Sábado, 19 de mayo de 2001
 
 

EL PLAN FOSIL DE BUSH


La única esperanza que permite concebir el plan energético diseñado por George W. Bush es que contiene tantos desatinos que es muy probable que el Congreso lo tire por tierra. EEUU se enfrenta, a decir del presidente norteamericano, a la peor crisis de energía de los últimos 30 años, heredada de anteriores administraciones que no han previsto las carencias que abocarían a la primera potencia del mundo a sus actuales problemas energéticos.

Para resolverlos, Bush propone 105 medidas, entre las cuales se pueden contar con los dedos de una mano las destinadas a mejorar la eficacia en la distribución, a desarrollar las energías renovables o a fomentar el ahorro, un capítulo clave en el primer país consumidor de energía mundial, que triplica al segundo, China.

Los métodos que propone Bush no contienen más alternativa que la de evocar desastres como el del Exxon Valdez o pesadillas como la de Chernóbil. Relajará las leyes sobre emisiones contaminantes, perforará la reserva natural de Alaska en busca de petróleo y gas y aplicará incentivos fiscales para la obtención de carbón. También fomentará el desarrollo de plantas nucleares, paralizado en EEUU los últimos 20 años, en los que ha crecido la conciencia mundial sobre los peligros que entrañan la industria atómica y sus residuos.

No hay en el catálogo de medidas republicanas ningún equilibrio entre viejas y nuevas fuentes de energía, lo cual hace las delicias de la industria del petróleo, el gas y el carbón. Teniendo ese respaldo, bastante poco le importa a Bush que la comunidad internacional -salvo Japón, que también se dispone a reabrir centrales nucleares- haya rechazado sus planes, argumentando que no solucionarán el problema y sí contribuirán al deterioro del planeta. La desvinculación norteamericana del Protocolo de Kioto dio algunas pistas de la nula sensibilidad ecologista de Bush. Ahora ya no quedan dudas de que su conservadurismo compasivo pasa por un anticonservacionismo despiadado.


© elmundo.es