Viernes, 18 de mayo de 2001
 
 



Bush propone un plan que reactivará el programa nuclear
Incluye la construcción masiva de centrales térmicas

JULIO A. PARRADO. Corresponsal
NUEVA YORK.- George W. Bush advierte a sus conciudadanos de que se enfrentan a la posibilidad de un «futuro oscuro», marcado por apagones eléctricos y constantes encarecimientos de la gasolina y la calefacción. Si la situación no se remedia, se repetirán las colas en las estaciones de servicio, como en los años 70.

Para alejar los peores fantasmas del ciudadano medio estadounidense, el presidente republicano les reconforta con un plan estratégico que, asegura, garantizará la oferta a bajos precios. En la lista de 105 recetas energéticas, presentada ayer, se incluyen la eliminación de la moratoria nuclear, la construcción masiva de centrales térmicas, la extracción de petróleo en reservas naturales y la eliminación de medidas medioambientales que encarecen la labor de la industria energética.

La oposición demócrata y los grupos ecologistas se echaron enseguida encima del proyecto. Jimmy Carter, al que la crisis energética de hace 20 años le costó la reelección, le acusó de recurrir a «tácticas de miedo y propaganda para justificar atrocidades medioambientales».

Sin duda, Bush hizo gala ayer de un catastrofismo superior al utilizado (la recesión acecha) para sacar adelante el recorte de impuestos. Pero para la Casa Blanca, los números están claros. EEUU importa el 55% del petróleo. En el año 2020, esta cifra será del 67%. Es necesario diversificar, resume el informe elaborado por una comisión liderada por el vicepresidente, Dick Cheney.

Por ello, la primera medida es abrir a la explotación de las grandes petroleras el Refugio del Artico, una reserva natural situada en Alaska de donde se podrán extraer 600.000 barriles por día durante 40 años. Los grupos ecologistas lo reducen a la mitad.

Bush quiere incentivar la construcción de refinerías, gaseoductos y oleoductos. Para 2020, el consumo de gas se multiplicará en un 50% y, según el informe, se necesitarán añadir 52.000 kilómetros de gaseoductos y 325.000 kilómetros de tuberías.

El amplio papel que la industria petrolera nacional ha suscitado enormes críticas. Los lazos entre la Administración Bush y las grandes firmas de crudo son evidentes. Cheney, vicepresidente y responsable del informe, y la asesora de Seguridad Nacional, Condoleeza Rice, han pasado por los consejos de estas empresas. Bush tuvo la suya propia. Para solucionar el incremento del consumo eléctrico (1,8% anual) y evitar las recientes subidas del 26% en las facturas residenciales, Washington cree necesaria la construcción de entre 1.300 y 1.900 centrales eléctricas. Mientras esto se culmina, el país no puede prescindir de su producción a base de carbón (52% de la electricidad) pese a los altos volúmenes de contaminación (dióxido de carbono) de muchas de estas plantas. El carbón -con reservas para 250 años- sigue siendo estratégico para Washington.

Para incrementar la diversificación, Bush estima que la energía nuclear debe contribuir más del 20% actual. «Además, no produce efecto invernadero», señalaba el jueves un funcionario. Bush está dispuesto a otorgar más licencias para la construcción de centrales atómicas, después de más de 20 años en suspenso. La Casa Blanca dará 1.500 millones de dólares (más de 280.000 millones de pesetas) en incentivos a esta industria. El informe es partidario del uso del plutonio para los reactores, lo que avivará el problema de los cementerios nucleares, dado su largo periodo de radioactividad.

El plan del presidente asegura que será respetuoso con el medioambiente, pero al mismo tiempo da instrucciones para que se redacten leyes más «flexibles». Bush quiere instaurar programas de recortes de emisiones de dióxido de sulfuro, nitrógeno y mercurio de las plantas energéticas, pero bajo el control de las propias industrias y dando prioridad al incremento de la oferta eléctrica.

La otra medida medioambiental será la reducción del alto consumo de gasolina en los coches estadounidenses. La Casa Blanca quiere promover con 4.000 millones de dólares (756.000 millones de pesetas) la fabricación de vehículos híbridos, pero los grandes fabricantes nacionales se han resistido y tan sólo las marcas niponas ofrecen estos coches.


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