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Nicaragua

22 Aniversario del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista

Boletín Sandinista (Barcelona-Managua, Julio de 2001)

El 19 de julio de 1979 marcó para Nicaragua, Latinoamérica y el mundo entero un hito en la historia contemporánea. Tras 45 años de dictadura somocista impuesta y apoyada por las viejas oligarquías nacionales libero-conservadoras y las políticas imperialistas de los Estados Unidos en sus diferentes formas, se abre un nuevo frente anti-imperialista y revolucionario en el continente americano. En medio de un sombrío panorama de dictaduras y derrotas del movimiento popular en Latinoamérica, aunque precedido por el triunfo de la revolu-ción vietnamita en 1975, triunfa contra todos los pronósticos de los analistas la revolución sandinista. Un nuevo éxito armado del movimiento revolucionario se daba en el continente, veinte años después del triunfo de la revolución cubana del 1 de enero de 1959. Precedido por la lucha anti-imperialista de Augusto César Sandino entre 1926-1933 contra la ocupación norteamericana, el proceso revolucionario vanguardizado por el Frente Sandinista de Liberación Nacional logra una victoria militar al combinar levantamientos insurreccionales populares con columnas guerrilleras en toda la geografía nacional y crear un amplio espectro de fuerzas de apoyo gracias a una política de alianzas flexible.

El FSLN llegó al poder con una gran legitimidad internacional, avalado por la Internacional Socialista y con un apoyo logístico y de armas de gobiernos socialdemócratas de la región. Y por supuesto, de Cuba, que jugó un papel destacado tanto logístico como en la preparación militar de sandinistas y de combatientes internacionalistas de América Latina que formaron la Brigadas Inter-nacionales de Apoyo a Nicaragua. La victoria del FSLN sirvió de oxígeno a la izquierda perseguida del sur y dio un nuevo ímpetu a la lucha guerrillera en El Salvador y Guatemala y provocó profundas simpatías en amplios sectores progresistas a nivel mundial. En ella se veían plasmada la combinación de pluralismo ideológico y político, economía mixta, elecciones con multipartidismo y una política exterior de no alineamiento -aspectos todos, mucho más cercanos a las realidades y posibilidades concretas de los países continentales que el modelo cubano-. Tras el triunfo sandinista y con unas fuerzas económicas incipientemente engendradas durante el siglo XIX y con un capitalismo dependiente y bajo los efectos perturbadores de la presencia norteamericana, el FSLN comienza a llevar cabo un cambio de las estructuras socio-económicas y de la forma de estado.

Se comienza una exitosa batalla contra la pobreza al poner en marcha el Plan de Emergencia y Reactivación Económica, al expropiar las tierras y los bienes de los somocistas, al subir los salarios, al bajar los arriendos, al extender de forma gratuita la educación y la salud y, al realizar una gran campaña de alfabetización. Durante más de una década en el poder (1979-1990) el FSLN logró en la agricultura el mayor logro y garantía de democracia política y la base para la búsqueda de un proyecto alternativo: la transformación de la estructura económica nacional a través de la reforma agraria -más de 200 000 familias campesinas se vieron beneficiadas con la entrega de 4 millones de manzanas de tierras-. Durante los primeros ocho años del FSLN en el poder, la política económica estuvo marcada por una regularización centralizada de la economía y por un control basado en la administración de los precios y recur-sos, con el objetivo de garantizar las necesidades populares y responder a la política de alianzas con los productores. Este proceso que logró concitar un gran apoyo popular y un consenso nacional en torno a las medidas antisomo-cistas y antiimperialistas de los primeros años, pudo materializarse gracias a los préstamos internacionales y a un subsidio interno generalizado. Pero al mismo tiempo produjo un descenso de los precios, un proceso inflacionario galopante, un descenso de la producción y de la productividad y una informalización del mercado.

