Número 2
mayo/junio/julio 2000


 

Ecuador.
Razones de un movimiento indígena

 

 
 
 La espontaneidad, frescura y fuerza del movimiento indígena ecuatoriano ha asombrado al mundo, pues aunque ha sido manipulado en la última insurgencia ecuatoriana, ello no quiere decir que la autenticidad de sus raíces no sea una realidad. Ecuador y su indigenismo son un caso único y el más avanzado en toda Sudamérica, y sólo tiene parangón con los casos de Chiapas y de Guatemala en Centroamérica. Por diversas causas en Perú no existe un grado tan desarrollado del movimiento indígena, el caso de Sendero Luminoso ha sido incluso un revulsivo. Tampoco en Bolivia puede hablarse hoy en día de una organización política de los indígenas, aunque sí existe una conciencia de identidad cultural.]
 

Ecuador reúne unas condiciones especiales originadas en la historia y en sus tierras que explican las razones que han motivado un grado tan alto de estima de sus identidades culturales por parte de los indígenas ecuatorianos.

Un abanico étnico y cultural tan grande como el de Ecuador es difícil de encontrar. Para hablar de este país hay que poner en primer término su condición multicultural. Actualmente en Ecuador tienen que convivir una gran pluralidad de culturas de diferente origen, a lo que hay que añadir la riqueza del mestizaje. Pero esto es difícil, pues es una lamentable realidad la existencia del racismo y de los nacionalismos feudales de vía estrecha que dificultan enormemente la búsqueda de soluciones para superar la crisis ecuatoriana.

Los indígenas, que estaban allí antes de que nadie llegara, han logrado grandes avances en cuestiones de reconocimiento de sus culturas, como es el caso de la educación bilingüe para los niños indígenas, pero todavía no han conseguido el reconocimiento del quichua como lengua oficial de Ecuador a la par que el castellano. Pero en materia de progreso social los indígenas viven en condiciones lacerantes en muchos casos y a pesar de que existen leyes que ordenan y reconocen algunas de sus tierras, éstas son vulneradas frecuentemente, como es el caso de las comunidades indígenas del Oriente amazónico, debido a las actividades madereras o petrolíferas.

Además, en el caso del Oriente el impacto ecológico y cultural que provocaron las prospecciones y extracciones del oro negro han afectado gravemente a los indígenas. Aparecieron enfermedades nuevas que padecieron principalmente los niños, y en el terreno cultural el contacto agresivo ha supuesto en muchas comunidades efectos de quiebra social y psicológica para los indígenas.

Los indígenas que emigraron a las grandes ciudades o al extranjero fueron en un alto porcentaje a engrosar la bolsa de la marginalidad, el alcoholismo (una de las principales lacras que les afecta), la mendicidad, el paro, o a ocupar las tareas laborales más bajas y en régimen de esclavizo. Como estos acuciasteis problemas son comunes para todos los pueblos indígenas que cohabitan en Ecuador y además poseen una sólida idea de su identidad cultural frente a la sociedad criolla, tambien se ha visto favorecido el desarrollo de su organización política.

De norte a sur y de este a oeste el territorio de la República de Ecuador recoge una multitud de pueblos amerindios herederos de antiquísimas y desarrolladas culturas preincaicas que mantienen hoy en día vivas sus tradiciones.

En la costa norte vive la población negra de origen africano que fueron traídos como esclavos para trabajar en las plantaciones en la época de la colonia. Los primeros llegaron de la mano de Alvarado desde Guatemala durante los tiempos de la conquista del reino de Quito.

A lo largo de la costa y su interior hay comunidades Tsachiles, Awa, Montubias, Chachis y Manteñas. En la región de La Sierra, extendiéndose a lo largo del "Callejón Andino" se desarrollaron una serie de pueblos cuyo referente histórico más reciente se remonta al período de Integración Regional y de la formación de los Señoríos Étnicos en torno al liderazgo de los Caciques o Curacas. Estamos hablando de un amplio periodo que abarca desde el 800 A. de C. al 1480 D. de C. Aquí cultivan las tierras y son malpagados sus productos una serie de magníficos pueblos quichuas como los Caras, Caranquis, Otavalos, Natabuelas, Puruahuas, Cañaris, Salasacas, Saraguros, etc. Dejándonos caer desde la cordillera andina a través de la impresionante "Ceja de la Selva" llegaremos al Oriente amazónico donde subsisten un gran elenco de culturas selvícolas como los quichuas del oriente, los Secoyas, Sionas, Cofanes, algún pequeño grupo de los antiquísimos Záparos, Shuares y Ashuare (grupos del tronco jíbaro), y los legendarios Huaoranis, entre los que todavía existe un minúsculo grupo apenas contactado y que mantiene una actitud guerrera frente a las invasiones de sus territorios: los Tagahelis o "patas coloradas".

