Venezuela: ¿Quién se queda con el Estado?
Heinz
Dieterich Steffan (28
de Septiembre de 2002)
El futuro de Venezuela se
decide en la lucha por el Estado. Múltiples actores políticos
internos y externos participan en la carrera por su control. Algunos actúan
con intenciones revolucionarias, otros por intereses oligárquicos
o imperiales. Determinadas fuerzas operan de manera abierta y hasta escandalosa,
otras prefieren modos silenciosos o palaciegos en la acumulación
del poder.
La razón de ser de esta dinámica es el golpe de Estado transnacional
petrolero del 11 de abril del 2002. Las reservas probadas de crudos extrapesados
de Venezuela representan el 50% (!) de las reservas del total mundial;
con las tecnologías de conversión adecuadas, esos yacimientos
son equiparables a las reservas probadas de crudos convencionales de Arabia
Saudita, 270 mil millones de barriles, que son las mayores del globo.
El golpe en Venezuela fue parte integral de un plan maestro de tres operaciones
estratégicas de Washington, concebido por el gobierno de Bush:
1. El sometimiento definitivo del mundo árabe-islámico donde
yacen tres cuartas partes del crudo convencional y la mitad de las reservas
mundiales de gas. La agresión a Irak, la intimidación de
Arabia Saudita e Irán y la destrucción del Estado palestino
cumplen este objetivo.
2. La conquista militar de Asia Central, donde existe 40% de las reservas
mundiales de gas y, cerca del mar Caspio, enormes reservas petrolíferas.
La guerra contra Afganistán alcanzó esta meta.
3. La apropiación violenta del petróleo venezolano mediante
el coup d´etat del 11 de abril, frustrado en su momento por la heroica
acción del pueblo y los militares patrióticos quienes, además
de defender a la democracia, salvaron la vida de 5 mil ciudadanos, cuyos
nombres aparecieron en las listas de los que iban ser asesinados y desaparecidos.
El golpe de Estado fue un parteaguas en el proceso bolivariano, en múltiples
sentidos: redefinió la relación con Estados Unidos, en el
sentido de debilitar sustancialmente la capacidad nacional de una política
soberana y latinoamericanista en la arena internacional; despertó
y radicalizó a las masas que finalmente entraron en el proceso
de autoasumirse como sujetos del proceso bolivariano; aceleró el
deterioro de parámetros económicos fundamentales; descubrió
a los actores políticos oportunistas, ineficientes y antirrevolucionarios
dentro de los aparatos políticos y sociales del sistema; fortaleció
la popularidad del presidente Hugo Chávez entre las mayorías
populares y redujo la capacidad de convocatoria manipulativa de los conspiradores
entre las clases medias; finalmente, hizo nacer entre los sectores más
avanzados de las mayorías y los principales protagonistas del sistema
de liderazgo la pregunta acerca de las responsabilidades de la debacle
del 11 de abril y, por lo tanto, la interrogante sobre la sustitución
de personajes y modos de operación del proceso.
El choque del Titanic con el iceberg imperial ha desatado, meses después
de la fatídica fecha, un intenso debate sobre la conducción
del barco. Ese debate que atañe a sus más importantes operadores,
desde el capitán hasta el timonel, los especialistas de los radares
y los principales oficiales del equipo, ha evidenciado que existe coincidencia
de criterio entre muchos líderes de las fuerzas sociopolíticas
que sostienen el proceso bolivariano, acerca de la necesidad de constituir
una nueva dirección estratégica con un nuevo proyecto estratégico.
El golpe de abril mostró la necesidad de una "dirección
colectiva socialmente reconocida, lo imprescindible de un centro de dirección
revolucionaria que organice y conduzca al pueblo Que evite los excesos
que caminan hacia la conciliación o el anarquismo, que en última
instancia son expresiones claras de la ausencia de una dirección
con un rumbo claro", formula uno de los protagonistas más
importantes de la vanguardia bolivariana ese consenso sobre la impostergable
reconfiguración del liderazgo.
El sistema de conducción del bolivarianismo venezolano ha pasado
por dos etapas, desde su constitución. En su génesis militar-cívica
como Movimiento Bolivariano Revolucionario-200, durante los 80, fue un
sistema colectivo horizontal que llevó el movimiento desde la clandestinidad
hacia la conquista electoral del Estado venezolano, en febrero de 1999.
En la segunda fase, que se inicio con esta fecha y terminó con
el golpe del 11 de abril del 2002, el sistema horizontal se verticalizó,
convirtiéndose el presidente en el centro de gravitación
de la política estatal y partidista. Esa personalización
de la gestión del proceso que fue una corresponsabilidad de todos
los sujetos políticos involucrados se pagó con una extraordinaria
pérdida de capacidad gerencial del Estado y de los entes político-sociales
respectivos. Fue esa dramática deficiencia de conducción
que permitió la asonada militar.
La tercera etapa en la configuración de un centro de dirección
estratégica capaz de enfrentar las múltiples operaciones
de una sofisticada conspiración transnacional que pretende derrotar
al presidente Chávez antes de fin de año, es el eje de la
dinámica política-social-militar en la Venezuela de hoy.
La presión para esa reconfiguración cuyo objetivo principal
es el control del Estado, nace tanto de los sectores y organizaciones
populares las "masas" como se dice aquí como de sectores
de poder progresistas y reaccionarios.
En este complicado rompecabezas de política real hay tres requisitos
axiomáticos que son fundamentales para el éxito de la revolución
bolivariana: a) el regreso a una conducción colectiva que reúna
las mejores cabezas y las conciencias más ética del país;
b) la sincronización entre la creciente radicalización de
las masas y el creciente control del Estado, porque el avance descoordinado
de cualquiera de las dos fuerzas significaría el fin del proceso
y, c) el mantenimiento de la unidad entre los actores de las cúpulas
y de las bases.
El control del Estado y la conciencia de las masas son los dos factores
decisivos en todo proceso revolucionario. La tarea de la vanguardia consiste
en vincularlas de una manera orgánica. Ahí se define el
destino de la revolución bolivariana.
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