Lunes, 21 de mayo de 2001
 
 
 


EEUU se desmarca del control de armas bacteriológicas
La Administración Bush estima que el acuerdo para evitar la proliferación de estos arsenales es perjudicial para su país

CARLOS FRESNEDA. Corresponsal
NUEVA YORK.- Nuevo frente abierto entre George W. Bush y sus aliados europeos: el control de las armas químicas. Por su cuenta y riesgo, la Administración norteamericana ha decidido desmarcarse del protocolo negociado durante los últimos seis años en Ginebra para impedir la proliferación de los arsenales bacteriológicos.

Bill Clinton llegó a decir que el texto en cuestión era vital para la supervivencia del acuerdo de 1972 para la no proliferación de armas químicas, suscrito por 143 países. Los halcones de Bush han revisado la última versión del protocolo -que debía estar listo el próximo mes de noviembre- y han llegado a la conclusión de que es perjudicial para los intereses norteamericanos.

Según el informe aprobado por el secretario de Estado, Colin Powell, y anticipado ayer por el New York Times, el texto negociado presenta nada menos que 38 «problemas» que se resumen en dos: los países «sospechosos» (como Libia, Irán, Irak o Corea del Norte) podrán seguir escapando al control de la comunidad internacional, mientras que los secretos de «biodefensa» norteamericanos estarán al alcance de potenciales espías al servicio de gobiernos extranjeros.

La última palabra la tiene George W. Bush, y lo más probable es que el republicano asuma como suyas las prevenciones de sus expertos.

Aun así, los asesores presidenciales le han hecho ver que, en vísperas de su primer viaje al continente europeo (su gira por varios países, entre ellos España, está prevista para mediados de junio), lo último que necesita es caldear los ánimos de sus aliados, bastante encrespados con decisiones unilaterales como la marcha atrás del protocolo del cambio climático de Kioto y del Tratado de Misiles Antibalísticos.

«Enfasis militarista»

George W. Bush tampoco puede olvidar que fue su propio padre, tras la Guerra del Golfo, quien espoleó a la comunidad internacional para extremar la vigilancia y el control de los arsenales bacteriológicos. Y que fue Richard Nixon, en 1972, quien impulsó el primer tratado sobre la producción de armas químicas.

En cualquier caso, el desmarque de los norteamericanos en la negociación del protocolo en Ginebra había sido ya evidente en los últimos meses. Hasta tal punto, que el primer ministro británico, Tony Blair, puso el tema sobre la mesa durante su encuentro con Bush el pasado mes de febrero.

Blair transmitió entonces al presidente norteamericano la creciente preocupación de los aliados europeos por el «énfasis militarista» de la nueva Administración republicana y habló de la necesidad de reavivar los acuerdos de no proliferación.

Ante el más que previsible desmarque de la Casa Blanca, esta misma semana viaja a Washington el diplomático húngaro Tibor Toth, máximo responsable de la negociación del protocolo sobre armas químicas y bacteriológicas. Toth llegará con una suerte de misión imposible: hacer cambiar de opinión a la Administración Bush.

«Las barreras para la proliferación nuclear y química se están levantando», denunciaba ayer Tibor Toth en declaraciones al New York Times. «Si al cabo de seis años de negociaciones, la comunidad internacional es incapaz de arbitrar un sistema para prevenir la fabricación de armas bacteriológicas, el mensaje que estamos mandando será muy desafortunado».

Por otra parte, la Administración Bush ha levantado la voz de alarma por algunas de las directrices que afectan a sus propias instalaciones de «biodefensa» donde se fabrican vacunas y se realizan experimentos de ingeniería genética.

Las multinacionales químicas y farmacéuticas han expresado su negativa a permitir el paso de inspectores internacionales a sus laboratorios, ante el temor al espionaje industrial.


Ganar tiempo antes de la firma del protocolo

C. F.

Corresponsal

NUEVA YORK.- Tras escuchar a sus expertos, Bush decidirá qué postura tomar respecto al protocolo sobre armas bateriológicas y químicas. Lo más probable es que el presidente de EEUU no decida retirarse de las conversaciones todavía en curso y que dé instrucciones para «intentar reconducir el proceso de aquí al mes de noviembre», según recomendación del propio Donald A. Mahley, máximo negociador norteamericano.

Mahley será probablemente el encargado de canalizar las múltiples quejas que ha levantado el actual borrador del protocolo en el Pentágono, el Departamento de Estado y las secretarías de Energía y Comercio.

Otra posibilidad es la de ganar tiempo y pedir que la firma hipotética del protocolo se posponga varios meses (una opción que en principio cuenta con la oposición frontal de la mayoría de los países).

En cualquier caso, los norteamericanos insisten en que las actuales directrices para garantizar el acceso de los inspectores internacionales a los países donde pueden estar fabricándose armas químicas son «a todas luces insuficientes».

Los estadounidenses piden una reducción del tiempo entre la aprobación y el desplazamiento efectivo de los inspectores (fijado actualmente en 108 horas). Requieren también una posibilidad de actuación inmediata en casos en los que se detecten brotes epidémicos ligados a posibles «escapes» de arsenales bacteriológicos.


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