Derechos para Tod@s
Número 1
agosto-septiembre-octubre 2000


 

¿Mujer? ¿Madre? ¿Inmigrante? (che... y no sabés lo peor...)


Mónica Mausque, de Derechos para Tod@s

Somos el segundo sexo (¿?), eso nos marca. Con el papel de reproductoras, y eso nos condiciona. Pero para más INRI, vamos y nos vamos, valientemente, emigramos-inmigramos; eso es la repera. Y lo peor: argentino-psicologistas -naturaleza obliga-, desmenuzamos, analizamos, profundizamos, por supuesto no llegamos a ninguna conclusión (para eso nos ganamos la fama). Y aún aclaramos: concluir no siempre es posible. 

Cogemos un tema, inmigrar "sin ir más lejos", la sensación de no ser de ningún sitio, ni del dejado atrás, ni del elegido, partidas (partir es partirse), des-integradas. Y cuanto mayor es el cambio, más crece la tristeza y el amor por el país viejo (eso le pasó hasta a Freud) y por supuesto, o precisamente por sentirnos así  (no cobijadas, no protegidas, no contenidas): el rechazo, automático también, hacia el país nuevo, en la medida en que te adaptas y lo adoptas como tuyo.

Proporcional, paradójicamente, un sentimiento de culpa, de ingratitud con los o lo que abandonamos, el deseo de salvarlos, la esperanza que no siempre podemos o quieren aprehender, motiva que nos amuchemos, formando cuasi-ghetos, donde preservar, reconstruir, no perder lo propio: códigos de lenguaje (a veces la lengua misma), cultura , educación, lo intangible: olores, sabores, colores, sonidos, la mismísima textura de nuestro mundo. Y heredarlos, que también es nuestra misión.

No se termina aquí. Cualquier cambio te retrotrae, reaviva ese primer dolor, provoca nuevas crisis... Total: pérdidas otra vez. Por supuesto, cualquier cambio convencional: la madurez, el trabajo, un hijo, un giro en la postura ideológica, etc.

Ni qué decir del El Ejido. Si sumamos a lo dicho, el rechazo social, la discriminación, la violencia, el no-derecho al  mestizaje, al encuentro, al espacio para re-crear lo perdido, la xenofobia: esa lesión a la entereza (firmeza de ánimo y/o formación de un todo) en la que en este pueblo, lamentablemente, se ejemplifica la actual política de extranjería, resultará el eslabón perdido que preñe la sociedad que hacemos para nuestros hijos, condenándolos a la integración sin memoria, con suerte solidarios sin fronteras y sin ella, hacedores de una nueva estructura sin raíces ni historia, que, quién sabe, ¿quizás sea maravillosamente al fin intercultural? O, simplemente, ¿individualistas a extremos en que sus recur$so$ definan su valía personal?.

Convengamos, pues, que todas tenemos en común la inmigración, desde que nos arrojan del paraíso (útero incondicional) y que volvemos con la maternidad, al pasaje bíblico de la expulsión (parto). Persigamos entonces, hasta alcanzar, la tierra prometida y a conciencia, abonémosla, pero no con nuestra sangre. 

Nos vemos, chau