Teniendo en cuenta este plantel étnico podemos hacernos una idea de la importancia de las culturas indígenas en la realidad de Ecuador, añadiendo como dato que la población indígena pura se sitúa en un 36% sobre el total de habitantes de este país.
 

Paseo por la historia de las luchas indígenas


La primera gran invasión cultural y militar a la que tienen que enfrentarse los indígenas del actual Ecuador fue la de los Incas que eran quechuas (distinguir de los quichuas de Ecuador) del sur de Perú.

Al contrario que los pueblos preincas de Perú, que fueron totalmente absorbidos por los incas, los ecuatorianos les opusieron una feroz resistencia, y aunque fueron derrotados militarmente, se mantuvieron siempre rebeldes guardando sus tradiciones culturales. Además, el hecho de que la penetración del Tawantisuyu en Ecuador se diera en el último periodo del expansionismo inca contribuyó a la supervivencia de las culturas autóctonas ecuatorianas.

Sirve de ejemplo saber que algunos pueblos ecuatorianos de los más organizados como los Cañaris lucharon al lado de las fuerzas de Belalcazar, Almagro y Alvarado en la conquista del reino de Quito con el objetivo de sacudirse el yugo inca. Más tarde los españoles impusieron su conquista y cultura de la manera que es conocida por la historia y sus interpretaciones. Los indígenas vivieron también esta opresión, pero el espíritu rebelde se mantuvo intacto de nuevo gracias al apego a su identidad amerindia.

Antes del final del imperio colonial español ya se tuvo noticia de lo que puede llamarse un levantamiento indígena en Ecuador, que se concentraron entre 1.765 y 1.803 por causa de la reivindicación de la autonomía de sus tierras, y ya en aquella época fueron aplastados a sangre y fuego. Vuelve a haber otro importante brote en 1.871 pero en él los indígenas perdieron la iniciativa con la constitución del Estado criollo, refugiándose en la estructura comunal más radical para sobrevivir. Durante el siglo XIX surgen pequeños conflictos locales y parece que hay un largo período de recesión en las luchas indígenas. De nuevo surge un movimiento importante en el siglo XX, sobre todo durante los años 20; es el tiempo de los "huasipungueros" de las haciendas que lucharon contra los abusos en la relación patrón-huasipungo. Sobre estos hechos existe un bello relato literario llamado Huasipungo, del soberbio escritor ecuatoriano Jorge Icaza.

A partir de 1950 el movimiento indígena pasa abiertamente a reclamar las tierras. Las luchas indígenas ya no han parado desde entonces en Ecuador y el cariz que cobraron ha sido de una profundidad asombrosa. En realidad, lo que los indígenas reclamaron durante este largo periodo de 1950 a 1980 eran sus territorios étnicos para rehacer los lazos de la identidad indígena.

Desde 1980 asistimos a una revitalización étnica en el Ecuador y a un proceso de organización intenso fortaleciéndose las estructuras comunales, llegando a convertirse en el sector más organizado de la sociedad civil. Es el periodo de consolidación de la CONAIE que recoge gran parte de las mejores cosechas sembradas por el movimiento indígena ecuatoriano a lo largo de su historia.

Y llegamos a los alzamientos más recientes de 1990 y 1992 (quinientos años de resistencia). El 18 de Mayo de 1990, doscientos indígenas tomaron la magnífica iglesia colonial de Santo Domingo en Quito, exigiendo al gobierno el cumplimiento de un pliego con 16 puntos reivindicativos lanzados por la CONAIE. El gobierno reaccionó bloqueando a los insurrectos pero se topó con una gran reacción de la sociedad civil blanco-mestiza apoyando los hechos. El conflicto tomó cuerpo escalonadamente y desembocó en la convocatoria de un levantamiento nacional en los primeros días de Junio en el que participaron cientos de miles de indígenas. Se bloquearon vías, se tomaron calles y plazas, el país quedó aislado y la policía quedó desbordada por los acontecimientos. Hubo un muerto, varios heridos y decenas de encarcelados y una desproporcionada actuación del ejército, pero se abría por primera vez la vía de diálogo para debatir el problema indígena con interlocutores organizados que mostraban disciplina, fuerza y capacidad movilizadora no tan solo de indígenas sino también de fuerzas sociales progresistas y demócratas de la sociedad en general.

