Consumo
Agroecológico y responsable, nuestra manera de ejercer la Soberanía
alimentaria
Pilar Galindo, de la Coordinadora de Grupos de Madrid (27
de Junio de 2002)
¿Qué
es lo que está pasando con la alimentación, desde la explotación
agraria a la mesa y viceversa?
Hay una desconfianza creciente de la población
hacia los alimentos que comemos. Los escándalos alimentarios han
sacado a la luz y/o cuestionado:
1) los "ingredientes" (dioxinas en los pollos, priones locos
en las vacas, antibióticos para el engorde, transgénicos);
2) las formas y condiciones de producción en el campo y en las
industrias de transformación (intensificación de cultivos
y ganado, forzando a la naturaleza; competitividad entre agricultor@s
y empresas para abaratamiento de costes; mano de obra empleada en condiciones de esclavitud en los invernaderos, precarizada en las industrias de transformación y procesado, etc.); 3) las formas de distribución y consumo (concentración y monopolio de empresas transnacionales que controlan producción-distribución-consumo;
predominio de grandes superficies que ofrecen gran variedad de alimentos
importados a bajo coste y que emplea a jóvenes mediante contratos
basura; generalización de restaurantes de comida rápida,
tiendas de todo a 100, etc). Esta situación provoca, por un lado
que haya una mayor "demanda" de consumo alternativo, ecológico,
etc. y, por otro, que se haya abierto una polémica acerca de si
podemos considerar alimentos "ecológicos", si viajan
miles de kilómetros, si se venden en grandes superficies, si son
promocionados por multinacionales que negocian con los transgénicos,
si sólo son para clases pudientes, etc. En definitiva, si no hay
que incorporar también otros criterios ecológicos y también sociales.
El control, forma y condiciones con que el capital está operando
en la alimentación a nivel mundial, ha generalizado un modelo de
producción-distribución-consumo de alimentos, cuyas consecuencias son:
1.- No se produce lo que necesita la población para una alimentación
segura, sino lo que asegura más beneficios. 2.- Al perseguir sólo
el abaratamiento de los costes y la competitividad, este modelo de producción
alimentaria, enfrenta a productor@s y consumidor@s en intereses contrapuestos
y enormemente alejados en una cadena de distribución planetaria.
3.- Elimina a la pequeña producción agroalimentaria y a
l@s campesin@s, reemplazándoles por empresas o sociedades anónimas
que concentran la producción y la distribución donde les
es más ventajoso para la venta. 4.- Convierte a la agricultura
y ganadería en una factoría industrial; el oficio y habilidad
del agricultor/a y su conocimiento de la naturaleza no tienen el menor
valor y han sido sustituidos por producción en serie. 5.- Se trata a los animales como máquinas productoras de carne, leche o huevos, con los riesgos ya conocidos de alteración del ciclo natural, la
generación de enfermedades como la EEB (vacas locas), dioxinas
en los pollos, etc. 6.- Se sustituye la calidad de los alimentos por el
cumplimiento de la legalidad: informar en las etiquetas, no incorporar
productos prohibidos o en dosis no autorizadas. 7.- Se viola el derecho
a la soberanía alimentaria como "derecho de los pueblos a
definir su propia política agraria y alimentaria", mientras
se consolidan las patentes sobre la vida. 8.- Se esquilman y privatizan
territorios, recursos naturales, agua, suelo, semillas, etc., provocando
una contaminación y desertización crecientes que provocan
hambre y emigración forzosa.
Los Organismos Modificados Genéticamente, OMGs (transgénicos),
las patentes, y las semillas "muertas", que sintetizan el modelo
dominante a escala planetaria de producción-distribución-consumo
de alimentos, se proponen como soluciones cuando son exponente y resultado
de un modelo de producción, distribución y consumo de alimentos,
que se desentiende tanto de las necesidades sociales y ecológicas,
como de sus consecuencias actuales y futuras. Un modelo que crece en oposición
a los derechos que tiene la población campesina y consumidora a
una alimentación suficiente, sana y nutritiva, a una vida digna
y a la propia cultura. Lo único importante para este modelo es
que no se interrumpa el ciclo de producción y circulación
de las mercancías, que no cese la producción de plusvalor.
