A la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe
Conferencia Episcopal Española
(J.J.Tamayo y los obispos)
Hemos
leído la nota de su Comisión “a propósito del Libro de Juan José Tamayo
Acosta Dios y Jesús”, en la que
condena al Sr. Tamayo a quedar fuera de la comunión eclesial. Le dice además
que sus actuaciones son incompatibles con la
condición de teólogo católico, y por si fuera poco le tachan de hereje
arriano. Todas estas condenas nos resultan al menos anacrónicas. Y mucho más
lejanas del actual momento histórico al no darle oportunidad a un diálogo y a
una elemental defensa de todos estos ataques. Hemos visto la respuesta casi unánime
de miles de personas y cientos de colectivos cristianos que protestan ante estas
formas propias de una nueva Inquisición. No matan hoy con la hoguera, pero sí
lo hacen destrozando a las personas, echando por tierra la buena reputación,
sembrando las dudas, reduciendo al silencio, despojando de cátedras, y a veces
hundiendo en depresiones muy profundas, en fin, negando la libertad de
pensamiento y de expresión dentro de la Iglesia.
Ante todo esto nos preguntamos
cuál podría ser la plataforma desde la cual lanzan Vdes. esos dardos
condenatorios. Y vemos que no puede ser otra que la plataforma del poder. En
efecto, un poder tal que dejan a este Teólogo libre e independiente sin
posible defensión.
Creemos
que está suficientemente claro este sistema de poder en una serie de cánones
del Código de Derecho Canónico que rige en la Iglesia Católica. Por ejemplo,
en el canon. 331 en el que se afirma que el Romano Pontífice “en virtud de su
función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en
la Iglesia y que puede ejercer siempre libremente”, por tanto, no hay límites
en su poder. Y queda esto aún más claro en el canon. 333, párrafo 3, cuando
establece que “no cabe apelación ni recurso contra una sentencia o
un decreto del Romano Pontífice”. Y por si quedara alguna duda sobre
este poder pontificio, el canon. 1404 dice que “la Primera Sede por nadie
puede ser juzgada”. Porque hay castigos para aquellos que recurran a
instancias superiores, según el canon. 1372 (“quien recurra al Concilio Ecuménico
o al Colegio de los Obispos contra un acto del Romano Pontífice debe ser
castigado con una censura”). Sin duda alguna, los cánones citados presentan
un tipo de institución que, en realidad, está organizada y funciona de acuerdo
con un sistema de gobierno que a lo que más se parece es a lo que se ha
considerado como una ‘monarquía absoluta’. Desde este Poder absoluto
dominan y controlan las mentes y las conciencias de millones de creyentes, sin
posibilidad de diálogo. Dadas estas premisas, se puede deducir que cualquier
miembro de la Iglesia se puede sentir en una situación de indefensión
total.
Porque
cualquier fiel cristiano no tiene el apoyo jurídico ni procedimiento
legal en virtud del cual pueda defenderse de una posible agresión a sus
derechos. Si Vdes. defienden la igualdad, la
dignidad y la comunión de personas y bienes, resulta chocante que a la hora de
aplicar en la práctica esos criterios a las personas concretas, se vuelva
contra ellas en una gran indefensión de sus derechos. Así lo asegura el canon.
208 en el que se afirma que “se da entre todos los fieles una verdadera
igualdad en cuanto a la dignidad”. La dignidad de una persona queda realmente
reconocida y garantizada sólo cuando tal dignidad se ve protegida y asegurada
por unos derechos correspondientes. ¿Dónde se reconocen esos derechos? Y se lo
decimos con toda libertad y comprensión puesto que son los Obispos los que en
“el ejercicio de su oficio están a disposición del Romano Pontífice”
(canon 334). Estimamos que esta es la plataforma de poder desde la cual han
dirigido sus condenas al Profesor Tamayo. Todavía quedan muchos teólogos y filósofos
a quienes pueden censurar por no estar de acuerdo con su ortodoxia. No creo que
Roma tenga el monopolio de la verdad. Es posible que antes se cansen Vdes. de
condenar, que muchos de nosotros de ejercer la libertad de pensamiento y de
expresión dentro de la Iglesia.
Desearíamos
que los obispos de la citada comisión pudieran dialogar desde la mesa de
igualdad y la fraternidad las doctrinas o declaraciones del citado profesor. Es
decir, se trata de la mesa del Evangelio, situado y fechado en las actuales
circunstancias históricas, propias del siglo XXI y no en los primeros siglos
del cristianismo. Somos hijos de un mismo Padre que está en los cielos, y no
adversarios doctrinales. Quisiéramos que se pudiera dar ese diálogo desde el
amor y la libertad, y no desde el miedo. Desde luego nosotros no nos sentimos
amenazados por el miedo a decir algo que pueda crearnos complicaciones con la
jerarquía eclesiástica. No aceptamos esas imposiciones de la ortodoxia que
producen serias violaciones a los derechos humanos, porque creemos que la Vida
de las personas y sus derechos están antes que
las normas y preceptos del Derecho Canónico. Estamos más atentos a lo
que dice el Evangelio que a lo que se dice en Roma o lo que se piensa en los ámbitos
de los Obispos españoles.
José
María García-Mauriño. Secretario General de CRISTIANOS POR EL SOCIALISMO.
DNI: 1.011.025. Verdaguer y García 49,5º b. 28027. Madrid.
Madrid, 26 de Enero del 2.003