Los indígenas, visceralmente vinculados a la tierra "Pachamama", se distribuyen geográficamente en Ecuador como lo han estado desde épocas inmemoriales, y la gran lucha que mantienen es la de disponer libremente de las tierras que habitaron y cultivaron antes de que llegara el primer colono invasor. 
 

Realidad actual de los indígenas ecuatorianos


Hay tres grandes grupos de pueblos indígenas que se corresponden con las tres realidades geográficas que componen Ecuador: Oriente amazónico, la Sierra Central y la Costa Occidental. Los habitantes  históricos de estas tres regiones no han vivido aislados ente ellos, pues desde siempre se relacionaron comercialmente (el comercio de la concha marina spondylus, fenómeno decisivo en el desarrollo de las culturas amerindias), sin embargo las especificidades tan marcadas y diferentes de sus formas de vida relacionadas con el medio habitado han hecho y aún hoy hacen que sus intereses y necesidades no sean las mismas. Las raíces culturales son la última razón para que los pueblos indígenas no sean jamás un bloque social monolítico capaz de generar un Estado o Nación, y solamente la violencia y la explotación que los colonos han ejercido a lo largo de la historia ha sembrado el germen de una cierta unidad de los diferentes indígenas ecuatorianos. 

El Oriente amazónico está ocupado por la infinita masa verde que forman los bosques húmedos tropicales y drenado por una poderosa red hidrográfica tributaria de grandes ríos como el Agracio, el Pastaba y sobre todo el Napo, arteria principal del Amazonas. Es el hábitat de numerosas culturas selvícolas, mucha de ellas ya desaparecidas. Pero en la actualidad sobreviven todavía pueblos indígenas, poco numerosos lamentablemente, que tratan de defender su sistema de vida en la tierra que habitaron sus antepasados conservando su lengua de origen. En el norte de la región amazónica hay comunidades secoyas, cofanes, y sionas; en el centro destacan principalmente los huaroranis, existiendo todavía un pequeño grupo de ellos, los tagaeri, que mantienen una actitud guerrera con los que penetran en sus tierras sin ser de su gusto y utilizan cotidianamente arco, lanza y cervatana con saetas impregnadas en "curare". En el sur habitan los shuares y los ashuares, pertenecientes al tronco jíbaro. Por todo el territorio de Oriente se extienden mayoritariamente los quichuas amazónicos cuyo origen está en las corrientes migratorias de quichuas andinos hacia la Amazonía y en la mezcla de estos con antiguos pueblos selvícolas como los quijos y los canelos.
 

Economía de la zona


La economía de los pueblos de Oriente estuvo siempre basada en actividades cazadoras-recolectoras y en la agricultura de pequeños cultivos e itinerante. La agresión que ha sufrido la selva ha impactado brutalmente todos los órdenes de vida de los habitantes autóctonos, la desforestación provocada por las compañías madereras y petrolíferas y la tala para convertir tierras en pastizales han supuesto una merma importante de la caza, pesca y de la productividad de la tierra. 

Teniendo en cuenta que las tierras más fértiles se dan sólo en un margen de 10 a 15 km. de las orillas de los ríos, son suelos aluviales de gran importancia porque de ellos depende la agricultura. El inmenso interior amazónico posee suelos de gran acidez, pobres en nitrógeno, fósforo, potasa y calcio y son poco aptos para la agricultura. La extracciones petrolíferas han generado contaminación en muchos de estos suelos pero tambien en los ríos, desencadenando enfermedades nuevas ante las cuales los indígenas son indefensos. A este cuadro hay que añadir la quiebra social y cultural que toda esta situación ha provocado, originando emigraciones hacia la ciudad, abandono de sistemas tradicionales de vida con la incorporación de indígenas al mercado laboral, esclavista muchas veces, de las compañías madereras y petroleras.

Actualmente los pueblos indígenas de la Amazonía ecuatoriana pescan y cultivan para sobrevivir, vendiendo pequeños excedentes en los mercados a precios bajísimos. Sus principales carencias son la falta absoluta de infraestructuras sanitarias e higiénicas, la inexistencia de agua potable, el déficit de la escolarización, etc. Las posiblidades de comunicación son díficiles, tan solo las comunidades que viven en la periferia de la selva son accesibles a través de pistas infernales que en numerosas ocasiones quedan intransitables por corrimientos de tierra, derrumbes, cortes ocasionados por tormentas torrenciales y demás maravillas de la naturaleza brava y hostil. Las otras vías de comunicación son los ríos por los que viajan navegando en frágiles piraguas de tronco vacío hasta los lugares más aislados.

