Info DpT
 
Francia



Francia: Segunda Vuelta


Andalucía Libre (6 de Mayo de 2002)

Tal y como era previsible el derechista Chirac ha ganado la segunda vuelta de las elecciones a la Presidencia de la República Francesa.

Si en la primera Chirac obtuvo un 19,88%, ahora ha recibido el 82,05%. El ultraderechista Le Pen ha conseguido por su lado el 17,95% (16,94% en la primera, al que cabe sumar el 2,35% de su escindido MNR) y 500.000 votos más. La abstención ha descendido al 19,25%, nueve puntos menos que en la primera vuelta, aunque sigue siendo superior a la registrada en las elecciones presidenciales de 1974 y 1981. Los votos blancos y nulos han subido al 4,4%; dos puntos más que en la primera vuelta.

Entre ambas rondas, Francia ha vivido un ambiente de exaltación republicana y antifascista, particularmente entre la juventud, en cuyos hitos y acciones de masas la propia prensa francesa ha reconocido particular protagonismo a la izquierda revolucionaria. Han proliferado las manifestaciones contra Le Pen desde la misma noche electoral, con un 1º de Mayo particularmente masivo, combativo y militante. En todo este proceso, como era previsible y lógico, ha estado ausente la derecha que se ha parapetado tras el conocido sonsonete liberal de que "en las democracias, las cosas sólo se deciden en las urnas". Los reflejos populares antifascistas han actuado, sin embargo, produciendo una movilización sensible, que se ha traducido primero en la calle y luego en las urnas, mayoritariamente en forma de voto contra Le Pen con la papeleta Chirac.

De ahí la primera paradoja del resultado: Chirac ha pasado del peor resultado obtenido por un presidente en la primera vuelta a verse beneficiado en la segunda con un apoyo plebiscitario. El mismo Chirac ha tenido buen cuidado por intentar no verse maniatado cara al futuro por estos resultados, huyendo de cualquier vinculación a frente republicano alguno. La derecha francesa no sólo quiere ganar las próximas legislativas sino que, sobre todo, no ha querido admitir ninguna hipoteca sobre su legitimidad que le impida auspiciar o imponer con toda rotundidad en la etapa inmediata una nueva vuelta de tuerca neo-liberal; para ello cuenta destacadamente con que en el próximo quinquenio sea uno de los suyos quien ocupe el Eliseo.

La segunda paradoja es que la autoderrotada izquierda plural (PS, PCF, Verdes, PRG y MDC) responsable política y electoral del pase de Le Pen a la segunda vuelta, ha hecho lo posible y lo imposible por promover un estado de animo de angustia republicana, con el que no sólo cabalgar y aprovechar el sentimiento antifascista sino sobre todo tapar su propio fracaso. Ayudada por los principales medios (Le Monde, Liberation...) no sólo ha exagerado el peligro de una inviable victoria de Le Pen sino que ha intentado que se olvide que el incremento de Le Pen en la primera vuelta fue de sólo 300.000 votos en relación con las elecciones de 1995 y que su éxito al conseguir pasar se debió sobre todo al desastre de Jospin y a la propia dispersión de voto entre cuatro candidaturas, políticamente socias pero obligadas a competir entre si para afianzarse y medirse partidariamente. De hecho, el colapso y la vergüenza de la izquierda plural tras su hundimiento de la primera vuelta, duró bien poco y a los pocos días, sus baterías volvieron a apuntar a la izquierda revolucionaria (LO y LCR) intentando, con todo cinismo, transferirle la responsabilidad de su derrota. En este empeño y según el habitual reparto de papeles, han destacado, con particular énfasis y con empeño digno de mejor causa, el PCF y Los Verdes.

La izquierda plural, otra aparente paradoja, ha hecho precisamente bandera de la papeleta Chirac; olvidándose convenientemente de que la mera suma de las diversas candidaturas de la coalición derechista tradicional (RPR-UDF-DL) eran ya sobradamente suficientes para vencer cómodamente a Le Pen. La convergencia entre esta actitud interesada y la emersión de este sentimiento de rechazo antifascista en capas anteriormente no activas, ha conducido a que la mayoría de quienes han votado a Chirac en la segunda vuelta sean electores de izquierda. Preparándose para las nuevas confrontaciones, el PS ya ha adelantado la necesidad de que "la izquierda plural pase a ser una izquierda unida", es decir, que en lugar de la habitual concurrencia de diversas candidaturas en la primera vuelta de las legislativas, que terminan apoyando en la segunda a la mejor situada de su campo político, comparezcan ya desde un principio con listas coaligadas entre PS-PCF-Verdes-PRG-MDC. De esta manera quieren evitar el corte del 12,5% y asegurarse mejores condiciones, dadas las peculiaridades del ultrareaccionario sistema electoral frances. Aparte de estas maniobras de diverso tipo, no se constata rectificación sensible en su curso social-liberal.

