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Jalemosle

Lucho Garzón, del Polo Democrático (15 de Octubre de 2002)

El pasado 17 de septiembre el Fondo Monetario Internacional reveló que el director general, Horst Köhler, gana mensualmente un salario, sin contar gastos de representación, de ochenta millones de pesos libres de impuestos y cuyo incremento para el 2003 ya se fijó en un 4%. Es decir, todo lo contrario de lo que el FMI exige a sus acreedores; congelación de salarios y aumento de impuestos.

En la década del 90 este organismo nos impuso ocho reformas tributarias, con un periodo de 16 meses cada una, cambiando la composición de los recaudos, pues mientras los impuestos indirectos se duplicaron, los directos perdieron importancia. Esto no es otra cosa que decir que el consumo ha sido altamente gravado, el 62% de los tributos se obtienen de este rubro, por lo tanto la capacidad adquisitiva de las familias se ha reducido sustancialmente, haciéndose de la política tributaria un elemento claramente injusto, pues si bien todos los colombianos pagan el mismo IVA no todos tienen el mismo ingreso.

Si incluimos en los egresos los pagos que hacen las familias a agentes privados que proveen bienes y servicios públicos, tales como los aportes a EPS, fondos de pensiones y a las empresas de servicios públicos domiciliarios que han sido privatizadas, veremos que la carga fiscal es alta y creciente. Ésta ha pasado del 25% del PIB en 1990 a 39,5% ahora. De cada 100 $ que reciben las familias se destinan 36 $ a pagos públicos.

Actualmente estamos expuestos a una nueva reforma tributaria con las mismas características de las anteriores; atacando el consumo y el sector productivo, que les costará a los colombianos 11 billones de pesos en el solo cuatrienio de Uribe y que agregado al 1,2% de impuesto sobre el patrimonio liquido que se estableció en el marco de la conmoción interior y la elevación del precio de la gasolina con fines fiscales, más la propuesta de congelación de salarios, contraerán el ingreso disponible en más de seis billones de pesos alrededor del 3% del PIB, es decir, lo que ha denominado el representante Petro, un producticidio.

El Gobierno pasado y su ministro de Hacienda acuñaron la frase "sudor y lágrimas" para el costo del ajuste Fiscal y no solamente hicieron dos reformas tributarias, sino que despidieron trabajadores utilizando la Ley 617 e hicieron una dura restricción a los ingresos de las regiones, que afectara más negativamente la calidad de la educación y de la salud. Sin embargo, el déficit fiscal en lugar de reducirse se ha aumentado. Eso no se quiere entender y el Gobierno de Uribe persiste en el error de creer que reduciéndolo y aumentando el gasto militar compensará los efectos negativos sobre la actividad productiva.

¿Hasta cuándo la cartilla del FMI se tiene que seguir al pie de la letra? Se ha perdido la plena autonomía por parte de los gobiernos con relación a ese organismo.

Está de moda que los ministros de Hacienda hagan el traslado directo a un organismo multilateral; Perry, Ocampo, Ruiz y cuando no es así, es a la inversa, como ha sucedido con Junguito. Contrario a lo que pasó con Stiglitz, asesor económico de Clinton y vicepresidente del Banco Mundial, quien entre otras cosas sostiene que Keynes, fundador del Fondo se revolvería en su tumba si supiese lo que ha sucedido con su criatura, pues él siempre señaló que para estimular la economía se requería subir el gasto, bajar los impuestos o reducir los tipos de interés.

El déficit fiscal no es la causa de la crisis. Es al revés. Y esa crisis tiene su origen en la deuda externa y el bajo crecimiento de la economía. La primera aumentó de un 18% del PIB en 1997 al 46% en el 2001 y ahora con la devaluación cercana al 27%, el costo de la misma es mucho más alta. De todo esto es responsable el Partido Liberal que con excepción de uno, los demás ministros de Hacienda fueron de su filiación. Pero la grave situación del país da para actuar sin mezquindades y por ello yo no tendría ningún temor en aceptar la invitación que me han hecho al denominado Acuerdo para la recuperación de la economía, la generación de empleo y la estabilidad fiscal. Le jalo.