Algunos indígenas como actividad productiva extra se dedican a la extracción de algunos exiguos miligramos de oro en las orillas de los ríos, por los que obtienen un ridículo pago cuando logran venderlo. Otros se han incorporado a la creciente industria del turismo trabajando como guías, piragüistas, cocineros o porteadores de las excursiones organizadas por las agencias de viaje. En algunas comunidades más concienciadas se han creado áreas de ecoturismo para potenciar la participación directa de los indígenas en este mercado en auge. Estas iniciativas son muy interesantes si se desarrollan, pues permitiría que parte de los ingresos del turismo revertieran directamente en proyectos de desarrollo para estas comunidades, al mismo tiempo que supondría un freno a la destrucción de la biodiversidad amazónica, fomentando el conservacionismo de los atractivos naturales como polo de actividad económica.

Los indígenas del Oriente, menos organizados políticamente para defender sus intereses que los de La Sierra, afortunadamente cuentan con algunas organizaciones estructuradas. En el sur tiene importancia la OPIP (Organización de Pueblos Indígenas del Pastaza) y en el resto del territorios y en el norte funciona la FOIN (Federación de Organizaciones Indígenas del Napo), ambas relacionadas con la poderosa CONAIE.

El centro de Ecuador está ocupado de Norte a Sur por el "Callejón Andino" con sus dos formidables cordilleras enfrentadas, la oriental y la occidental, en medio de las cuales surgen fértiles valles, únicos entre los países andinos. Ello se debe a la proximidad de las dos cordilleras que permite un drenaje de aguas procedente de los deshielos que forman multitud de arroyos, ríos y torrenteras que se deslizan por las laderas de las montañas para regar abundantemente el fondo de los valles. También existen las abundantes y grandes bolsas de agua que son los numerosos sistemas lacustres de los Andes ecuatorianos.

La Sierra, que es como se llama esta región, está habitada por los pueblos quichuas. Todos ellos heredaron su actual cultura y organización social del período histórico conocido como de Integración Regional o de los Señoríos Étnicos (800 a 1480 D.de C). Su vertebración se articula en la comunidad liderada por el señor "cacique" o "curaca", figuras que conservan hoy en día intactos sus atributos.

El "Callejón Andino" ha sido el escenario principal de la historia de Ecuador. Fue primero donde se asentaron los incas en sus expansiones imperiales y más tarde donde camparon los conquistadores españoles en busca del inca para destruirle. También fue en este lugar donde surgieron las principales ciudades incas que serían luego las grandes ciudades coloniales españolas: Cuenca, Riobamba, Ambato, Latacunga, Quito, Ibarra…

En la actualidad los pueblos indígenas de mayor envergadura y tradición son: en el norte los caranquis, caras, natabuelas y sobre todo los otavalos, sin olvidarnos de la comunidad de origen africano compuesta por 700.000 personas; hacia el centro de La Sierra habitan las comunidades indígenas de Cotopaxi, Pichincha, los salasacas y los míticos puruhauas que ocupan los territorios comprendidos entre los volcanes Cotopaxi, Tungurahua, Altar y Chimborazo especialmente; en el sur destacan los cañaris, una de las más avanzadas culturas quichuas, que viven en la provincia de Azuay, y los saraguros que habitan en las proximidades de Loja. Todos ellos viven dependiendo de una escasa ganadería y principalmente de la agricultura de subsistencia, cuya especie reina es el maíz en sus diferentes especies. Tambien se cultivan tubérculos, especialmente patatas, cereales, hortalizas y legumbres. El principal problema de los indígenas campesinos es que las tierras más fértiles y fáciles de cultivar, que son las de los valles planos y grandes del fondo del "Callejón" se las han arrebatado los latifundistas criollos. Mientras que las tierras repartidas a los indígenas son pequeñas parcelas que cuelgan de las verticales laderas de la montaña, y que sufren lógicamente derrumbes y aluviones, además ser trabajadas con métodos que apenas han variado desde el siglo VI A.de C. Basta con viajar a través de la Sierra para percatarse de una sangrante realidad de discriminación entre el mundo poderoso del criollo rico y la insultante pobreza que rodea a los indígenas. Los problemas de carencias graves siguen siendo los mismos, falta de higiene, salud, escolaridad, tecnología etc.

La escasa producción que los campesinos obtienen de sus exiguas parcelas es vendida en la intensa vida de los coloristas mercados indígenas, pero los precios que muchas veces imponen los compradores hace que los campesinos sólo obtengan unos "sucrecitos" insuficientes para comprar los otros bienes que necesitan. 

