BIENVENIDO, MISTER INMIGRANTE!

                                    

 

            Pasaron los tiempos de la ayuda americana. Mister Marshall queda ya lejos. Ahora nos toca hacer frente a esa Globalización neoliberal que impera y domina en el mundo. Hoy son otras gentes las que llaman a nuestras puertas y ocupan nuestra atención. Son los inmigrantes. La mayoría de la gente recibe con recelo a los emigrantes. Sobre todo a los de color. Y si vienen en pateras, se les devuelve a su tierra, hacinados en las bodegas de los "ferry", como si fueran mercancías. Y además, esposados como si fueran delincuentes. Por lo visto el hecho de llegar a nuestras playas, sin lujos, sin documentos, sin nada, es ya visto como un delito. Son los pobres, no los ricos, incluso los de color, que vienen en barcos de lujo o en aviones y llevan carteras repletas de documentos. A estos se les llama extranjeros, a los otros inmigrantes. Con los primeros no hay recelos ni sospechas, a los segundos se les considera fuente de todo tipo de problemas. Esto nos indica que existe racismo y también clasismo. Los dos suelen ir muy unidos, tanto a nivel social como legal. Es la diferencia que va del Norte al Sur, el abismo que cada vez se abre más grande entre los pueblos ricos y los pueblos empobrecidos.

 

            No voy a analizar la Ley de Extranjería. El fenómeno de la inmigración es muy complejo y creo que sólo se puede entender desde una perspectiva internacional. Solamente quiero apuntar algunas ideas transversales.

 

            La inmigración es un problema y es una situación social. Muchos intentan hacer de ella un problema sobre todo político y legal. El problema es muy complejo, de enorme envergadura, y que para explicarlo, algunos lo reducen a uno o varios aspectos, con frecuencia los más llamativos. Que si roban, que si se drogan, que si ocupan puestos de trabajo, etc. Es algo mucho más profundo. Es una corriente de tipo demográfico que ahora llega a nuestras tierras y que sería preciso asumir para una convivencia pacífica. Asumirla es lo mismo que tratar de renovar nuestra mentalidad y nuestra conciencia. Es preciso establecer otras pautas de conocimiento, de conciencia y de valores, distintas a ese pensamiento único impuesto por el sistema neoliberal. Re-novar es lo mismo que hacer nuevo. Mirar con otros ojos, con ojos nuevos, la realidad que estamos viviendo. Un esfuerzo por cambiar de mentalidad, de conciencia, de actitudes, de valores. No es fácil re-novarse. No es fácil disentir de lo establecido, porque el mero hecho de pensar y sentir de distinta manera se considera como algo subversivo. Pero, pienso que así nos lo exigen las circunstancias actuales. Las cosas no van a ser ni van a seguir siendo igual que siempre. Las cosas han cambiado, y mucho. Y seguirán cambiando. No se trata de un cambio provisional, mientras dura esto. Es un cambio estructural, permanente.

 

            Estamos viviendo ya en una realidad, en una sociedad plural y multiétnica. Lo queramos o no lo queramos. Aunque todos pertenecemos a la única raza humana, puesto que todos somos seres humanos, empezamos a convivir con muchas otras etnias venidas de Africa, de Latinoamérica, de la India, de China, de la Europa de los Balcanes, del Oriente. Pertenecen a otras culturas, a otros modos de ver la vida, el mundo, la historia. Y con esa otra mentalidad, distintos idiomas, otros formas de hablar, otras modas en el vestir, otros gustos en la comida, distintas maneras de comportarse. Nos asombramos de sus conductas, de su religión, de sus iglesias y ritos. También ellos se asombrarán de los nuestros. Y no vienen a nuestra tierra de vacaciones, ni tampoco de temporada, vienen por una estancia más larga, o tal vez a quedarse para siempre.

 

            Lo que quisiera resaltar es que esta realidad, no sólo nos invita a re-plantearnos muchas cosas, sino que de alguna manera nos exige un cambio. Y un cambio no exento de conflictos, como todo lo humano. No se trata de que "ellos" se integren en nuestra sociedad, de "españolizarse" o europeizarse, sino que nosotros también aprendamos de su cultura. Y sobre todo, aprendamos a convivir con otros seres humanos, igual que nosotros, con los mismos derechos y las mismas obligaciones que cualquier ciudadano más. Es difícil asumir que en el futuro tenemos que entendernos todos. Y no solo es cuestión de lengua. Creo que se necesita "afilar" nuestra sensibilidad para querer ver esta tremenda realidad: tenemos que afrontar la inmigración como algo familiar, de casa, como la cosa más natural del mundo. No son gente extraña, son personas expulsadas de sus países porque allí no tienen qué comer, o no pueden vivir con la dignidad que requiere todo ser humano. No se trata sólo de saberlo, sino de integrarlo en nuestros modos de ver, tratar, hablar y convivir con estas personas. No sólo compasión o limosnas asistenciales, sino hábitos cívicos para que lleguemos a alcanzar una convivencia armónica, sin minorías menos-preciadas, dominadas o excluidas.

 

            Esta realidad supone una visión más amplia de la que teníamos antes o intentamos mantener ahora. Esto nos obliga a salir de nuestro agujero mental, de nuestra estrechez de conciencia y aprender a convivir siendo diferentes. Los inmigrantes no son mano de obra barata. Tampoco vienen a quitarnos los pocos puestos de trabajo que existen. Unicamente, lo que pasa es que se ha ampliado el censo de población con unas personas distintas en el color de la piel, en sus costumbres, en su religión, en sus modos de comportamiento social. Estas diferencias no borran la plataforma básica de convivencia: todos somos seres humanos, todos somos personas aunque muchos no tienen carné de identidad que mostrar al pasar la frontera. Los hombres y mujeres somos algo más que "papeles". Tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones unos y otros.

 

            Si la diversidad, si el ser distintos, es un derecho humano, quiere decir que en la entraña de nuestra existencia llevamos el peso de lo que nos iguala y lo que nos distingue. Y es que no se trata sólo de saberlo, sino de convivirlo. Sin duda nos cruzamos todos los días en el metro, en la calle, en el mercado, en el barrio, con estos ciudadanos nuevos que antes no conocíamos. Esta diversidad nos enriquece y nos perfecciona humanamente. Se trata de hacer habitable este planeta. Una convivencia, una integración social, política y economica, que se pide no sólo a los extranjeros, sino a nosotros, a toda la sociedad. Porque se trata de un camino recíproco: es el encuentro de dos segmentos de la población, social y culturalmente diferentes, pero iguales en derechos y deberes. Una integración que gira en torno al derecho a la diferencia, pero de ninguna manera a la diferencia de derechos.

 

            Por todo esto, por el enriquecimiento que pueden aportar a nuestra cultura, por aprender de otras costumbres, por saber y asimilar que nuestra religión no es la única verdadera, sino que es una entre tantas, os damos la Bienvenida a nuestra tierra, con todos los honores propios de una tierra que abre sus brazos para acoger a otros que también quieren y necesitan enriquecerse con nuestra cultura, trabajo y afecto. Les invitamos a que ellos se abran a nuestras cosas, porque también nosotros nos vamos exigiendo este nuevo modo de convivencia, y que estamos dispuestos a abrirnos a todo el que venga.

 

José María García-Mauriño

Es presidente de Cristianos por el Socialismo

              D.N.I. 1.011.025 Z.

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