La ultraderecha, por su parte, ciertamente no ha conseguido el salto soñado (alcanzar el 25%) pero tampoco ha resentido electoralmente el acoso múltiple sufrido: ni el de la izquierda ni el mediatico. Ha demostrado que cuenta tras de si con un sector social, que si no es estable si muestra suficiente consistencia y que, como era de prever, se muestra inmune a las criticas, cuando estas se visten de liberal o europeista. Por supuesto, Le Pen es un demagogo fascista y además ha optado en estas ultimas semanas por un discurso duro -con la previsible intención de blindar su espacio- pero sería un error no valorar el peligro de que, junto a su racismo inadmisible, terminara apropiándose también del rechazo al librecambismo o a la Unión Europea.

En una coyuntura políticamente muy compleja, la izquierda revolucionaria ha afrontado el envite con diversas tacticas.

Lutte Ouvriere ha hecho hincapié en que al fascismo no se le para en las urnas sino en la calle y en las fabricas y que no se le puede combatir votando a un fiel servidor de la burguesía francesa como Chirac. Ha subrayado que la victoria de Le Pen no estaba entre lo previsible. Con todo ello ha provocado el consabido alud de criticas desde los intelectuales establecidos y la izquierda plural, que han acusado a LO de propiciar la abstención, lo que ha sido radicalmente rechazado desde LO.

La LCR, por su parte, comenzó la misma noche electoral organizando marchas anti-LePen y tras unos primeros momentos de ambigüedad, optando por la consigna de "barrer a Le Pen en la calle y en las urnas", lo que puede entenderse como una aceptación del voto instrumental a Chirac.

Tanto LO como la LCR han enfatizado las razones políticas y sociales reales del ascenso de Le Pen; la culpabilidad de la política neo-liberal de la izquierda plural y las amenazas que encierra Chirac y su programa político, trascendiendo los limites del mero discurso republicano, que según el catecismo establecido no era oportuno traspasar en estos momentos. Los resultados electorales (votos, abstenciones, blanco-nulos) y los acontecimientos políticos hasta el momento dan la impresión de que esta diversidad ha sido representativa de actitudes y posiciones realmente existentes entre la izquierda social francesa. Si LO parece haber primado el dirigirse a los sectores más militantes (obteniendo, por cierto, algún eco entre aquellas células sindicales del PCF a quien se le hacia demasiado cuesta arriba votar Chirac), la LCR ha escogido fundirse con las juventudes movilizadas al calor de la coyuntura y con el talante de algunas organizaciones sociales (Bové y su grupo, organizaciones antifascistas, etc) recibiendo un alud de peticiones de incorporación, tanto a la LCR como a las JCR-RED.

La LCR se ha dirigido a LO proponiéndole un acuerdo de reparto de circunscripciones, desistimiento y apoyo mutuo en las próximas legislativas; formula que aunque pueda aparecer modesta en sus ambiciones quizá toma nota del nivel de acuerdos y especificidades de cada una las partes. Lutte Ouvriere no se ha definido aún oficialmente, aunque algunos comentarios suyos parecen dar la impresión de que considera que existen electorados especificos. Aún reconociendo esa pluralidad -que deviene de opciones y prioridades políticas diversas- y aún teniendo en cuenta lo endiablado del sistema electoral francés, no por ello debiera olvidarse en la próxima etapa que los acuerdos políticos de fondo entre ambas fuerzas de izquierda son sustancialmente superiores a las diferencias y que los dos cursos serían beneficiados si pudieran obtener y multiplicar un traslado lo más parecido posible de su fuerza social a la arena electoral, de tal manera que a su amparo pudieran preparar la resistencia a lo por venir. Veremos hasta donde saben llegar.

En todo caso, conviene recordar desde Andalucía a la hora de establecer afinidades, aparte del peso internacional especifico de Francia, la alianza que casi llega a patronazgo del Estado francés en relación al español y su apuesta estratégica a favor de la unidad indisoluble del Estado español y contra el derecho a la autodeterminación de las naciones sin estado; compartida tanto por Chirac como por la izquierda plural (sea con argumentos pragmáticos, kaustkianos, postmodernos o presuntamente jacobinos). Nuevamente, es obligado anotarlo, en esta hora y en este caso, coinciden aquí los intereses, referencias y posiciones de una izquierda andaluza consecuente nacional y socialmente.