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Sábado, 2 de junio de 2001

El escudo no gusta

En lo que puede ser un preludio de la próxima cumbre con George Bush de la OTAN y de la Unión Europea, la reunión ministerial de la Alianza Atlántica en Budapest -primera en un país perteneciente al antiguo Pacto de Varsovia- ha puesto de relieve los recelos de los europeos a avalar la defunción del Tratado ABM (de limitación de los sistemas contra misiles balísticos) y a apoyar a Washington en sus planes para desarrollar un escudo antimisiles. La reunión de la OTAN ha reflejado estos desacuerdos, optando el comunicado final de la reunión de Budapest por no mencionar ni el ABM, ni el programa del escudo balístico, ni una percepción de 'amenazas comunes', expresión que ahora impulsa la Administración de Bush en lugar de la antigua Defensa Nacional contra Misiles (NMD). Washington busca definir un programa universal que no sólo cubra a Estados Unidos frente a posibles ataques limitados.

El secretario de Estado Colin Powell insistió al menos ante los aliados y ante su homólogo ruso en Budapest sobre la necesidad de efectuar consultas. Los Gobiernos europeos, especialmente el francés y el alemán (el español parece más sumiso en esta materia), no comparten la visión de la Administración de Bush sobre riesgos de seguridad. Creen que el programa del escudo antimisiles puede resultar desestabilizador y llegar a provocar una nueva carrera de armamentos en tierra o en el espacio. Y aunque la guerra fría e incluso la posguerra fría hayan quedado atrás, los europeos temen que Washington desmonte el entramado de acuerdos de control de armamentos que se ha tardado años en montar y pulir. La primera medida contra los misiles y las armas nucleares es evitar su proliferación. Y no contribuye a ello el mal ejemplo de EE UU al negarse a ratificar la prohibición total de pruebas nucleares.


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