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No a la guerra

LA SENSATEZ EN TIEMPO DE GUERRA
4 opiniones recopiladas por Serpal (15 de Septiembre de 2001)


Después de la tragedia... se prepara otra tragedia

Redacción de SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa.

Algunos indicios de las últimas horas revelan la creciente gravedad de una situación imprevisible. Todo parece indicar que después de la tragedia...se prepara otra tragedia. Eso refuerza la necesidad de analizar lo que sucede por la seria implicación que tiene y tendrá en el futuro de cada uno de nosotros.

Trataremos de resumirlos:


> El Congreso norteamericano dió luz verde para que el presidente Bush pueda usar "toda la fuerza necesaria" en una eventual represalia.
En el Senado, el voto fue por unanimidad de todos los legisladores.
También autorizó destinar 40 mil millones de dólares para gastos militares excepcionales. La virtual "declaración de guerra" autorizada por el Congreso, no tiene un destinatario preciso e individualizado. Eso agrega un elemento más de inquietante incertidumbre en todo el mundo.

> Bush considera que es una situación "de guerra" y que él "liderará al mundo hacia la victoria". Dijo que dió instrucciones al Pentágono para que organice "una lucha monumental del bien contra el mal".

> Diversos actos vandálicos y amenazas angustian a la comunidad islámica en Estados Unidos. Se han producido cientos de ataques contra mezquitas, escuelas y negocios musulmanes. Trabajadores de ese origen, taxistas, empleados de limpieza, o camareros temen salir a la calle o a cumplir sus actividades. Aunque en menor medida estos hechos también se repiten en países europeos.

> En las últimas 24 horas se han producido noticias alarmistas que luego fueron desmentidas. Entre ellas, la presunta detención de ciudadanos de origen árabe en Nueva York, "cuando ya estaban a bordo de un avión que pensaban secuestrar".
Curiosamente, las difundieron medios y agencias importantes. El propio alcalde Giuliani, pidió en Nueva York un mayor rigor a los medios y evitar la propagación de noticias falsas que pueden tener otras consecuencias.

> Fuentes europeas difundieron que los grandes servidores de Internet, que por presión de los usuarios habían resistido hasta ahora introducir elementos que permitieran "espiar" impunemente los correos y contenidos de Internet, han resuelto "abrirse" al "Carnivore", programa informático del F.B.I. norteamericano. Señalaban en esa actitud a las empresas Earthlink y American On Line.
Por otra parte, indicaron que Hotmail, una de las mas importantes servidoras de correos electrónicos en en mundo, se comprometió a facilitar a los servicios de inteligencia, todas las copias de correos cursados en árabe en los últimos meses, para que se puedan localizar "pistas" sobre los terroristas.

> Estados Unidos anunció la convocatoria de 35.000 reservistas.

> Los sectores islámicos más radicalizados, hicieron un llamamiento para que todos los musulmanes, estén en la parte del mundo que estén, "den una respuesta" si se producen los anunciados ataques.
La Autoridad Palestina ( Arafat) y otros líderes del mundo árabe han realizado exhortaciones a la calma y a evitar nuevas situaciones irreparables.

El mundo ya era inseguro

Mario Wainfeld (fragmento)

La inseguridad no brotó con la violencia del rayo, el martes en un luminoso día neoyorquino. El lunes, digamos a la noche, horas antes de los atentados, el mundo era un lugar muy inseguro.

Una proporción altísima de sus habitantes estaba sumido en insoportables niveles de pobreza. Muchos otros, en el techo del mundo o en sus suburbios, tenían trabajos precarizados e ignoraban si los mantendría en los próximos días o meses. La marginación creciente recibía como principal respuesta la represión o el aislamiento.

La fragmentación social era cruel ese lunes. En muchas sociedades, nacer pobre era una condena de por vida, algo semejante a integrar una casta de la que no parecía poderse zafar ni aun luchando. "La sociedad liberal contiene en sí misma el ghetto. La sociedad de clases llevaba en su seno el conflicto, la desigualdad... no el ghetto. Eramos una sociedad de discriminación –describe Alain Touraine–, nos convertimos en una de segregación." Ghettos en las ciudades, en las naciones. Casi un continente entero (Africa) sobraba, estorbaba en la aldea global.

La desregulación, orientada sólo en función de la ganancia empresaria, había arrojado a millones de personas a la desocupación, a la anomia, a no saber ni siquiera qué desear. En ese mundo del lunes, escribió uno de sus mejores historiadores, Eric Howbsbawn "el pasado ha perdido su función, incluido el pasado en el presente... los viejos mapas que guiaban a los seres humanos individual y colectivamente por el trayecto de la vida ya no reproducen el paisaje por el que nos desplazamos y el océano en que navegamos. Un mundo en el que no sólo no sabemos adónde nos dirigimos sino tampoco adónde debemos dirigirnos".

