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Venezuela



Notas sobre el golpe en Venezuela

Carlos Delgado (San José, Costa Rica, 17 de Abril de 2002)


I. El arte de la desinformación

El viernes por la mañana muchas personas nos enteramos de que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, había sido derrocado. Una junta había asumido el control del país con el apoyo de la prensa, los militares, empresarios y sindicalistas.

La prensa presentó este hecho como el resultado de protestas populares que fueron subiendo de tono, hasta llegar a ser tan fuertes que los militares no tuvieron más remedio que apoyar un golpe para impedir más enfrentamientos y las consecuencias de esto sobre la población y el país.

Era conocido el hecho, desde hace tiempo, que tanto la oligarquía venezolana, como sindicalistas pro patronales, los grande medios de prensa y la embajada de los Estados Unidos estaban conspirando para sacar a Chávez del poder. La oligarquía venezolana ve en Chávez a un "dictador" cuyas medidas, que no son necesariamente socialistas, atentan contra sus intereses económicos. No se quiere decir que estas medidas pretendan acabar con la oligarquía; solamente ponen restricciones a sus negocios y se orientan hacia conformar una sociedad capitalista donde existan mecanismos de control que eviten la polarización extrema que hoy padecen todas las sociedades latinoamericanas (ricos-pobres). Un estado fuerte y con autonomía relativa también forma parte de este proyecto. Pero las oligarquías latinoamericanas apuestan por el capitalismo salvaje y no están dispuestas a hacer concesiones mínimas que permitan algún grado de legitimidad de sus sistemas económicos y políticos (han renunciado a la hegemonía y ebrias de poder no quieren hacer ninguna concesión).

Militares, empresarios, y medios de comunicación han estado agitando constantemente contra Chávez. Primero para impedir las reformas; luego para sacarlo del poder.

Aprovechando la marcha y los disturbios del jueves, los sectores oligárquicos dan un golpe de palacio; luego los medios dicen que Chávez había renunciado frente a la Junta de Gobierno que se había constituido; para un observador externo la impresión que daba esta situación, es que efectivamente la base social del presidente se había agotado, y este estaba sin apoyo. Que los militares le habían dado la espalda, y los sectores populares o estaban con los golpistas o habían sido neutralizados.

Las noticias hacen parecer el golpe como un evento en el que toman parte grandes sectores de la población, a los que los militares se terminan sumando. Las noticias de los grandes medios decían que no existía ningún tipo de apoyo popular a Chávez, ni tampoco de sectores del ejército. La conclusión que uno desde afuera podía sacar, era que Chávez había confiado en una base de apoyo insegura (el ejercito) y los sectores populares desorganizados y extenuados le habían retirado el apoyo. Todo parecía que apunta en esa dirección.

Pero era otra la situación. Lo que realmente pasaba se había ocultado cuidadosamente por los grandes medios de comunicación al servicio de la oligarquía venezolana y los Estados Unidos. Los grandes medios habían creado un escenario que no existía, suprimiendo información o mintiendo deliberadamente. Por ejemplo, un periódico panameño anuncia el viernes que Chávez había renunciado frente a una Junta de Gobierno provisional. Eso nunca sucedió.

La situación real era otra. El ejército estaba dividido, y algunos sectores muy importantes se oponían al golpe. Los sectores populares reaccionaron cuando se dieron cuenta del golpe y miles de manifestantes empezaron a salir a la calle. El golpe que estaba en marcha, y que la prensa presentaba como una obra concluida, se empezaba a quebrantar, y los sectores que lo apoyaban perdían legitimidad rápidamente cuando la población se lanzaba a la calle y sectores del ejército se mostraban renuentes a colaborar con los golpistas. Esto fue ocultado groseramente por la prensa comercial de Venezuela, que al calor de la coyuntura se ha mostrado como un aparato de propaganda y agitación de la oligarquía y el imperialismo.

