Racismo
y "aporofobia"
Javier Gimeno
Asistimos en este fin
de siglo al resurgimiento de actitudes y comportamientos racistas
en el seno de las sociedades económica e industrialmente más
desarrolladas, conforme a los moldes de desarrollo socioeconómico
marcados por la llamada civilización occidental. Comportamientos
y actitudes que soportan una ideología y unas políticas
que a su vez presuponen un concepto de raza, o bien, en lenguaje políticamente
correcto, de etnias o de colectividades "superiores" e "inferiores";
etnias, razas o colectividades que se identifican con las de la cultura
de Occidente: fundamentalmente, el hombre "blanco". Este resurgimiento
del concepto pseudoantropológico de raza viene a resucitar
las ideologías racistas imperantes en el S. XIX, hoy científicamente
superadas, que, a su vez, proceden de las primeras clasificaciones
raciales del período de la Ilustración. Así,
Linneo establecía en el S. XVIII cuatro grandes grupos raciales,
de los cuales el Homo Europaeus era el tipo considerado "superior":
"blanco, pelo rubio, ingenioso; se rige por leyes", frente a los otros
tres, muy inferiores: el Homo Americanus: "rojizo, bilioso, obstinado,
alegre, vaga en libertad; se rige por costumbres"; el Homo Asiaticus:
"cetrino, melancólico, grave, severo, avaro; se rige por la
opinión"; el Homo Afer: "negro, indolente, de costumbres disolutas,
nariz simiesca, vagabundo, perezoso, negligente; se rige por lo arbitrario".
Esta categorización racial tuvo su apogeo en el S. XIX y serviría,
entre otras aplicaciones, de base ideológica al nazismo para
ensalzar la raza aria como raza superior y todo cuanto llevó
parejo de exterminio no sólo de judíos sino de cuantos
grupos étnicos y/o ideológicos se distinguían
de lo ario.
Aún en nuestro tiempo vemos cómo dirigentes políticos
ensalzan la supuesta superioridad de su supuesta raza en nombre de
la cual se siguen cometiendo abominables barbaridades: Milosevic o
Yeltsin en su ensalzamiento de la Gran Serbia por mor de un paneslavismo
anacrónico, el croata Tudjman, el sionista Netanyahu, etc.
En un terreno más
cotidiano vemos resurgir en nuestras calles a grupos violentos y racistas
que arremeten contra quienes perciben como diferentes. La mayoría
de la comunidad científica mantuvo un sospechoso y cómplice
silencio a favor de aquellas corrientes que se han demostrado científicamente
falsas, hasta que en 1951 la Unesco hizo una primera declaración
definiendo raza como "conjunto de individuos o poblaciones que comparte
sus complejos genotípicos... Los cuales complejos se trasforman
en el tiempo por efecto de los procesos básicos de evolución,
y en el espacio por los cruces entre poblaciones diferentes". Se reduce,
por tanto, a un concepto estrictamente físico y biológico.
A pesar de los brotes
racistas en Europa y EE UU, la comunidad científica internacional
ha descartado definitivamente el concepto de raza para referirse a la
distinta tipología del ser humano como meros rasgos característicos
según el entorno geográfico, los modos culturales, la
alimentación, etc. El antropólogo Montagu ha acuñado
el concepto de población como término científico
para señalar los diferentes genotipos.
Llegamos así a
la definitiva superación de aquello que la cultura grecorromana
definía como "bárbaro" a cuanto no se identificaba con
su modelo sociocultural, definición que la civilización
occidental transformó en "salvaje". Parafraseando a Raymond Aron,
quien decía que "el bárbaro es ante todo el hombre que
cree en la barbarie", diremos que el racista es todo aquel que cree
en la raza.