El eficientismo capitalista desbarató las naciones, la fábrica, los sindicatos y las familias (medios de cooperación que la humanidad fue urdiendo en su devenir) dejando a miríadas de gente común sin rutinas, sin memorias, sin elementos que les permitieran imaginar y garantizar su autoperpetuación.
Una ideología banal pero potente había definido al móvil de lucro como único motor indisputable de las conductas humanas. Su desarrollo sin cortapisas, se dictaminó, era la mano invisible que armonizaba todos los intereses. Subordinados a él se mancillaron las conquistas sociales, los objetivos de igualdad, el medio ambiente.

En todos los tiempos hubo ricos y pobres y en todos riquezas afrentosas. Pero, tal vez, nunca como en el mundo que se acostó a dormir el lunes la riqueza fue identificada con la virtud. Si todas las culturas populares, los cuentos de hadas, el cine neorrealista, los mensajes de Cristo identificaron a los ricos con la avaricia, la mezquindad y hasta la torpeza, los albores del siglo XXI hicieron confluir los vicios privados con la virtud pública. Los ricos eran, en el imaginario dominante en la noche del lunes, seres admirables. La "revolución conservadora" (expresión que es una de las tantas contradicciones en los términos que se habían transformado en sabiduría) liberó de toda culpa (aun de las que contienen los evangelios) a los ricos y estigmatizó al pobre como "culpable" de su condición.

Tan ennoblecidos estaban los ricos que gravar con impuestos sus bienes era visto como pecado en ciertos confines del orbe e investigar sus chanchullos, así fueran algunos tan perversos como el lavado de dinero, seriamente desaconsejado por los gobiernos de acá y acullá. Tan invulnerable era el móvil de lucro que una crasa ideología repetida banalmente por muchos comunicadores se permitía día a día estigmatizar hasta el hartazgo a los dirigentes políticos pero –a diferencia de los bufones, de los juglares, de los trovadores, de losfolcloristas, de los costumbristas de todos los tiempos precedentes– dejaban intactos de críticas a los más pudientes.

Era un mundo inseguro, con un presente asfixiante, un futuro improbable, trabajos transitorios muy mal pagos en el que la "tolerancia cero" sólo regía para los delitos cometidos por las clases más sojuzgadas.

El individualismo y el consumismo eran las vigas maestras de un orden mundial, aun para aquellos que no podían garantizarse un mínimo acceso a lo imprescindible. Los flujos financieros habían abolido las fronteras para desplazarse. Los límites, los cupos, las aduanas, subsistían sólo para la especie humana, en especial para su tramo más sojuzgado.

Ese mundo de incertezas, de miedos, de injusticias, que nadie bien nacido puede identificar con el "bien", anocheció el lunes.

Ahora EE.UU. hará lo mismo

Noam Chomsky

Los ataques terroristas fueron atrocidades de enorme importancia. En escala, pueden no alcanzar el nivel de muchas otras, por ejemplo, el bombardeo de Sudán por Clinton sin un pretexto creíble, destruyendo la mitad de sus abastecimientos farmacéuticos y matando un número indeterminado de gente (nadie sabe cuánta, porque Estados Unidos bloqueó una investigación en la ONU y a nadie le interesa continuarla). Para no hablar de casos mucho peores, que fácilmente vienen a la mente. Pero que éste fue un crimen horrendo no cabe ninguna duda. Sus víctimas principales, como de costumbre, eran trabajadores: porteros, secretarios, bomberos, etc. Es probable que pruebe ser un golpe aplastante para los palestinos y otra gente pobre y oprimida.

Los hechos revelan, dramáticamente, la tontería del proyecto "defensa antimisiles". Como fue obvio todo el tiempo, y señalado repetidamente por analistas estratégicos, si alguien quiere causar un inmenso daño en Estados Unidos, incluyendo armas de destrucción masiva, es improbable que lance un ataque con misiles, porque así garantizaría su inmediata destrucción. Existen innumerables formas más fáciles, que básicamente no se pueden detener. Pero los hechos de hoy, muy probablemente, serán explotados para aumentar la presión para desarrollar esos sistemas y ponerlos en su lugar. "Defensa" en una delgada cobertura para planes de militarización del espacio, y, con buenas relaciones públicas, hasta los argumentos más débiles tendrán algún peso entre el público asustado.

Resumiendo, el crimen es un regalo para la derecha dura y patriotera, para aquellos que esperan utilizar la fuerza para controlar su soberanía. Dejando de lado las probables acciones de Estados Unidos que gatillarán: posiblemente más ataques como éste o peores. El futuro parece aún más siniestro de lo que parecía ser antes de estas atrocidades.

