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Globalización



Un frente más allá de Bagdad


Luis Fernando Novoa Garzón,
estracto de artículo. Completo en "Pimienta negra" (31 de Enero de 2003)

La nueva guerra contra Irak se instala como el proceso constituyente de un nuevo orden mundial, unipolar y unilateral. Es un asalto al mundo. Un mundo que de repente quedó demasiado pequeño para el gran capital y su omnipotente máquina de guerra. El club privativo de los incluidos procura ampliar las fronteras de sus privilegios. La exclusión deja de ser una externalidad para convertirse en una inversión o en una protección de la inversión. Las áreas de exclusión pasan a ser zonas de guerra. Guerra contra los diferentes, contra los pobres, contra los débiles.

Se rompe el envoltorio de la teoría de los dos teatros de operaciones simultáneos, típico de la guerra fría. Emerge a la superficie la doctrina de la dominación de amplio espectro: asegurar la capacidad de las fuerzas de los EE.UU. de suprimir a cualquier enemigo en cualquier parte del mundo, de forma unilateral o asistida, con control sobre cualquier variable a lo largo de toda la cadena de operaciones militares.

Tolerancia cero frente a cualquier resistencia o competencia. La supremacía norteamericana dejó de ser sólo un dato objetivo para volverse indispensable y obligatoria. Los EE.UU. tienen el derecho de intervención unilateral porque tienen el deber de salvar la civilización occidental y cristiana. La superioridad bélica se vuelve automáticamente superioridad universal. Porque hecha en nombre de la paz perpetua y de la seguridad mundial, esta guerra posee carácter ejemplar y disciplinador.

Los procedimientos formales de la guerra han sido proscritos. Convención de Ginebra, criterios de guerra justa, de daños excesivos y de castigos innecesarios son válidos sólo para adversarios reconocidos. Nada de esto vale para la nueva categoría de enemigos que se ha creado. Una «guerra sin compromisos y sin reglas» es lo que promete el secretario de Defensa y principal arquitecto de la estrategia de la guerra contra el terrorismo. Para Rumsfeld, los terroristas y los regímenes que los encubren no pueden merecer las salvaguardas de la «civilización», que éstos procuran destruir.

Para defender la democracia y la libertad, las aprisionan en sótanos inaccesibles. Para que el pluralismo sea mantenido, prohíben y suprimen las diferencias. Es así como se construye la jurisprudencia de la guerra total.

No se exigen pruebas a guerras intrínsecamente justas y santas. Bastan insinuaciones e indicios. Las pruebas plantadas y cosechadas por la CIA hablan por sí mismas y confiesan todo en lugar de los sospechosos. En una ojiva, en una foto de satélite y en una cabeza cabe de todo, incluso nada. No importa que Irak posea o no «armas de destrucción masiva». Importa su maligno deseo.

Muchos pasos atrás con relación al Código de Hamurabi. En el lema «ojo por ojo, diente por diente» existe el reconocimiento mutuo de los litigantes y la estipulación de la proporcionalidad de la pena y de la reciprocidad de la acción. La sentencia aplicada por el emperador babilónico en el siglo XVIII a. C. jamás pareció tan civilizada comparada con la doctrina Bush, que consagra el derecho a la represalia anticipada, esto es, a la eliminación previa de cualquier grupo, persona o país considerado amenazador.

El Zeitgeist norteamericano va hasta el fondo de su matriz judeo-cristiana-puritana. Maniqueísmo, condenación y salvación y chivo expiatorio. El fundamentalismo cristiano de la derecha postula la hegemonía ideológica del Imperio en su fase totalizante. Si son las intenciones las que valen, las «buenas» intenciones pueden todo contra las «malas». Bienvenidos al infierno.

Operación «manos sucias»

Esta guerra no es sólo de Bush, sino de todo el establishment capitalista. Los pactos y consensos más profundos están dirigidos por una dinámica financiero-industrial-militar. Las exhaustivas negociaciones de la ONU con relación a la invasión de Irak y sus criterios reflejan las últimas reacomodaciones de este nuevo bloque de poder global que se instaura. Esta recomposición de los centros decisorios del capitalismo global se ha reflejado simultáneamente en diferentes campos:

-en el retroceso de las negociaciones multilaterales de la OMC y en la cristalización de las políticas proteccionistas de los países centrales.
- en el avance de las fuerzas de derecha en Europa y en la reconfiguración de la UE según los intereses de los oligopolios.
- en la legitimación de la política de genocidio en Palestina practicada por Ariel Sharon.
- en la interrupción del diálogo y/o el endurecimiento de la represión en Irlanda del Norte, País Vasco, Chechenia y Colombia.

La producción y distribución de petróleo es por ahora la cuestión de mayor relieve. Los reclamos y reservas de Francia y Alemania contra la guerra de Irak no apuntan a impedir la guerra, sino a crear las condiciones que garanticen una mayor permeabilidad al proceso de reordenamiento de Oriente Medio. Inglaterra, satisfecha con sus reservas propias en el Mar del Norte y con las nuevas posiciones que la Royal Dutch/Shell adquirirá en Irak, se alía incondicionalmente al Imperio en busca de una cogestión. Estamos ante una nueva división imperialista del Oriente Medio. Un acuerdo Sykes-Picot en beneficio de la única superpotencia. Su advertencia a los aliados: más petróleo para los que derramen más sangre. ¿Quién quedará con las manos limpias?

Los mercados han contabilizado pragmáticamente los riesgos y oportunidades de esta guerra. Koehler, director general del FMI, sugirió una «guerra rápida y con precisión quirúrgica», de manera de no aumentar las incertidumbres sistémicas. Meirelles, presidente del Banco Central de Brasil, en sintonía fina, dice que se inclina por una «guerra exitosa» en Irak. El inestable y fraudulento capitalismo global necesita certezas más que nunca. Desde que el riesgo se ha convertido en sistémico, dejó de ser alabado. Las certezas de compensación y lucratividad irrestrictas, que vengan a hierro y fuego...