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Argentina

Se extiende el hambre mientras rompemos nuestros propios records de exportación de "commodities"


Jorge Eduardo Rulli, Grupo de Reflexión Rural (Argentina, 23 de Junio de 2001)

No es un secreto para nadie que nuestro país se encuentra en una situación social extrema. Y no nos referimos al "default" o cesación de pagos que implicaría sólo la honestidad de confesar que no podemos seguir pagando los altísimos intereses de la deuda, a la vez que, eso sí, dejar de empujarla hacia adelante mientras se hacen gigantescos negociados como el del megacanje. Cuando hablamos de situación extrema nos referimos a la pobreza en que se encuentran más de catorce millones de argentinos. Es posible que en otras épocas difíciles nuestro país haya atravesado similares situaciones, pero nunca jamás se vivió el hambre que hoy empuja a los desamparados a organizar piquetes y a cortar las rutas como último recurso para sobrevivir con planes asistenciales o repartos de alimentos.

¿Qué es lo que ha producido esta extendida carencia de comida?. Acaso ¿sólo la injusticia social o la voracidad de un capitalismo insaciable?. Es preciso recordar que, en simultáneo con esta pobreza extrema, nuestro país se ha transformado durante el menemismo en una potencia exportadora de insumos forrajeros. En los últimos años el país viene rompiendo sistemáticamente los propios records de cosechas, y este año se piensa alcanzar la cifra extraordinaria de 70 millones de toneladas de granos exportados. El precio que se pagó para transformarnos en un país exportador de insumos, ha sido el desarraigo masivo de las poblaciones rurales hacia los cinturones de pobreza urbana, la destrucción de las economías regionales y la muerte de los pequeños pueblos y junto con la quiebra de los pequeños productores abrumados por las deudas, la desaparición del modelo de seguridad alimentaria construido por varias generaciones de argentinos rurales.

Hoy reina en el campo una agricultura sin agricultores, monocultivos en gran escala que no requieren de población rural ni se preocupan por la contaminación del medio ambiente ni por el mantenimiento de la diversidad biológica. El corazón de este nuevo poder empresarial rural y
transnacional, ha sido la apropiación de las tierras por una parte y de las genéticas de las semillas por otra, y en especial la expansión en los últimos años de los cultivos genéticamente modificados que ya alcanzan la cifra extraordinaria de más de 11 millones de hectáreas y nos han convertido en el segundo país del mundo, luego de los EEUU, en producción de semillas y alimentos transgénicos.

Ahora sabemos entonces claramente cuál es la contrapartida del hambre, esa Argentina que en los suplementos rurales de los grandes diarios y en el más alto nivel funcionarial celebra los nuevos records de exportación de "commodities" y los éxitos de la ingeniería genética en nuestro desarrollo rural.