Pero los pueblos indígenas de La Sierra han sido el alma y corazón de la CONAIE y su movilización es absoluta cada vez que una lucha reivindicativa lo exige. 

Los indígenas de La Sierra se han incorporado en muy poca medida a la nueva industria turística, salvo en la comarca de Imbabura y especialmente en Otavalo donde existe un fuerte desarrollo en este sentido al que se han incorporado los industriosos otavaleños. En los mercados más visitados del "Callejón Andino" otros indígenas tratan de sacar alguna moneda a los turistas vendiendo artesanías o pidiendo limosna.

Por último La Costa Occidental es otro mundo aparte en la diversidad ecuatoriana. Son los pueblos indígenas menos desarrollados políticamente y sin embargo son los hijos de las culturas más avanzadas en la historia de los pueblos amerindios. Sus antepasados fueron los protagonistas de las culturas Valdivia, Jama-Coaque, Bahía, La Tolita, Guan Gala, Milagos-Quevedo o Manteña-Huancavilca. Su actividad se centró en la pesca aunque tambien en la agricultura, llegando a ser grandes navegantes. En la actualidad su situación es tan paupérrima o más que la de sus hermanos del interior; sin embargo la organización política es menor. Cabe destacar la valiente iniciativa en defensa de su identidad, recursos y problemas que realizan los indígenas manteños y muy especialmente los de la comunidad de Agua Blanca, dentro de los límites del hermoso Parque Nacional de Machalilla. Abanderan un serio proyecto de desarrollo turístico que trata de explotar recursos naturales y arqueológicos sin alterarlos dentro de una escrupulosa filosofía ecologista en beneficio de sus tierras y de su pueblo.

La solución a este cúmulo de grandes y graves problemas para los pueblos indígenas debe partir de una orientación básica: la necesidad de supervivencia y desarrollo de antiguos pueblos y culturas que representan un legado actual imprescindible a la humanidad. Y para ello es necesario resolver las injusticias palpables que padecen los indígenas. Desde su propia idiosincrasia hay que desarrollar la enseñanza bilingüe, resolver los problemas sanitarios integrando la medicina natural protegiendo la figura de los sahamanes, hay que reactivar sus medios de vida recuperando sus profundos conocimientos de agricultura y de pesca con innovaciones tecnológicas previamente asimiladas, hay que distribuir las tierras fértiles para los pueblos indígenas, hay que potenciar la defensa de la biodivesidad que desde sus propios principios los indígenas hacen de la tierra y de los animales. 

Es impensable una solución a los problemas de Ecuador que no contemple una articulación de la pluralidad social que compone el país en un proyecto democrático que ilusione a todos, controlando la corrupción y recomponiendo distributivamente la desastrosa economía. La cuestión es difícil si no se recuperan las materias primas, las exportaciones y se crea un sistema fiscal eficaz. Pero un factor subjetivo juega a favor de un futuro mejor y es que Ecuador es un país pacífico que ha demostrado que a pesar de sus continuos conflictos jamás se ha permitido un choque bélico con consecuencias desastrosas para los más débiles de sus sociedad. El movimiento indígena es consciente de ello tal y como demuestran las palabras de Antonio Vargas, líder de la CONAIE, que aun siendo contundentes en sus amenazas de una vuelta a la lucha, también hablan del carácter pacífico de ésta y de la imposibilidad de condiciones para que el movimiento indígena genere una guerrilla armada. Además, estos elementos expresados por Vargas son una de las claves de la vertebración de las causas indígenas con la sociedad civil ecuatoriana.

Es necesario que el Estado se abra definitivamente a la participación del pueblo amerindio mayoritario en Ecuador y para ello se debe comprender e integrar la visión indígena de la política desde su propia idiosincrasia.

La organización social de los indígenas para ordenar actividades tanto políticas como económicas y sociales están basadas en criterios colectivistas donde prima la comunidad y la descentralización. Pero sobre todo la política para los indígenas está basada en una profunda espiritualidad que se plasma a través de su particular cosmovisión que matiza y da sentido a todos los ámbitos de su vida, una de cuyas expresiones es la relación armónica entre el universo, la tierra y el hombre (Pachamama, Allpamama, Runa) y una relación binaria de contrarios (tierra-cielo, alto-bajo, frío-caliente) que organiza sus relaciones con los hombres, la naturaleza y los poderes sobrenaturales. Todos estos conceptos están implícitos desde siempre en la base de los levantamientos indígenas de la historia de Ecuador, y como hemos tenido ocasión de comprobar, también en este último.

Si se tuviera en cuenta algunos de los principios indígenas para organizar una nueva sociedad, seguro que mejoraríamos el mundo.