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Septiembre 2006

Los periódicos ABC, La Razón y El Mundo han dedicado inusuales espacios a los enfrentamientos habidos en las fiestas de Aravaca entre militantes del PP y jóvenes antifascistas.

De entrada llama la atención la calificación misma de los acontecimientos. Si tan solo hace una semana las brutales agresiones nazis en Pozuelo de Alarcón a inmigrantes y jóvenes socialistas no merecían otro tratamiento que el de peleas entre ó riñas tumultuarias entre gente joven que”…ya se sabe, cuando están juntos y han bebido más de la cuenta”(concejal de seguridad de Pozuelo explicando los incidentes), ahora parecen motivar un tratamiento en clave política en la que se intenta criminalizar a la juventud madrileña de izquierda, esa que nunca han ocultado por razones de conveniencia política sus escasa simpatías por el partido de la guerra imperialista, el de la especulación urbanística desenfrenada, el que enviaba y envía donde todavía puede hacerlo (como el fin de semana en Malasaña) a la policía contra los jóvenes.

Cualquier chaval antifascista madrileño sabe de sobra el constante apoyo y colaboración entre el PP y las bandas nazifascistas. Una auténtica división del trabajo mediante la cual los nazis actuando como fuerza de choque del PP, pretenden aterrorizar a los jóvenes de izquierda echándoles de la calle u obligándoles a refugiarse en ghettos donde son más fácilmente reprimidos y neutralizados por las policías.

Logrado lo cual, las calles, los pueblos, quedan a merced de los centros comerciales como únicos espacios de sociabilidad y encuentro, ahora mercantilizados. Y las llamadas fiestas populares, naturalmente dominadas por los grandes partidos; y en el noroeste de Madrid, feudo de la derecha, por el PP y sus Nuevas Generaciones, vivero de cargos públicos y/ó especuladores urbanísticos en donde se refugian/reciclan para la vida política “democrática” los integrantes de las escuadras de choque nazis.

Pero he aquí que algunos jóvenes no están por la labor de seguir comiendo el reconcome de la frustración y la impotencia y en nuestros pueblos y barrios, sean estos los que sean, salen a la calle y llevan su forma de entender la vida y la alegría, que al fin y al cabo son la misma cosa.

Eso molesta a los dueños de la industria del ocio,a los políticos de derechas y a los responsables policiales que ven en nosotros sus principales enemigos, los obstáculos a batir para restablecer esa normalidad estúpida y artificial de las urbanizaciones y los centros comerciales.

La comunidad de Madrid no tiene que ser sólo un espacio muerto para todo lo que no sean mercancías, policías y gente triste consumiendo sus vidas en atascos ó en sobrevivires consumistas.

Estar en las calles y en los pueblos gozando, viviendo, luchando: de eso se trata.

Codo a Codo