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Panamá

Cumbres Borrascosas

Ricardo Stevens (25 de Abril de 2001)

Lo trascendente en la semana que concluyó, para todo el continente y también para los panameños, fue la cumbre de Quebec.

Hay cumbres buenas, y las hay que son, como el título de la celebrada obra de la autora Emily Brontë, "Cumbres Borrascosas".

La de la niñez y la adolescencia, realizada en Panamá, en noviembre pasado, fue de las buenas. Las que se hacen para la protección del medio ambiente son buenas también. Pero hay otras de las que se puede decir todo lo contrario.

La cumbre de Quebec, realizada en Canadá, no fue de las buenas; así pienso, y, por lo que leo de las noticias, así piensan muchas personas desde muy distintas perspectivas. La adversaron abiertamente los más de treinta mil que protestaron en la ciudad de la cumbre, los que se enfrentaron a palos y pedradas a la policía montada canadiense, las abuelas que también hicieron de su presencia un acto de protesta. Y muchos que miran a la cumbre con alguna simpatía, tienen serias y abiertas objeciones: así lo expresaron los presidentes del Brasil y de Venezuela; y la presidenta de nuestro país, Mireya Moscoso, fue muy acertada con algunas observaciones.
La cumbre de Quebec tiene como principal objetivo la integración económica de todas las Américas, lo que sucederá bajo la regencia incuestionable de los intereses particulares de las empresas de los Estados Unidos; porque como dijera el Canciller norteamericano John Foster Dulles en 1956, "Estados Unidos no tiene amigos, sino intereses".

El proyecto de Area de libre Comercio de las Américas pretende incorporar a toda la América, la continental (norte, centro y sur), y a la insular (las Antillas mayores y las menores), incluyendo a las islas y territorios bajo la influencia europea, como Jamaica, Martinica, Belice, pero excomulga decididamente a la República de Cuba.

La política aislacionista de 42 años de los Estados Unidos frente a Cuba, todavía se reproduce a pesar de su rotundo fracaso, y en ello se sigue empujando al resto de los gobiernos del continente, tratando nuevamente de imponer modelos democráticos a otros; y eso se hace por la condición hegemónica de los Estados Unidos; no porque la democracia la entendamos todos de la misma manera, ni porque ellos sean precisamente el modelo democrático a seguir.

¿Para qué latinoamericano es democrático, como nosotros entendemos y queremos la democracia de los votos, que sea presidente de los Estados Unidos quien haya logrado menos votos que su adversario?.

¿Qué tiene de la transparente? ¿Qué pensamos cuando se nos dice que no se han contado todos los votos y que una Corte, integrada substancialmente por designados republicanos, forzó la supuesta victoria de otro republicano, al margen del conteo de votos, como sucedió en el Estado de Florida en noviembre recién pasado? ¿Qué pensamos cundo sabemos que esa falta de conteo de votos sucedió justamente donde el gobernador no fue otro sino el hermano del favorecido con la falta de conteo?

No pensamos que eso haya sido democrático, pero no se nos ocurre promover la expulsión de los Estados Unidos de ningún foro ni la intervención en sus asuntos y menos invadirlos. Creemos firmemente en el derecho de autodeterminación de todos los pueblos, incluso el derecho del pueblo de los Estados Unidos. Pero igualmente no creemos que los Estados Unidos sea ese patrón impoluto de democracia ni tiene la autoridad de calificar a los otros en esta u otras materias, menos cuando las dictaduras, todas, en la historia de este continente contaron en uno u otro momento con el beneplácito o el financiamiento norteamericano.

Por otro lado, la integración económica del continente no busca otra cosa sino fortalecer y expandir a la economía norteamericana, en el mismo sentido que desde 1823 con la doctrina Monroe, porque los Estados Unidos consideran su traspatio al resto de América, para enfrentar, ahora, a los bloques de la Unión Económica Europea, por un lado, y la asiática por el otro.
Este esfuerzo es otro, no para abrir nuestras fronteras, sino para romperlas, derribarlas todas en todos nuestros países subdesarrollados en el continente, sin importar las consecuencias, para que los bienes y servicios producidos en Estados Unidos puedan inundarnos sin controles, en menoscabo de nuestras economías domésticas, lo que sucede en una relación desigual y ruinosa para nuestros pueblos.

En su discurso la presidenta Moscoso advirtió atinadamente que los países convocados a la cumbre se enfrentan "a enormes desigualdades sociales y alarmantes niveles de pobreza", y esta realidad no es solamente debida a las formas de acumulación migajera de las administraciones subordinadas y rastreras que han habido y existen en nuestras repúblicas, sino también, y muy preponderantemente, por la voracidad rapaz del capital estadounidense.

La liberalización de las relaciones de intercambio y de apertura, que impulsa esta Tercera Cumbre de las Américas, no ha significado otra cosa que la devastación de los recursos naturales de nuestros países, la privatización de bienes y servicios estratégicos para nuestras sociedades y sus poblaciones más empobrecidas, y un ataque agresivo e inmisericorde contra nuestros trabajadores y trabajadoras y el valor de su mano de obra, con despidos y salarios de hambre.
El caso de Panamá es a voces elocuente. Los servicios de electricidad, y de comunicación, los puertos en manos de capital extranjero, que pagan salarios míseros y se llevan riquezas aquí generadas. La liberalización no ha revertido ni equilibrado el intercambio desigual que tiene Panamá siquiera con nuestros vecinos de Centro América.

La presidente de la República, Mireya Moscoso en su intervención en la Tercera Cumbre, en lo que fue una postura decente, enfatizó que el libre comercio "necesita tener una cara más humana que la del neoliberalismo desenfrenado", que la democracia no era únicamente palabras hueras, que "una verdadera democracia debe garantizar la justicia, el respeto a la libertad de expresión, la transparencia, equidad y la seguridad".

El presidente del Brasil expresó sus reticencias al denunciar el proteccionismo de las cuotas, los subsidios y el "dumping", practicados por los Estados Unidos.

Ojo con las cumbres, algunas son borrascosas.