La derecha venezolana, a través de la prensa comercial, cuyo papel ha sido central en esta coyuntura, había creado una situación de agitación y descontento, pero esta situación había sido sobre valorada. En la coyuntura creada por las protestas, y gracias a la agitación y el arte de desinformar de la gran prensa comercial, estos sectores creyeron que había llegado la hora y se lanzaron a la aventura del golpe. La crisis había sido inflada por la misma prensa, y las condiciones que se creían propicias para acabar con Chávez no lo eran. Se equivocaron. Sin embargo, la prensa trató de desinformar hasta el final y ocultó los conflictos que inmediatamente surgieron con el intento de deponer a Chávez.

En todo esto, una vez más, los medios comerciales de los poderosos han jugado un triste papel, el de desinformar para crear confusión y lograr los propósitos de los sectores oligárquicos. Contra Chávez se ha hecho una larga campaña, que ha sido montada y realizada desde los medios. Por esta vez, no se salieron con la suya, al menos en apariencia.

Este ejemplo, de la prensa venezolana, ha tenido relevancia dadas las características del evento; pero esto es precisamente el trabajo diario de los grandes medios comerciales: desinformar. En este caso, se hace obvio por el hecho de que el tiro les salió por la culata y quedaron totalmente evidenciados. Incluso parece que sectores de la población se habían apostado en las afueras de algunos de estos importantes medios exigiendo que se dieran a conocer los hechos que se estaban ocultado: la resistencia de la población y la lealtad de sectores importantes del ejército para con Chávez. Tal fue la presión que al final no se pudieron negar a informar.

Los actores populares en Venezuela deben tomar nota. Chávez no es un enemigo, tampoco alguien que esté construyendo un poder desde los sectores populares. Esta es la limitación más grande de este proceso.

Pensar que los militares y los sectores populares desorganizados son una precaria base de apoyo, es correcto. De hecho, los militares golpistas se detuvieron ante los excesos del efímero jefe de la Junta, Carmona, cuyo programa era un conjunto de medidas destinadas a destruir todo aquello que a los sectores oligárquicos les parece una amenaza a sus mezquinos intereses de clase; luego, también la posibilidad real de un enfrentamiento con otros sectores del ejército fue un factor de contención de los sediciosos. Los sectores populares se lanzaron a la calle, pero fue más una acción espontánea y solidaria con Chávez, que una acción organizada de respuesta.

El contexto internacional fue vacilante. Es cierto que muchos sectores políticos de la derecha, incluso, en América Latina, temen a la posibilidad de que nuevamente los golpes de estado se pongan a la orden del día, en un contexto político precario, donde las democracias burguesas son frágiles y no terminan de consolidarse, pues los programas neoliberales socavan permanentemente sus bases económicas, sociales y políticas. Pero aún así, gobiernos como el de El Salvador se precipitaron a saludar el golpe. Otros como el de México no se pronunció a favor, pero el presidente Fox aprovechó para descalificar a Chávez y responsabilizarlo por los problemas venezolanos. Un alto funcionario peruano fue aún más explicito en ese sentido y condenó abiertamente a Chávez y sus propuestas programáticas.

Por esta vez, el proceso bolivariano sobrevivió. Es muy posible que haya cambios. Sin sectores populares organizados, movilizados y conscientes, los cambios terminarán inclinándose a la derecha. Ahora, las conspiraciones seguirán de otra forma, ya que los conspiradores de la oligarquía también aprenden de sus errores.

II. Sergio Ramírez, la prensa y el consenso

En un artículo que apareció hace una semanas atrás en la Insignia (periódico o revista electrónica), el escritor nicaragüense y ex miembro del Frente Sandinista, Sergio Ramírez, se refería a una movilización de sectores populares aparentemente instigada por Chávez, en Venezuela, cuyo propósito había sido exigir a un periódico de ese país un tratamiento distinto de la información que publicaban.

Ramírez en su artículo interpreta esta manifestación como un acto irrespetuoso; además, considera que los sectores que se movilizaron lo hicieron sin ninguna conciencia. También, recuerda como el Frente Sandinista en el poder hacía algo parecido: movilizar a las masas con propósitos instrumentales, utilizándolas como turbas para amedrentar a sus opositores. Finalmente Ramírez aconseja a Chávez y le indica que es necesario construir sociedades de consenso. A la luz de lo sucedido es necesario referirse al artículo de Ramírez.