Los
instrumentos de la globalización
En el área geopolítica a la que pertenecemos,
la Unión Europea utiliza como instrumento de la globalización
de la agricultura y la alimentación, la Política Agraria
Común (PAC). Esta política de "protección"
a la agricultura que en el año 2002 ha invertido más de
44.000 millones de euros (7,3 billones de pts), ha impulsado desde su
origen en 1958, este modelo de agricultura y consumo, desentendiéndose
de las consecuencias sociales, económicas y medioambientales que
provoca aquí, pero sobre todo, en los países empobrecidos.
De hecho, la compensación por bajada de precios mundiales se ha
basado, hasta 1992, en los rendimientos (cobraba más quien más
producía) y a partir de entonces, en la superficie o cuota de producción
(igualmente recibía más quien más tenía).
Por el contrario cada año desaparecen agricultor@s. En el Estado
Español desde el ingreso en la UE, han desaparecido más
de un millón de explotaciones familiares agrarias. La Via Campesina
afirma que "las políticas agrarias de EEUU y la UE están
orientadas, a través de los subsidios, a la producción para
la exportación. Estas políticas destruyen la soberanía
alimentaria, las economías locales, tanto de los países
exportadores como importadores. Estados Unidos y Europa deben reducir
su producción y ajustarla a sus necesidades".
En el modelo agroalimentario dominante (aunque el 50% de la población
mundial sea todavía campesina), la contraposición de intereses
distintos y cada vez más enfrentados, entre personas agricultoras
y consumidoras dificulta la elaboración de un discurso que integre
las necesidades de todas, que vaya a la raíz de los problemas y
que permita desarrollar experiencias y espacios reales de economía
solidaria y apoyo mutuo.
En definitiva, y sin entrar en las instituciones y regulaciones que potencian
esta situación, Organización Mundial del Comercio (OMC),
y los tratados de libre comercio, y específicamente en nuestro
ámbito, la Unión Europea (UE), y la Política Agraria
Común (PAC), este modelo económico y social antepone las
"necesidades" de la mercancía alimenticia a las necesidades
de las personas que trabajan elaborando alimentos y/o se alimentan con
ellos.
Soluciones
parciales
Las personas, agricultoras o consumidoras, estamos indefensas
en una situación que nos convierte en víctimas y, a la vez,
colaboradores eficientes en nuestra faceta de consumidor@s, productor@s,
trabajador@s, reclamando intereses diferentes según adoptemos uno
u otro papel.
El fraccionamiento de las posiciones, da lugar a planteamientos igualmente
parciales e individualistas, al partir de una visión fragmentada
que convierte cada solución en parte del problema. De hecho, se
presentan soluciones parciales de diverso tipo: a) preservar los derechos
de la naturaleza sin atender ni las condiciones en que l@s agricultor@s,
viven en los pueblos, trabajan y venden el producto de su trabajo, ni
las necesidades de l@s consumidor@s; b) proporcionar alimentos sanos,
biológicos, pero no cuestionar el modelo de producción y
distribución desentendiéndose, por tanto, de las condiciones
de vida de la mayor parte de las personas consumidoras y promoviendo un
nicho de mercado biológico de élite; c) soluciones que sólo
parten de las necesidades e intereses del sector agrario y profundizan
más la brecha entre población agraria y población
consumidora, agudizan las dificultades para que haya alimentos sanos y
suficientes para toda la población y tampoco garantizan la viabilidad
de las explotaciones agrarias familiares o comunitarias, del norte y del
sur; d) iniciativas de comercio justo Norte-Sur, que tienen la mejor intención
solidaria con campesinos del Sur, pero no dan cuenta de la realidad que
afecta a los campesinos del Norte, también en desaparición,
además de ignorar el principio de cercanía.
La
Soberanía alimentaria como Derecho y como política de resistencia
Reclamar la soberanía alimentaria no es una cuestión
exclusivamente campesina, sino ciudadana. No sólo porque el modelo
alimentario y sus consecuencias económicas, ecológicas y
sociales nos afecta a tod@s. También porque ejercer de forma plena
la soberanía alimentaria supone reconstruir las relaciones de intercambio
en múltiples direcciones: campo-ciudad; campesin@-consumidor/a;
autócton@-inmigrante; Norte-Sur; subsidios agrícolas-ayuda
alimentaria; generaciones futuras-pobres de hoy; medioambiente según
el Norte-agroecología según el Sur. Implica un proceso que
se origina en la conciencia de saberse parte interviniente, responsable
y solidaria, a la hora de comprar alimentos cada día.
