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Guatemala

   

El combate a la impunidad empieza en casa

Eleonora Muralles, guatemalteca, arquitecta e integrante de Familiares y Amigos contra la Delincuencia y el Secuestro - FADS (10 de Febrero de 2002)

La solución de todos los conflictos en Guatemala debe partir de una premisa colectiva: es necesario que todas y todos tengamos la convicción de participar activamente. Se hace imperativo cambiar radicalmente de actitud para participar, denunciar, aportar, proponer soluciones en todos los ámbitos y principalmente para evolucionar hacia una sociedad solidaria donde los demás también importen.

Cada persona debe aportar lo suyo para que desaparezcan los problemas que nos afectan gravemente. Más importante aún es unir esfuerzos para combatir la impunidad y la corrupción y así fortalecer la construcción de la Paz.

Impunidad es una palabra que encierra mucho dolor y coraje; la mayoría de familias guatemaltecas hemos vivido más de algún evento que ha quedado en sus dominios porque la esperanza de encontrar respuestas o apoyo en las dependencias de gobierno es casi, por no decir completamente, nula. Así, la lucha por encontrar justicia -una palabra etérea y casi utópica en nuestro país- se ha hecho cuesta arriba y solitaria.

Gracias a la valentía de mucha gente, esa lucha es hoy una actividad que ha sumado esfuerzos de grupos y personas que han iniciado procesos sólidos para romper con la impunidad.

Pese a que hasta ahora aún son una minoría, que sus resultados no son cuantitativamente significativos y en casos muy puntuales porque los obstáculos abundan, existen personas y organizaciones que continúan en la lucha incansable de quebrantar y extinguir el concepto absoluto de impunidad. El caso de Myrna Mack ejemplifica esta difícil travesía.

Para que este flagelo deje de existir, debemos fortalecer el Estado de Derecho, exigir que se respeten las leyes, trabajar por fortalecer las instituciones que tienen que ver con la aplicación de justicia, lograr que los cargos importantes sean ocupados por funcionarios honestos y comprometidos con Guatemala y no con un partido o sector, para que se aplique la ley sin privilegios y la justicia llegue a cada rincón del país. Todo esto será posible sólo cuando todas y todos cambiemos de actitud. En tanto exista impunidad no alcanzaremos la verdadera paz.

La corrupción también es un flagelo que aumenta cada día y actualmente ha alcanzado niveles altísimos. Lamentablemente para Guatemala, funcionarios de gobierno, trabajadores del Estado y la sociedad en general hemos contribuido a que este gigante avance y haya copado a nuestro país: unos por participar directamente en el hecho y otros por callar y hacernos de la vista gorda, lo cual nos convierte en cómplices.

A diario nos enteramos de actos de corrupción dentro de alguna institución estatal, advertencia de que se ha institucionalizado con el aval del gobierno y eso facilita que los funcionarios se vuelvan millonarios con dinero que no les pertenece.

Es entonces que la corrupción se convierte en un crimen que atenta contra los derechos humanos básicos, pues cuando el Estado deja de invertir en los renglones necesarios para lograr el desarrollo del país, se está condenando a muerte a niñas y niños, a mujeres, hombres y personas ancianas, mientras el dinero que debería destinarse a atención médica y otros servicios básicos queda en los bolsillos de unos cuantos corruptos que privan a la mayoría de una vida digna.

La corrupción contribuye a la escasez de justicia y educación, de seguridad, de todo. No podemos pasar por alto que nuevos tipos de violencia y abusos, así como estrategias denigrantes que ahogan los esfuerzos por edificar la paz, se nutren de la corrupción y la impunidad. Ese simple hecho nos obliga a unir nuestras voces y acciones a las de quienes ya se han comprometido para erradicar estos males.