Las corrientes racistas
contemporáneas vienen acompañadas por un resurgimiento
del llamado "evolucionismo social y cultural", de Spencer y Taylor,
calificado por Lévi-Strauss de "maquillaje falsamente científico
de un viejo problema filosófico". Según sus tesis, existiría
una cultura y civilización superior, la occidental, frente al
resto de culturas, sean contemporáneas o antiguas, como la oriental,
la islámica, la maya, etc. Esta ideología, que resurge
con fuerza a mediados del S. XX, tras la II Guerra Mundial, se desarrolla
obviamente en Occidente, como no podía ser de otra forma, ya
que, de lo contrario, no tendría razón de ser. Es una
ideología que parte de una visión del mundo desde el lado
de la civilización occidental, observatorio desde el cual contempla,
analiza, compara y juzga al resto de culturas y gentes que existen en
el planeta, estableciendo como modelo a seguir de conducta social, política,
económica y cultural el modelo de vida occidental, de suerte
que todas aquellas sociedades diferentes al patrón-guía
son "imperfectas" y, por consiguiente, "inferiores". De esta guisa se
desprende entonces la idea predominante de la "superioridad" de raza,
cultura y civilización blanca-occidental (el equivalente al Homo
Europaeus de Linneo) por encima de cualquier otra. Tal idea ignora o
menosprecia, pues, lenguas, costumbres, manifestaciones artísticas,
formas de organización social, enseñanzas y hasta adelantos
científicos y tecnológicos que en períodos avanzados
de la historia de muchas civilizaciones tuvieron lugar –la invención
del número cero por los mayas, introducida en nuestra cultura
por los árabes, la formidable adaptación al medio geográfico
de esquimales o beduinos, el yoga indio, la espiritualidad china, la
gimnasia visceral de los antiguos maoríes, la agricultura sin
tierra practicada durante siglos por pueblos polinesios, y tantos testimonios
de otras civilizaciones muy diferentes a la occidental, consideradas
por ésta de "primitivas" o "salvajes"–.
Los fundamentos de ese
"evolucionismo social" idealizan y minusvaloran al resto de culturas
no occidentales, tanto contemporáneas como antiguas, de modo
que llegan a considerar sus conocimientos, avances tecnológicos
y desarrollo como fruto del azar. Así, esta ideología,
producto a su vez de un pseudorracionalismo, concibe el descubrimiento
del fuego al azar del rayo o de un incendio natural, la invención
de la alfarería como consecuencia del olvido de un trozo de arcilla
junto a una hoguera, etc., ignorando por completo toda la complejidad
y la diversidad de las operaciones necesarias para llevar a cabo las
técnicas más elementales, fruto de cientos o miles de
años de adiestramiento y experimentación. La electricidad
siempre ha existido pero no se ha descubierto hasta que no llegaron
a experimentarse las hipótesis de Ampere y de Faraday, consecuencia
a su vez de conocimientos científicos desarrollados previamente.
Si en esto, o en el descubrimiento de la penicilina y de tantos otros
hallazgos científicos, ha intervenido el azar, lo ha hecho en
muy pequeña escala que en ningún caso puede considerarse
de forma aislada. Las sociedades que llaman primitivas "no son menos
ricas que las de Pasteur" o Ramón y Cajal, en palabras de Lévi-Strauss?.
Esta subestimación
cultural, social o racial del resto de culturas que aún persiste
hoy en día adopta también en nuestro tiempo una subestimación
de orden económico acrecentada por las condiciones de vida de
la mayoría de los pueblos y culturas no occidentales, condiciones
que se hacen presentes en nuestro entorno cuando decenas de miles de
personas provenientes de otras tierras acuden a nuestras fronteras en
busca de la supervivencia. A la subestimación, por consiguiente,
de orden cultural, de menosprecio de civilizaciones diferentes visionadas
desde la óptica occidental, se suma la marginación económica
que no sólo es objetiva en la mayor parte de los casos, también
lo es desde el punto de vista de la sociedad "desarrollada", de tal
modo que todas aquellas colectividades, pueblos, tribus que por razones
sociales, culturales y también económicas no siguen el
modelo de desarrollo socio-económico del mundo "civilizado" de
Occidente, son también consideradas inferiores económicamente.
Esta clasificación
económica de países se crece día a día con
la extensión de la globalización económica, que
es también la extensión del pensamiento único o
pensamiento cero, según el cual la única verdad social,
cultural, económica y étnicamente existente es la verdad
de la "civilización" occidental del mundo "desarrollado".
Y así, junto a
la revitalización de términos y conceptos de racismo como
exaltación de una supuesta raza inferida superior, o de xenofobia
como rechazo de todo lo ajeno por externo o extrínseco, surge
una nueva idea, efecto de la ideología predominante de lo política,
económica y culturalmente correcto, único y globalizado,
que acuña un nuevo término: Aporofobia?, procedente del
griego "a-poros": pobre, y "fobéo": miedo, fobia, que es, en
definitiva, terror, pánico, fobia al sin recursos, al pobre.
Máxime si este pobre es "xenos", extranjero y, además,
de otra raza, sea afer, americanus, asiaticus, o cualquier otra diferente
y por lo tanto, "inferior" al Homo Europaeus.
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