fuerte o flojo, y aún resulta más difícil asegurar si existe o no "ánimo de maltratar". Lo que sí me parece más claro es que dar un golpe en la nuca a alguien no es precisamente una muestra de afecto. Sobre todo si se tiene en cuenta que el mismo teniente, en otra ocasión, propinó al mismo soldado puñetazos en las costillas y la espalda. Eso le supuso ser procesado. Otro superior militar también golpeó a ese soldado con el fusil. No puede decirse que los puñetazos y los golpes con el fusil se den sin ánimo de maltratar.

El Ejército ha cambiado, pero algunos militares no cambian, y voy a ahorrar al lector algunas brutalidades que presencié cuando yo hacía el servicio militar. Hace poco se ha sabido que el nuevo modelo de ejército no ha logrado incorporar al número previsto de jóvenes dispuestos a profesionalizarse en la vida militar. Y los abusos tampoco van a ayudar mucho a despertar vocaciones.

Pero lo que me parece más interesante de la sentencia es que proclama que las collejas o clatellades son lícitas porque se dan sin ánimo de maltratar. Si es así, y se pretende que el Ejército moderno sea como una empresa que contrata a trabajadores, yo creo que los soldados empleados quedan autorizados para dar amables collejas a tenientes y capitanes. Más aún, sería ejemplar que los subordinados se animaran a dar estas pruebas de afecto a los superiores.