También durante este periodo, con los republicanos Ronald Reagan y George Bush en el poder, y en el contexto de confrontación este - oeste y bajo el pre-texto de salvaguardar la seguridad nacional, los EEUU llevaron a cabo una guerra encubierta de baja intensidad dirigida por la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado. En la práctica la agresión imperialista comportaba medidas agresivas en lo económico, lo político y lo militar: congelación de créditos y bloqueo económico, entrenamiento de exguardias somocistas, operaciones contrarrevolucionarias disuasivas desde Honduras y Costa Rica, amenazas de invasión, bloqueo marítimo y sabotajes.

A finales de la década de los ochenta, la revolución sandinista apenas se sostenía por los sobreesfuerzos de quienes la apoyaban internamente y particu-larmente, por la cooperación externa del bloque socialista y, con la ayuda de la Unión Soviética reducida casi exclusivamente al abastecimiento militar. Con una economía atrapada en una espiral de inflación-devaluación-inflación; en medio de negociaciones para acabar con la guerra, que además de los costos en vidas humanas y desgaste socio-económicos produce un creciente rechazo en la población; del azote de un huracán que arrasa con ciudades y poblados de la Costa Atlántica; y con el descenso significativo de la ayuda internacional y giro hacia la derecha de los principales aliados Europeos Occidentales, la dirección sandinista pone en marcha en febrero de 1988 una serie de medidas económicas de corte antipopular.

Se devalúa la moneda, se restringen los subsidios y se liberan los precios y los mercados. Medidas éstas que afectaron seriamente el nivel del vida del pueblo y que tampoco lograron detener el proceso inflacionario. En 1989, con el objeti-vo de corregir la distorsión de los precios y frenar la inflación y estimular las exportaciones, el FSLN decide profundizar en las reformas antipopulares reduciendo aún más los gastos sociales, reteniendo los salarios por debajo del índi-ce inflacionario, creando empresas mixtas y llegando a acuerdos económicos con la burguesía. A pesar de que se logra controlar el proceso inflacionario, las medidas tienen unas repercusiones en el estado de ánimo de la gente, crece el descontento, el desentusiasmo y la desmovilización.

Desgastado por sus propios errores y limitaciones interna, y por la guerra con-trarrevolucionaria dirigida por los Estados Unidos, el FSLN pierde el gobierno en 1990 por la vía electoral, aprestándose a sobrevivir en un contexto internacional completamente desfavorable. Con el desvanecimiento del socialismo estatista, el modelo revolucionario de antaño sufre su principal derrota y con ella arría sus principales banderas: la lucha armada como método para la toma del poder, la alianza obrero-campesina como motor fundamental del proyecto alternativo, la colectivización, la planificación estatal del mercado y la administración de la lucha de clases por parte del aparato político. Huérfana ideológicamente y habiendo perdido el gobierno, la revolución sandinista se aboca a buscar una nueva identidad y una nueva estrategia que le permita sobrevivir y viabilizarse en las nuevas circunstancias.

Sin embargo, a pesar de perder el poder en 1990, el armisticio post-bélico se logra con un balance positivo para el FSLN, sobre todo si lo comparamos con la situación del resto de movimientos post-revolucionario. Un expediente democrático sin precedentes: entrega del gobierno por la vía electoral; unas fuerzas armadas sin vocación represivas, ni de golpes de estado y sometidas al poder civil; un espacio parlamentario significativo (39% de diputados en el parlamento); recursos económicos y medios de comunicación en manos del partido (radios, periódicos, revistas, canal de TV); miles de cuadros profesionales y artistas ubicados en todos los espacios de la política, la cultura, la economía y resto de la sociedad; un tendido partidario territorial muy consistente y organizado, y sobre todo, una inmensa cantera de cuadros y dirigentes políticos populares presentes en todos los sectores sociales (mujeres, universidades, jóvenes, iglesias, centros escolares y de investigación, gremios, sindicatos, etc.) con una capacidad de auto-reproducción y sostenimiento propio.