Derechos para Tod@s
Número 1
agosto-septiembre-octubre 2000


Racismo y "aporofobia"

Javier Gimeno

Asistimos en este fin de siglo al resurgimiento de actitudes y comportamientos racistas en el seno de las sociedades económica e industrialmente más desarrolladas, conforme a los moldes de desarrollo socioeconómico marcados por la llamada civilización occidental. Comportamientos y actitudes que soportan una ideología y unas políticas que a su vez presuponen un concepto de raza, o bien, en lenguaje políticamente correcto, de etnias o de colectividades "superiores" e "inferiores"; etnias, razas o colectividades que se identifican con las de la cultura de Occidente: fundamentalmente, el hombre "blanco". Este resurgimiento del concepto pseudoantropológico de raza viene a resucitar las ideologías racistas imperantes en el S. XIX, hoy científicamente superadas, que, a su vez, proceden de las primeras clasificaciones raciales del período de la Ilustración. Así, Linneo establecía en el S. XVIII cuatro grandes grupos raciales, de los cuales el Homo Europaeus era el tipo considerado "superior": "blanco, pelo rubio, ingenioso; se rige por leyes", frente a los otros tres, muy inferiores: el Homo Americanus: "rojizo, bilioso, obstinado, alegre, vaga en libertad; se rige por costumbres"; el Homo Asiaticus: "cetrino, melancólico, grave, severo, avaro; se rige por la opinión"; el Homo Afer: "negro, indolente, de costumbres disolutas, nariz simiesca, vagabundo, perezoso, negligente; se rige por lo arbitrario". Esta categorización racial tuvo su apogeo en el S. XIX y serviría, entre otras aplicaciones, de base ideológica al nazismo para ensalzar la raza aria como raza superior y todo cuanto llevó parejo de exterminio no sólo de judíos sino de cuantos grupos étnicos y/o ideológicos se distinguían de lo ario.

Aún en nuestro tiempo vemos cómo dirigentes políticos ensalzan la supuesta superioridad de su supuesta raza en nombre de la cual se siguen cometiendo abominables barbaridades: Milosevic o Yeltsin en su ensalzamiento de la Gran Serbia por mor de un paneslavismo anacrónico, el croata Tudjman, el sionista Netanyahu, etc.

En un terreno más cotidiano vemos resurgir en nuestras calles a grupos violentos y racistas que arremeten contra quienes perciben como diferentes. La mayoría de la comunidad científica mantuvo un sospechoso y cómplice silencio a favor de aquellas corrientes que se han demostrado científicamente falsas, hasta que en 1951 la Unesco hizo una primera declaración definiendo raza como "conjunto de individuos o poblaciones que comparte sus complejos genotípicos... Los cuales complejos se trasforman en el tiempo por efecto de los procesos básicos de evolución, y en el espacio por los cruces entre poblaciones diferentes". Se reduce, por tanto, a un concepto estrictamente físico y biológico.

A pesar de los brotes racistas en Europa y EE UU, la comunidad científica internacional ha descartado definitivamente el concepto de raza para referirse a la distinta tipología del ser humano como meros rasgos característicos según el entorno geográfico, los modos culturales, la alimentación, etc. El antropólogo Montagu ha acuñado el concepto de población como término científico para señalar los diferentes genotipos.

Llegamos así a la definitiva superación de aquello que la cultura grecorromana definía como "bárbaro" a cuanto no se identificaba con su modelo sociocultural, definición que la civilización occidental transformó en "salvaje". Parafraseando a Raymond Aron, quien decía que "el bárbaro es ante todo el hombre que cree en la barbarie", diremos que el racista es todo aquel que cree en la raza.