Hay diversos planos en los que explorar el ejercicio de la soberanía
alimentaria, según enfoquemos las contradicciones norte-sur, rural-urbano,
internacional-local, producción-consumo, suficiencia-salubridad,
etc. No es suficiente demandar a los gobiernos que antepongan la soberanía
alimentaria al libre comercio. Se precisa también un cambio de
actitud ante el consumo propio, asumiendo la responsabilidad de las consecuencias
de nuestros hábitos y formas de vida. El mal llamado "subdesarrollo"
de los países del Sur es la otra cara de nuestro modelo civilizatorio
de consumo. La verdad del señor es su siervo.
Reconstruir esas relaciones supone apostar, no sólo en la teoría
sino también en la práctica, por unas relaciones basadas
en el intercambio de alimentos suficientes y nutritivos. Alimentos que
no se impongan como mercancías a las necesidades de las personas.
Desarrollar unas relaciones que no instrumentalicen a ninguna de las partes
(pimientos baratos a costa de trabajo esclavo; comida ecológica
sólo para "ricos"; tomates todo el año a costa
de escasez de agua, desertización y alto consumo energético;
oferta variada de alimentos baratos en grandes superficies, a costa de
empleos precarios en el Norte, de hambre y expulsión de sus tierras
a l@s campesin@s del Sur; subvenciones agrícolas para la exportación,
para bajar los precios, para destruir producto, a costa de la desaparición
de familias agricultoras, de la salud de tod@s, y de la erosión
y contaminación de suelos y aguas, etc.). Es necesario y urgente
que se promueva la solidaridad y la responsabilidad en todas las direcciones.
Soberanía
alimentaria, desde lo que somos y podemos
Las asociaciones/redes/grupos que en Madrid nos estamos
coordinando, llevamos años impulsando, en un terreno real, una
experiencia de economía solidaria y apoyo mutuo entre familias
rurales y urbanas, entre agricultor@s y consumidor@s ecológic@s;
apostando por la construcción de unas relaciones que se basen en
el diálogo entre las múltiples necesidades e intereses en
juego (producción, consumo y distribución a nuestra pequeña
escala) y no en la lógica del mercado.
Asaltodemata, Ecosol, Cantueso, GAKs y Redes somos proyectos distintos
que comparten preocupaciones y necesidades, cotidianas pero también
ideológicas, aunque esta sea una realidad aún por explorar.
Nuestras diferencias están:
1) en el punto de partida o en el acento -más social, más
ecológico-, 2) en la forma de organizarnos -asociación,
red de grupos o cooperativa-, 3) en la vinculación de las personas
consumidoras -reuniones más o menos periódicas, niveles
de profesionalización- etc.
Surgimos, en general, de personas preocupadas y más o menos comprometidas
en diversos ámbitos: 1)vinculadas al movimiento Antiglobalización;
2) que ya estaban haciendo consumo de comercio justo y/o ecológico
individual o colectivo; 3) de proyectos de economía social; 4)
de grupos de salud; 5) de asociaciones de vecinos. En general, a raíz
de una oferta real de familias agricultoras, ecológicas y/o artesanas,
que se plantearon en serio, iniciar una experiencia de comercialización
directa, para evitar el monopolio de las grandes cadenas distribuidoras
y comerciales.
