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Oriente Próximo



Israel ocupa los territorios palestinos
"Los israelíes me usaron como escudo humano".
Los habitantes del campo de refugiados de Jenín detenidos denuncian haber sufrido malos tratos


Angeles Espinosa, enviada especial de "El País"
(Rumane, Jenín. 10 de Abril de 2002)


'Me obligaron a llamar a una casa y cuando abrieron vi que sólo había civiles, mujeres y niños; se lo dije, pero dio igual: los soldados entraron disparando'.

Jaled Ehskeirat acaba de recuperar la libertad tras el horror vivido en el campo de refugiados de Yenín, al norte de Cisjordania. Yace boca abajo en la cama, con dos costillas rotas y el cuerpo magullado a culatazos. Los militares israelíes acaban de ponerle en libertad con la condición de que no vuelva al campo de refugiados.

En Yenín, una ciudad de 40.000 habitantes, continuaba anoche una batalla desigual y brutal entre los soldados israelíes y la resistencia palestina. El Ejército reconoció haber perdido a 13 soldados. Las bajas palestinas superaban el centenar.
El asalto final había empezado el día anterior. Altavoz en mano, los militares conminaron a los 15.000 residentes del campamento de refugiados de Yenín a abandonar sus casas. Se abría la veda del palestino armado.

Un millar de personas, entre mujeres y niños, se concentraron en el centro del campo y les fue permitida la salida. Sitiados desde hace una semana, sin agua ni electricidad, los milicianos palestinos sabían que no tenían posibilidades de salir con vida. Llenaron de trampas explosivas el perímetro de la zona donde todavía resistían. En una de ellas cayeron los soldados israelíes ayer por la mañana.

'Trece soldados han muerto al estallarles una trampa explosiva en un callejón', reconocía a media tarde un portavoz del Ejército israelí después de varias horas de censura militar. Otros siete militares resultaron heridos por los disparos de los milicianos palestinos cuando intentaban recuperar los cuerpos de sus compañeros. Todos ellos eran reservistas. 'Hemos sufrido tantas bajas porque hemos querido evitar daños a la población civil, pero ya no nos vamos a andar con delicadezas', admitió una fuente israelí.

Durante la mañana los israelíes pidieron a Cruz Roja Internacional que negociara una tregua para poder evacuar a sus hombres. 'El alto el fuego está en la mesa de Arafat y nosotros somos soldados disciplinados', respondieron los milicianos palestinos.

'¿Cómo se atreven a pedir una tregua cuando ni siquiera nos dejan sacar las ambulancias?', se preguntaba el doctor Mohamed Abu Gali, director del hospital general de Yenín, en una conversación telefónica con EL PAÍS. 'Esta misma mañana han detenido a cien metros de aquí a un coche de la Cruz Roja que nos traía medicinas; hoy ni siquiera tenemos ya comida', añadía Abu Gali bloqueado en el hospital desde hace una semana con un centenar de personas entre personal médico y pacientes.

'Va a ser nuestra Masada', advirtieron los palestinos en referencia a la heroica resistencia de los celotas frente al asedio de los romanos entre los años 70 y 74 de nuestra era. Los ultraortodoxos prefirieron el suicidio colectivo antes que la rendición.

Los milicianos palestinos estaban dispuestos a morir matando. Los helicópteros Apache israelíes no dejaban de cruzar el cielo ante la mirada preocupada de los 3.000 habitantes de Rumane, totalmente movilizados para atender a los 400 palestinos recién liberados por los israelíes en la vecina base militar de Salem. Yenín está a una decena de kilómetros en línea recta.

Eskeirat residía en la parte oriental del campo de refugiados. 'Destruyeron toda la zona con excavadoras para abrirse camino',
relata a EL PAÍS con la voz quebrada. Con anterioridad les habían bombardeado. 'No nos quedó más remedio que salir de las casas. Fue entonces cuando nos hicieron prisioneros', explica ante el asentimiento de la media docena de hombres con los que comparte la habitación prestada por un vecino de Rumane. 'Al menos mataron a 35 civiles sólo en los alrededores', asegura.

Registros domiciliarios

Era el viernes día 5 y los israelíes habían llegado el miércoles al campamento. El infierno de Eskeirat se inició horas antes de su detención. Su hermano y él fueron forzados por los soldados a acompañarles en sus registros domiciliarios. 'Nos usaron de escudos humanos', asegura con los ojos aún llorosos. Su cuerpo muestra las marcas de haberse resistido. 'Tiene la cuarta y la quinta costillas rotas', asegura un doctor que ha hecho las primeras curas. Esta informadora vio las magulladuras de su espalda y la huella de un cigarrillo en el cuello, justo debajo de la nuca.

'Nos vendaron los ojos y nos maniataron', añade Mohamed Ehbarie tomando el relevo de Eskeirat que está exhausto. Al unísono todos los presentes muestran las muñecas melladas. 'Durante cinco días hemos estado detenidos sin atención médica, sin apenas agua y comida, y durmiendo a la intemperie en el patio del cuartel, sin ropa', cuenta aún aterrorizado. Se hace un silencio y Ehbarie recupera fuerzas. 'Es la lucha por nuestra tierra no podrán acabar con nosotros', concluye.