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Brasil

 

El MST y la globalización


Maria do Fétal Almeida entrevista a Joao Pedro Stédile, Dirigente nacional del MST (24 de junio de 2000)

 

P: ¿Cuáles son las relaciones entre el MST, la Vía Campesina y la Globalización?

R: El MST trabaja conjuntamente con otras organizaciones de América Latina y de Europa, especialmente el CPE. Desde 1990 estamos realizando esfuerzos para construir una articulación mundial de organizaciones campesinas. Fue una necesidad que se manifestó en el primer decenio, a través de contactos bilaterales, intercambio de experiencias, seminarios de estudio sobre agricultura, comercio agrícola y estructuras de la propiedad de la tierra. Percibimos entonces que los problemas de los trabajadores rurales, de las poblaciones rurales como quiera que se los llame: campesinos, familias agrícolas, pueblos indígenas, pequeños agricultores. Tenemos los mismos problemas. La falta de tierras, la falta de mercados, la falta de ingresos, la presencia de un modelo tecnológico que nos ha sido impuesto por las empresas transnacionales creadoras de falsas necesidades agrícolas. Por lo tanto Vía Campesina es una esfuerzo de articulación campesina destinada a enfrentar las causas de nuestros problemas comunes y encontrar mecanismos de movilización conjuntos.

Nos sentimos muy felices porque vemos que estos esfuerzos están a punto de dar frutos. Hemos construido una excelente asociación entre las principales asociaciones campesinas del mundo, con nuestros amigos franceses, indios, mexicanos y filipinos.

P: ¿Cómo enfrenta el MST la globalización cotidiana?

R: Tenemos una concepción estratégica que nos indica que hoy en día no se puede luchar solamente por la tierra. Tenemos necesidad de luchar al mismo tiempo contra el modelo económico y el modelo agrícola que explotan a todos los campesinos, a todos los sin tierra, a todos los que han conseguido tierras a través del MST. Por lo tanto en nuestras luchas cotidianas incluimos un verdadero cuestionamiento al modelo agrícola. Estamos, por ejemplo, contra la soja transgénica y tratamos de quemar esas plantas. Estamos contra el oligopolio que tratan de imponer en el Brasil las grandes empresas multinacionales, tanto en lácteos como en tabaco, maíz, etc. Buscamos enfrentarlas. Estamos contra la importación de productos que somos capaces de producir aquí mismo y que sin embargo las empresas multinacionales pretenden imponernos con la única intención de aumentar sus ya pingües ganancias. Buscamos también difundir la necesidad de plantear un nuevo enfoque tecnológico que enfrente el modelo de la revolución verde y recupere la tradición de la agricultura orgánica.  

P: ¿Por qué se considera al MST como la más importante resistencia a la globalización en América Latina?

R: En principio nosotros no nos consideramos los más importantes. También participan, en la coordinación latinoamericana de organizaciones campesinas la CLOC, 57 organizaciones de 23 países. Todas comparten la misma posición política. Puede ser porque Brasil es un país de dimensiones continentales y que aún tiene 40 millones de personas que viven en el campo entre las cuales hay 4 millones de familias sin tierra, es evidente que la magnitud en aumento de nuestros problemas nos otorga una mayor importancia.

P: ¿Qué es lo que piensa el MST de lo que pasó en Seattle y en Washington?

R: Lo vimos con mucha simpatía. Lamentamos, que la enorme distancia nos haya impedido algo más que los tres compañeros que fueron a participar de las articulaciones y a protestar. Seattle fue un despertar de la conciencia social de amplios sectores de la comunidad internacional y en nuestra opinión el más interesante fue el del sector de trabajadores del hemisferio Norte que hasta entonces parecía demasiado acomodaticio. Esto contribuyó a la esperanza de los trabajadores, de las poblaciones del hemisferio Sur, es decir que la gente consciente del hemisferio Norte esté también contra la dominación del FMI, del Banco Mundial, de las multinacionales y de los bancos. Pienso que estamos sembrando una planta muy importante, que constituirá una alianza entre todos los pueblos, todos los sectores sociales del mundo, contra los capitales financieros, contra la explotación, contra todo tipo de comercio que busque solo ganancias fáciles y no la garantía de la supervivencia humana. Estamos por descubrir, bastante tardíamente, como lo expresó un periodista durante la revolución española: "Ningún hombre es extranjero" y por lo que debemos unirnos en contra de todos los explotadores.
 
P: En Europa se ha planteado una polémica sobre el antes y después de Seattle. ¿Es posible que este Siglo XXI haya comenzado con la globalización de quienes se oponen a la OMC (Organización Mundial de Comercio)?.

R: Es muy difícil establecer períodos históricos cuando uno se halla inmerso en los hechos. Solamente en el futuro podremos reconocer la dimensión exacta de lo que esto ha representado. Pero estoy convencido de que esta toma de ocnciencia se está ampliando e intensificando cada vez con mayor velocidad entre la gente organizada, en los movimientos, en los sectores sociales, en los partidos. Se necesita un nuevo orden mundial. Se necesita terminar con el FMI, el Banco Mundial, la OTAN, el capital financiero, y porqué no hasta con la propia ONU. Pero como la hegemonía de los gobiernos depende de la de los EEUU, estos se han transformado en simples instrumentos-útiles de la dominación norteamericana. Proponemos discutir cada vez más concretamente sobre la necesidad unificar, articular y organizar todos los movimientos sociales. Unir a las organizaciones de todo el planeta para construir juntas instituciones mundiales realmente representativas de los pueblos, de los trabajadores y no solamente de los gobiernos o de los Estados. Por otra parte nos hace falta llegar a conformar una gran fuerza unitaria que enfrente al capital financiero que dispone de fondos y de recursos infinitamente superiores al volumen de la riqueza y de las mercancías explotando a los pueblos de todo el planeta. El último informe del Banco Mundial muestra que entre 1980 y 1996, debido a esta hegemonía norteamericana y a las medidas neoliberales, la deuda externa de los países del tercer mundo pasó de 600 billones a dos trillones (2 billones de billones) de dólares. Mientras que las inversiones extranjeras en los mismos países y en el mismo período, pasaron de 23 billones a 118 billones (de los que China recibió 75 billones). Esto nos muestra el extremado nivel de violencia y de magnitud que ha adquirido la transferencia de riquezas desde los países del tercer mundo, hacia los bancos internacionales, a través de la deuda externa.