En cuanto a cómo reaccionar, tenemos una elección. Podemos expresar un justificado horror. O podemos tratar de entender lo que llevó a estos crímenes, lo que significa hacer un esfuerzo por meternos en la mente de los probables perpetradores. Si elegimos el último camino, me parece que no podemos hacer nada mejor que escuchar las palabras de Robert Fisk. Describiendo "La maldad y la atroz crueldad de un pueblo humillado y aplastado", él sostiene que "ésta no es la guerra de democracia versus terror, como al mundo se le va a pedir que crea en los próximos días. Es también sobre los misiles norteamericanos incrustándose en los hogares palestinos y sobre la milicia libanesa pagada y uniformada por los aliados israelíes, acuchillando y violando y asesinado a medida que pasaban por los campos de refugiados". Y mucho más. Nuevamente, tenemos una opción: podemos tratar de comprender o negarnos a hacerlo, contribuyendo así a que lo que viene por delante sea mucho peor de lo que creíamos.

La guerra es terrorismo institucionalizado

Atilio A. Boron

Los atentados terroristas perpetrados en Nueva York y Washington son absolutamente injustificables. Mucho menos desde una tradición ideológica como la socialista. Una metodología criminal donde miles de inocentes -muchas, víctimas del imperialismo– fueron sacrificados sin compasión repugna profundamente nuestra conciencia y nuestros valores fundamentales. Dicho esto, debemos hacer un esfuerzo para comprender lo que ha ocurrido, y lo que vendrá.

Esta preocupación es tanto más importante cuanto desde pocas horas, luego de la tragedia, hemos sido abrumados por las declaraciones de un enjambre de buenas almas democráticas y humanitarias, lideradas por la de un personaje tan siniestro como Henry Kissinger, expresando su santa indignación ante lo acontecido y exigiendo, en consonancia con los deseos de la Casa Blanca, un castigo ejemplar para los ignotos terroristas. El mensaje de los publicistas imperiales es claro y transparente: vivíamos en un mundo bondadoso y justo que unos fanáticos criminales vinieron a ensangrentar con su violencia asesina. Ante el hollywoodesco maniqueísmo de este razonamiento conviene recordar algunas cosas.

Recordar, por ejemplo, que el famoso "Nuevo Orden Mundial" inaugurado por George Bush padre se edificó sobre los escombros de Bagdad y los cadáveres de 300.000 civiles iraquíes. Su predecesor Ronald Reagan había ocasionado 30.000 víctimas organizando, armando y financiando con la complicidad de la mafia del narcotráfico la campaña de los "contras" nicaragüenses. Miles más habrían de morir en los años noventa gracias a los bombardeos "humanitarios y daños colaterales" de Bill Clinton en la ex-Yugoslavia, para no hablar de los 210.000 habitantes de Hiroshima y Nagasaki que perecieron calcinados por dos bombas atómicas arrojadas con inigualable malevosía por Harry Truman. Sin entrar a contabilizar la tremenda responsabilidad del gobierno de los Estados Unidos en los 30.000 desaparecidos de la Argentina, el bombardeo indiscriminado sobre barrios marginales de Panamá para detener al "narco-gobernante" Noriega, el genocidio practicado en Vietnam o los misiles disparados contra los campamentos de refugiados palestinos.

Ningún crimen justifica la comisión de otro. La novedad de la semana pasada no es la ominosa aparición de la muerte en un beatífico escenario de vida sino que aquélla haya aparecido, por vez primera a esa escala, en el interior de los Estados Unidos. En un sistema internacional que chorrea sangre de la cabeza a los pies lo novedoso es que ahora el terror también alcanza al centro del imperio. Los Estados Unidos llevan más de medio siglo sembrando destrucción y muerte: imponiendo salvajes tiranías –como las de Hussein en Irak y los talibanes en Afganistán, o la de Suharto en Indonesia, previa masacre de 500.000 personas– cuando convenía a sus intereses imperiales; o derribando democracias como hicieron con el Chile de Salvador Allende exactamente 28 años antes del martes pasado. Los energúmenos que hoy gritan "¡Guerra!" fingen ignorar todo esto. En su impudicia pretenden hacernos creer que hay dos violencias: una maligna, cuando la sufre Estados Unidos, y otra virtuosa, cuando es éste quien la descarga sobre otros pueblos. Si las víctimas son norteamericanas hay terrorismo; en los demás casos se trata de misiones humanitarias.

Es preciso ser intransigentes en el rechazo a la falsa disyuntiva que nos proponen los "bienpensantes" del capital: "guerra o terrorismo", y que nos impide comprender que la primera no es otra cosa que la "legalización" del segundo, que la guerra es terrorismo institucionalizado. ¿O alguien puede creer que cuando caían las bombas sobre Hiroshima o Bagdad sus habitantes no estaban aterrorizados? La verdadera alternativa entonces es "guerra o paz". La agresión sufrida por el pueblo norteamericano de ninguna manera le confiere a su gobierno un lúgubre "derecho a la represalia", que en caso de ser ejercido potenciaría hasta límites impensables la violencia en el mundo. Sería bueno que nuestros gobernantes tomaran nota de estas circunstancias y trataran de poner una nota de sensatez ante tanta locura.