Las distintas iniciativas hemos realizado en todos estos años,
incluso sin ser muy conscientes, una actividad asociativa/real autogestionada,
económica, social y antiglobalizadora. Boicot a los transgénicos,
a las multinacionales, a las grandes superficies con una compra que evitaba
estos productos y estos circuitos de venta. Apoyo a las pequeñas
familias agricultoras del medio rural, a la agricultura ecológica
-en un concepto más amplio, agroecología- que trabajamos
en la práctica incorporando condicionantes sociales a la hora de
seleccionar productos y contactos con productor@s, apoyando iniciativas
en transformación a ecológico, de ocupación, de trabajo
comunitario, de comercio justo, de recuperación de semillas autóctonas,
propiciando la mayor cercanía, reciclando envases, asumiendo directamente
una parte de los costes de transporte, gestionando una actividad económica
basada en el diálogo y el apoyo mutuo más que en el intercambio
de equivalentes. Hemos ido elaborando con nuestra práctica, criterios
ecológicos y sociales de selección y apoyo de productores
y productos: proximidad, productos de temporada, relaciones laborales
y salariales, promover la cooperación entre productores y no la
competencia, etc. Y sobretodo hemos ido autoeducándonos colectivamente
en la consciencia del consumo "eco-lógico", adaptando
nuestro consumo no sólo a la temporada sino a lo necesario, desde
un punto de vista real, objetivo.
Es necesario resaltar que es común a todas las iniciativas el enorme
gasto de energía en el mantenimiento y la dinamización de
redes de distribución (Grupos de consumo) así como en la
solución del problema del transporte, en base a los presupuestos
anteriores. Hemos tenido que ir elaborando progresivamente, más
aún en las iniciativas más antiguas, soluciones y formas
organizativas nuevas ante los problemas o circunstancias inesperadas,
siempre en la medida de nuestras fuerzas, pero con el estímulo
de querer continuar: buscar nuevos contactos de agricultor@s que produjeran
hortalizas, frutas, ampliar la base de productos y productor@s, siempre
insuficiente si queremos una alternativa real a la cesta de la compra,
repartiéndonos el trabajo, hacernos cargo de un reparto interno
en Madrid, y buscar una solución solidaria y no de mercado de reparto
de estos costes; conjugar la fórmula más adecuada para mantener
relaciones de no competencia entre productor@s con el mismo tipo de productos.
Como elemento distintivo propio de iniciativas sociales y autogestionadas en las que el impulso y mantenimiento de lo que somos depende de nosotr@s mism@s, hemos tenido que sortear la dificultad de caída de miembros
en los proyectos y la socialización de la experiencia aprendida
y de las tareas ante las personas nuevas, respetando los ritmos y la voluntad
de implicación. Especialmente han sido críticos los momentos
de mantener actividad sin productos o con muy pocos o de baja calidad,
de mantener grupos muy pequeños y apoyarlos desde los más
grandes.
Aunque algunas de las iniciativas de consumo agroecológico nos
conocíamos, e incluso colaborábamos juntas de forma puntual,
en los últimos meses se ha creado un incipiente espacio que ha
permitido converger en esfuerzos a las distintas asociaciones/grupos/redes
de consumo agroecológico que voluntariamente nos hemos aproximado.
A pesar de las diferentes trayectorias, compartimos los mismos problemas:
ser pocas personas consumidoras y menos las más implicadas, cómo
llegar a más gente, cómo mantener el consumo, el transporte
a Madrid y la distribución aquí, cómo construimos
en lo real el concepto de agroecológico, la tensión entre
cantidad, variedad de productos y proximidad, cuál es la escala
adecuada que permita gestionar el consumo sin que los costes o los esfuerzos
humanos resulten excesivos, etc. Una cosa es crecer hasta ser arrastrados
por el tamaño y perder la identidad social y ecológica y
otra lo lejos que estamos de la dimensión mínima que permita
la supervivencia tanto de la actividad agrícola en condiciones
dignas, como de la actividad consumidora que sienta compensados sus esfuerzos,
incluyendo cómo garantizar la continuidad y fiabilidad de la distribución
mediante una remuneración suficiente y estable. Esta necesidad
y nuestra motivación por continuar nos ha impulsado en los últimos
meses, a crear un espacio común para resolver problemas concretos,
que por separado no tenían salida y cuya solución de colaboración
venía de la mano de la cooperación. Este espacio en sí
mismo, nos fortalece, y nos ha dado ánimos para buscar nuevos espacios.
Tenemos la necesidad de explicarnos porqué, frente una mayor desconfianza
en los alimentos y a una situación que muestra la contraposición
de intereses entre las personas que producen esos alimentos y las que
los consumen, no surgen, sino de forma marginal y con un montón
de dificultades, iniciativas de producción y/o consumo agroecológico
que construyan relaciones nuevas, directas, de producción y consumo
de alimentos. Porqué tienen estos proyectos que gestionar un montón
de problemas para mantenerse vivos.