Las corrientes racistas contemporáneas vienen acompañadas por un resurgimiento del llamado "evolucionismo social y cultural", de Spencer y Taylor, calificado por Lévi-Strauss de "maquillaje falsamente científico de un viejo problema filosófico". Según sus tesis, existiría una cultura y civilización superior, la occidental, frente al resto de culturas, sean contemporáneas o antiguas, como la oriental, la islámica, la maya, etc. Esta ideología, que resurge con fuerza a mediados del S. XX, tras la II Guerra Mundial, se desarrolla obviamente en Occidente, como no podía ser de otra forma, ya que, de lo contrario, no tendría razón de ser. Es una ideología que parte de una visión del mundo desde el lado de la civilización occidental, observatorio desde el cual contempla, analiza, compara y juzga al resto de culturas y gentes que existen en el planeta, estableciendo como modelo a seguir de conducta social, política, económica y cultural el modelo de vida occidental, de suerte que todas aquellas sociedades diferentes al patrón-guía son "imperfectas" y, por consiguiente, "inferiores". De esta guisa se desprende entonces la idea predominante de la "superioridad" de raza, cultura y civilización blanca-occidental (el equivalente al Homo Europaeus de Linneo) por encima de cualquier otra. Tal idea ignora o menosprecia, pues, lenguas, costumbres, manifestaciones artísticas, formas de organización social, enseñanzas y hasta adelantos científicos y tecnológicos que en períodos avanzados de la historia de muchas civilizaciones tuvieron lugar –la invención del número cero por los mayas, introducida en nuestra cultura por los árabes, la formidable adaptación al medio geográfico de esquimales o beduinos, el yoga indio, la espiritualidad china, la gimnasia visceral de los antiguos maoríes, la agricultura sin tierra practicada durante siglos por pueblos polinesios, y tantos testimonios de otras civilizaciones muy diferentes a la occidental, consideradas por ésta de "primitivas" o "salvajes"–.

Los fundamentos de ese "evolucionismo social" idealizan y minusvaloran al resto de culturas no occidentales, tanto contemporáneas como antiguas, de modo que llegan a considerar sus conocimientos, avances tecnológicos y desarrollo como fruto del azar. Así, esta ideología, producto a su vez de un pseudorracionalismo, concibe el descubrimiento del fuego al azar del rayo o de un incendio natural, la invención de la alfarería como consecuencia del olvido de un trozo de arcilla junto a una hoguera, etc., ignorando por completo toda la complejidad y la diversidad de las operaciones necesarias para llevar a cabo las técnicas más elementales, fruto de cientos o miles de años de adiestramiento y experimentación. La electricidad siempre ha existido pero no se ha descubierto hasta que no llegaron a experimentarse las hipótesis de Ampere y de Faraday, consecuencia a su vez de conocimientos científicos desarrollados previamente. Si en esto, o en el descubrimiento de la penicilina y de tantos otros hallazgos científicos, ha intervenido el azar, lo ha hecho en muy pequeña escala que en ningún caso puede considerarse de forma aislada. Las sociedades que llaman primitivas "no son menos ricas que las de Pasteur" o Ramón y Cajal, en palabras de Lévi-Strauss?.

Esta subestimación cultural, social o racial del resto de culturas que aún persiste hoy en día adopta también en nuestro tiempo una subestimación de orden económico acrecentada por las condiciones de vida de la mayoría de los pueblos y culturas no occidentales, condiciones que se hacen presentes en nuestro entorno cuando decenas de miles de personas provenientes de otras tierras acuden a nuestras fronteras en busca de la supervivencia. A la subestimación, por consiguiente, de orden cultural, de menosprecio de civilizaciones diferentes visionadas desde la óptica occidental, se suma la marginación económica que no sólo es objetiva en la mayor parte de los casos, también lo es desde el punto de vista de la sociedad "desarrollada", de tal modo que todas aquellas colectividades, pueblos, tribus que por razones sociales, culturales y también económicas no siguen el modelo de desarrollo socio-económico del mundo "civilizado" de Occidente, son también consideradas inferiores económicamente.

Esta clasificación económica de países se crece día a día con la extensión de la globalización económica, que es también la extensión del pensamiento único o pensamiento cero, según el cual la única verdad social, cultural, económica y étnicamente existente es la verdad de la "civilización" occidental del mundo "desarrollado".

Y así, junto a la revitalización de términos y conceptos de racismo como exaltación de una supuesta raza inferida superior, o de xenofobia como rechazo de todo lo ajeno por externo o extrínseco, surge una nueva idea, efecto de la ideología predominante de lo política, económica y culturalmente correcto, único y globalizado, que acuña un nuevo término: Aporofobia?, procedente del griego "a-poros": pobre, y "fobéo": miedo, fobia, que es, en definitiva, terror, pánico, fobia al sin recursos, al pobre. Máxime si este pobre es "xenos", extranjero y, además, de otra raza, sea afer, americanus, asiaticus, o cualquier otra diferente y por lo tanto, "inferior" al Homo Europaeus.