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Sábado, 2 de junio de 2001

JOSEPH STIGLITZ
ECONOMISTA

'El recorte de impuestos de Bush es lo más deshonesto que se pueda imaginar'

JAVIER MORENO


El lunes 10 de abril del año pasado, media docena de altos cargos del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial y del Departamento del Tesoro llegaron a sus despachos en Washington y se desayunaron con un sapo: un artículo en The New Republic, que la revista destacó con gran despliegue en su portada, les acusaba de arrogantes, oscurantistas, de ser economistas mediocres y responsables, con sus obsesiones y sus prejuicios ideológicos, de haber hundido en la recesión a Asia tras la crisis de 1997.

El autor del artículo, que levantó ronchas en la capital estadounidense, no era uno de los manifestantes que pocas semanas después acosarían en la calle al FMI y al Banco Mundial, el primer triunfo del movimiento antiglobalización contra ambas instituciones (luego vendría Praga). Quien firmaba aquellas líneas era Joseph Stiglitz, economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial entre 1997 y 2000, y el título del artículo, The insider, dejaba las cosas meridianamente claras: todo lo que contaba allí lo había vivido desde dentro, y, por tanto, sabía de qué hablaba. La sorpresa (y luego la irritación) cundió en los despachos.


'La ideología que dice que los mercados son más eficientes es falsa'


  

Aunque probablemente más irritación que sorpresa. Stiglitz, que también fue jefe de los asesores económicos de Bill Clinton entre 1993 y 1997, es bien conocido por sus ataques frontales al llamado consenso de Washington (mercados abiertos, globalización irrestricta, estabilidad macroeconómica) y sus disparos contra el FMI (antes y después de dimitir en el Banco Mundial).

Pero, además de criticar el pasado, Stiglitz explicó ayer en Madrid, donde asistió a unas jornadas sobre Envejecimiento, salud y bienestar, organizadas por The Economist, que la tarea primordial de un economista es escudriñar con detalle el futuro, anticiparse a los acontecimientos. Y con esa mentalidad, juzga que el gigantesco recorte de impuestos del presidente George W. Bush (más de 250 billones de pesetas en 10 años) amenaza el futuro de EE UU. 'El recorte de impuestos de Bush es lo más deshonesto que uno pueda imaginarse', asegura en una conversación con EL PAÍS.

Pregunta. En la mayoría de los artículos que he leído para preparar esta entrevista aparece la misma frase: 'Stiglitz, de quien todo el mundo espera que gane el Premio Nobel un día...'. ¿Tanta expectativa no le resulta una carga?

Respuesta. Es una pregunta difícil. [Risas]. La manera que me gustaría pensar sobre eso es: he escrito numerosos artículos que han tenido mucha influencia y me gustaría que se interpretara que han cambiado algunas formas de pensar, especialmente en el sector público, y la economía de la información.

P. Cuando abandonó el banco, alguien predijo: 'Le van a echar de menos más de lo que se imaginan'. Y usted, ¿echa de menos ahora a la gente del banco?

R. Sí. Vuelvo de vez en cuando, tengo reuniones y esas cosas. Y mucha gente me dice eso en el banco. Me satisface. El banco es la mayor institución del mundo dedicada a pensar cómo reducimos la pobreza en los países en vías de desarrollo, cómo aumentamos el crecimiento, cómo hacemos una transición desde el comunismo al mercado. Y plantearme esas cuestiones, incluso con gente con la que no estoy de acuerdo, es algo muy excitante para mí. Así que sigo teniendo un compromiso, aunque no sea algo diario.

P. Pero ¿no echa de menos el poder, el actuar, cambiar las cosas, y no sólo estar en la Universidad de Stanford o escribir artículos sobre lo que otros deberían hacer?

R. Pienso que mis ideas pueden tener más poder que las de cualquier político, no importa lo alto que esté en la jerarquía. La manera en que se abordan algunos problemas de desarrollo están más influenciados por los artículos que se escriben que por el presidente del Banco Mundial diciendo: tiene que hacer esto o lo otro.

P. ¿Piensa que ahora tiene más influencia y poder que cuando estaba en el banco?

R. En muchos aspectos creo que sí. Una de las razones por las que logré tener una cierta influencia cuando estaba en el banco no era por mi posición en la jerarquía, sino porque aportaba ideas. ¿Se es más efectivo dentro o fuera? La buena noticia es que fuera hay un interés en estos temas que no existió nunca antes. Pero no quieren oír la línea oficial, porque es sospechosa. Y ahora puedo hablar como independiente: tengo más credibilidad que si estuviese dentro.

P. Pero, ¿usted no está de acuerdo con las voces que piden la disolución de ambas instituciones?

R. No. Creo que el Banco Mundial tiene una misión real, que alguien tiene que hacer. Lograr más equilibrio entre ricos y pobres, entre países, es una tarea que no se puede abordar sólo a nivel nacional. El banco ha hecho aportaciones muy importantes en este aspecto. Hay cosas que podría haber hecho de forma más efectiva. Y aquí es donde, parcialmente, estoy de acuerdo con los críticos. Tiene que haber más transparencia. La actual estructura ya no tiene sentido. El FMI toma decisiones que afectan las vidas de millones de personas. Y son sólo ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales los que toman estas decisiones. En un mundo comprometido con la democracia, la apertura, la transparencia, estas instituciones son criaturas del pasado.

P. Mucho de lo que ha escrito sobre desregulación se refiere al Tercer Mundo, pero hay dos ejemplos del Primer Mundo que no han funcionado: los ferrocarriles británicos y el mercado eléctrico en California.

R. Hay que abordar cada tema de forma individual. Si uno toma una posición ideológica está condenado a cometer errores, como en el Reino Unido o California. Creo, por ejemplo, que la privatización de las pensiones no tiene sentido. La ideología que dice que los mercados son más eficientes es falsa. Hay un refrán en Estados Unidos: si algo no está roto, no trates de arreglarlo. Si las pensiones están funcionando, y sabemos que muchos sistemas privados han sido un desastre, ¿por qué privatizarlas?

P. ¿Qué opina del recorte de impuestos del presidente George Bush?

R. En términos de honestidad política se merece un cero. Éste plan es para 10 años. ¿Por qué? Porque, si no, el impacto sobre el presupuesto sería demasiado grande. Así que lo que hacemos es calcular su coste a lo largo de 10 años y no miramos qué pasa después. Mal sistema. Por eso lo hacen. ¿Y qué hace uno si es poco honesto? Hace los cambios en el último año, así que sus efectos aparecerán después. El sistema se desequilibra. Y lo han equilibrado con cálculos deshonestos. Legales. Pero deshonestos. Es una amenaza para el futuro de EE UU. También me parece mal la estructura del impuesto. Beneficia más a los ricos que a los pobres. Y tendrá profundos efectos estructurales en la sociedad.

P. Por ejemplo, la supresión del impuesto a la herencia, a la que se opusieron numerosos multimillonarios, porque creen que favorecerá la acumulación de riqueza y no estimula el esfuerzo individual.

R. Claro, porque no se rebaja el impuesto. Se elimina completamente. Tendrá muchas implicaciones sobre las instituciones y las fundaciones. Con la supresión del impuesto a la herencia se está cambiando profundamente la sociedad de EE UU.




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