Movilizar las masas populares con objetivos que no corresponden a sus intereses coyunturales o estratégicos, es un acto de manipulación. Por cierto, los partidos burgueses tienen esta practica como eje fundamental de su accionar político, con el agravante de que hacen creer al pueblo social que se moviliza, que lo hace por objetivos propios.

Quienes hagan esto realizan una política consciente de manipulación. De ello no saldrá ningún proceso de acumulación o construcción de proyectos populares. Es muy posible que en el proceso que Chávez conduce, este proceder sea frecuente.

Pero Ramírez va más allá. Indica que Chávez está cometiendo el error de no gobernar con consenso. Admite, según él, que ellos (Frente Sandinista) siendo gobierno también lo hicieron.

El primer problema es que Ramírez no define que entiende por consenso. En Costa Rica (la sociedad de los consensos) la derecha siempre a gobernado con consenso. Es decir, a tenido una extraordinaria capacidad para movilizar a la población en favor de los objetivos de una minoría. Eso mismo Ramírez lo llamaría manipulación. Los consensos son en este país una mesa (espacio suficiente), en la cual se sientan unos pocos señores que toman decisiones por todos. Eso es presentado luego como un consenso. Siempre estos consensos son excluyentes. Los intereses populares nunca están presentes. Pero aún así se les considere legítimos. Estos son consensos burgueses u oligárquicos. En América Latina, y en la esfera de la política y el estado, estos son los únicos consensos que se conocen. Es más, hoy día, el consenso gestado entre los sectores del poder se llama neoliberalismo.

Gobernar con el consenso de la burguesía y la oligarquía siempre significará hacerlo renunciando a un programa popular, incluso mínimo.

Hoy el pueblo venezolano, luego del intento de golpe, y después del papel jugado por los medios, deberá movilizarse para expropiarlos; para tomárselos y poder construir medios que informen y eduquen y creen consensos, pero populares, sobre la base de una democracia participativa en que la movilización del pueblo es la mayor garantía.

Los medios comerciales en esta coyuntura se han revelado como simples instrumentos de propaganda y agitación oligárquicos: son instrumentos, literalmente hablando, de la oligarquía. En los momentos críticos como estos su carácter se revela con toda transparencia.

El concepto del consenso planteado de la forma vaga en que lo hace Ramírez, sirve de poco. Sobre todo, cuando los sectores dominantes arremeten con fuerza y utilizan todos sus enormes recursos para impedir, incluso, pequeñas transformaciones. Con la oligarquía no puede haber consenso.

Que hay que construir un consenso de los pobres que se traduzca en una plataforma básica de resistencia y lucha, eso es cierto y necesario. Pero eso es otra cosa. No es el consenso vago del que habla Ramírez. Ese consenso, así planteado, es un simple contubernio con las cámaras patronales y los partidos de los ricos.

El consejo a Chávez para que no manipule a las masas le viene bien. Es decir, las masas se deben movilizar en Venezuela no para respaldar incondicionalmente a Chávez, sino para logra objetivos propios. Por ejemplo, ahora un objetivo mínimo sería eliminar la flexibilidad laboral aprobada por este gobierno, que sin lugar a dudas es una concesión a la patronal (en la línea de pensamiento de Ramírez esto sería un fruto del consenso). Por otra parte, si Chávez sigue el consejo de Ramírez, de construir el consenso vago al que hemos aludido, el proceso que él preside deberá renunciar a las transformaciones más insignificantes, puesto que la oligarquía venezolana nunca avalará medida alguna que restrinja la propiedad de la tierra, la especulación, la sobre explotación del trabajo, y ni que decir, si se habla de la propiedad de los medios de producción. Estas tareas no corresponden a un consenso en general, sino al de un programa consensuado entre los sectores populares organizados y movilizados que lo puedan defender.