Aunque existan muchas dificultades, aparentemente son comunes a los distintos
grupos/redes/asociaciones de producción y/o consumo agroecológico.
Sentimos la necesidad de fomentar espacios de cooperación y diálogo
para trascender las limitaciones que tenemos. Hemos experimentado en estos meses que llevamos cooperando que la formulación de los mismos
problemas no es la solución pero sí la condición
para buscar alternativas para resolverlos.
Esta problemática hace que nos hayamos cuestionado, desde las distintas iniciativas, que tenemos que explorar el desarrollo de esta cooperación en diversos planos:
1) fortaleciendo el apoyo mutuo, la compra y distribución en común,
compartir contactos con proveedores; 2) debatiendo sobre las dificultades que tenemos y las formas de solución; 3) buscando otros objetivos
comunes posibles: sensibilización, crecimiento, aportación
de contenidos de agroecología y consumo a los movimientos sociales, etc.
Algunos de los problemas guardan una tensión interna:
1) sensibilización. A qué gentes llegar evitando que se
perciba solamente como una forma de comprar más barato productos
ecológicos; 2) el crecimiento constante se convierte, a veces,
en la única forma de neutralizar la caída de personas, tanto durante el invierno, como en momentos de crisis de productos; 3) Escaso
número de personas que se hacen cargo de aspectos de coordinación
con visión de la totalidad, hace difícil ampliar el número
de productores y productos, lo que reduciría los esfuerzos excesivos;
4) circulo contradictorio producción-distribución-consumo:
necesitamos una producción suficiente en cantidad, calidad y diversidad
para que no sean excesivos los costes de transporte, ni los esfuerzos
humanos. Eso permitiría ampliar el número de personas consumidoras.
Para ello precisamos una distribución más estable de la
que hemos tenido hasta ahora; 5) ¿cuál es la apuesta mínima
colectiva, para que los esfuerzos de años no se pierdan si se cansan
las/los que más involucrados están?
Somos conscientes que el camino que hemos comenzado en Madrid también
se está haciendo en otros territorios, e incluso con un recorrido
mayor. Es importante, el conocimiento mutuo de todos estos esfuerzos.
Conclusión
Es necesario reconstruir las relaciones económicas
entre las personas. Desde el convencimiento de esta necesidad y desde
la apuesta colectiva y organizada por un consumo responsable y comprometido
con las necesidades de las personas consumidoras y agricultoras, respetuoso
con los ciclos ecológicos y las generaciones futuras, pueden armarse
soluciones diversas que tengan en cuenta a todas las partes, incluida
la distribución. Personas agricultoras queriendo establecer un
vínculo con consumidor@s que quieran ver algo más que el
producto y el precio. Esa apuesta se lleva haciendo bastante tiempo desde
muchos proyectos económicos alternativos. Pero precisa la vocación
de transcrecerse de los propios límites que marca el necesario
esfuerzo militante y la "identidad propia" para, por un lado,
asegurar unas condiciones de viabilidad más allá de un consumo
de apuesta política testimonial, y por otro, mostrar a sectores
crecientes de la sociedad que "otra forma de alimentarse es posible".
El conocimiento, la actitud y la responsabilidad ante la compra de alimentos
es un acto político, de soberanía alimentaria, tal y como
hemos expresado antes. Educar para alimentarse con dignidad y de forma
saludable, teniendo en cuenta las consecuencias de nuestra elección,
es una tarea necesaria hoy más que nunca. Nosotras, como personas
involucradas en asociaciones/redes/cooperativas de consumo agroecológico,
consideramos que esta es una aportación real y concreta que podemos compartir con otras personas preocupadas y que se esfuerzan, desde otras dimensiones de lo social (inmigración, salud, educación,
feminismo, sindicalismo, entre otras), por construir un mundo más
humano y sostenible hacia el futuro. De la mano de ese empeño,
pretendemos desarrollar un espacio común de cooperación
entre proyectos de agroecología y consumo, para transcrecer nuestros límites y, si es posible, ayudarnos a resolver algunos de los problemas que tenemos, vinculados en general a nuestra pequeña escala y al esfuerzo enorme que hay que hacer para que estos proyectos de economía social continúen andando.
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